sábado, 19 de diciembre de 2009
Pequeños placeres y divagaciones de las segundas lecturas.
jueves, 17 de diciembre de 2009
SENSACIÓN DE INSEGURIDAD
sábado, 12 de diciembre de 2009
TIGRE MC LAREN Y LA COBARDÍA DE TODOS
martes, 8 de diciembre de 2009
HONDURAS: EL SOL DEL VEINTISIETE
domingo, 29 de noviembre de 2009
¡QUEREMOS TANGO!: JULIO SOSA, BETO BRANDONI Y UN DISCO QUE ES TODA UNA CELEBRACIÓN.
jueves, 19 de noviembre de 2009
REFLEXIONES EN MITAD DEL PERÍODO
lunes, 16 de noviembre de 2009
EL GUIÑO (un tango de amor escorado)
domingo, 15 de noviembre de 2009
BASTA DE MURMURARLO: DELL ORTO A LA SELECCIÓN
miércoles, 11 de noviembre de 2009
¡QUEREMOS TANGO!: RECUERDOS DEL FUTURO, CUANDO EL TANGO SE MORÍA.
¡QUEREMOS TANGO!: RECUERDOS DEL FUTURO, CUANDO EL TANGO SE MORÍA.
Nave Interestelar 24, Año XX de la Tercera Era.
Luego del segundo éxodo de la humanidad y ya asentada la colonización del Sistema Solar Plenius, se puede asegurar que el Tango está en crisis. Se muere, dicen algunos. Pasa la preocupación por los pocos nuevos intérpretes y la muy escasa difusión. Se quiere recordar entonces con infinita añoranza la época de oro en la Segunda Era y hasta los legendarios inicios en arrabales de la mítica Buenos Aires, capital del Brasil. Cierto es que gran parte de los archivos culturales se han perdido por las malas condiciones de conservación tras la explosión terráquea y la guerra interespacial del Dispersario. Sin embargo, se puede aseverar que nunca, jamás, atravesó el Tango una crisis como la actual.
De los registros sobrevivientes a las peripecias del doble éxodo, incluida la catástrofe del magma magnético, los expertos tecnológicos han logrado rescatar algunos archivos que fundamentan el auge constante y apogeo ascendente del Tango desde que fuera creado por el cantante finlandés -denominación dada a los que vivían en el final de la Tierra- Carlos Gardel, también conocido como “Pichuco”. Poco se conoce del fundador del Tango, apenas alguna imagen que lo muestra flaco, narigón y dueño de cierta fragilidad que se advierte bajo el sobretodo –pesada prenda de vestir arcaica-. Por suerte se conserva un audio, sólo uno, en el que canta “Cómo dos extraños” y se revela allí su modo particular de pronunciar, una leve distorsión que acentuaba la sonoridad de su particular voz. Es sorprendente porque en lugar de “lección que por fin aprendí”, expresa, acaso siguiendo alguna técnica de vocalización extrapolada de otro género, “lesión que por fin aprendí”. De esa manera, el intérprete profundiza el significado poético del dolor de aprender que plasmó en la letra Cacho Castaña. Y aunque no está comprobado, los análisis de sonido parecen indicar que Gardel cantó ese tango al mismo tiempo que tocaba el bandoneón; ciertamente, una sincronización pulmonar difícil de imaginar posible.
No obstante, Pichuco Gardel no habría logrado la popularidad que alcanzarían otros cantantes de Tango, acaso limitado por el poco agraciado rostro su fama no llegó más allá de Buenos Aires y, tal vez, la Provincia del Uruguay.
La fama universal del Tango parece haber sido alcanzada en el Siglo XXI de la Era Terráquea. Seguramente beneficiada por el contexto de una sociedad que sin conciencia de la hecatombe que se avecinaba no pudo sino estar más cerca de la armonía que del caos, una generación de nuevos valores comenzó a escribir las mejores páginas en la historia del Tango. En esos tiempos, ser artista de Tango debe haber sido el camino seguro a la riqueza y la popularidad, lo cual lógicamente incentivó la creatividad de los más ambiciosos. De aquel lejano pasado, borroneado por la milenaria tragedia del peregrinar humano, ha persistido una fecha como referencia obligada de la catapulta al éxito, del triunfo del Tango por sobre toda otra cultura musical. ¡Quién pudiera volver atrás en el tiempo y llegar a la noche del 13 de Noviembre de 2009! Cuando una multitud de tangueros nunca antes reunida desbordó las instalaciones del Faro para escuchar a Cucuza Castiello y Lucio Arce. Aquí debajo podemos ver en el invaluable, por lo único, registro visual que todos conocemos, y en el que se percibe la tensión entre ambos, ya que Arce pareciera estar recriminando a Castiello que el sombrero que lleva puesto no es un funyi.
Sí, hubo una época en que los dos grandes del Tango fueron amigos y hasta compartían escenarios, luego, claro, sobrevino la tragedia por diferencias artísticas irreconciliables en torno a los zapatos y peinados de moda. Pero aquella noche… aquella noche brindaron un espectáculo que deleitó a la mayor multitud nunca antes reunida en Buenos Aires. Enseña la tradición oral, trasmitida de generación en generación que Cucuza cantó “Tibieza”, que Lucio Arce interpretó “Azul melancolía”, y que juntos estrenaron “Mi Buenos Aires querido” de Isaac Asimov. Nosotros podemos imaginar, años luz de distancia, que de haber sido contemporáneos de ellos no nos hubiéramos perdido aquel sofisticado show por nada del mundo, aunque no habrá sido fácil conseguir entradas ni abrirse paso entre la marea humana que rodeaba el Faro. Igualmente, como los faros eran altos y luminosos se los habrá podido ver y escuchar desde muy lejos.
Casi dan ganas de llorar por aquellos buenos viejos tiempos terrestres que se han ido indefectiblemente. Pero frente a los agoreros espaciales que hoy día se apuran a firmar el certificado de defunción, resuena la voz de Arce y Castiello que, otra vez a coro, como si nunca se hubieran odiado, nos gritan: “No nos lloren. ¡Crezcan!”.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
http://www.plumaderecha.blogspot.com/
Estado Libre Asociado de Vicente López
lunes, 9 de noviembre de 2009
LO QUE SABE CHAVEZ Y NOSOTROS IGNORAMOS
viernes, 6 de noviembre de 2009
¡QUEREMOS TANGO!: UN ENCUENTRO CON ARMANDO ROLÓN
sábado, 31 de octubre de 2009
"DANDY (Una fábula de Tango)", finalista del Premio Letra Sur de Novela 2009
Admito que en la ilusión hasta me soñé recibiendo el premio. Es curioso el modo en que se suceden los hechos, unos días antes de saberme finalista del Letra Sur, una editorial manifestó interés en evaluar “DANDY (Una fábula de Tango)” para su publicación, daba entusiasmarse con tanta posibilidad abierta de súbito, pero la vida es sueño y despertar, así como es el mar todo lo que viene también se va y, unos días antes de hacerse público el fallo del jurado, desde esa casa editora me informaron que la novela no iba con su línea editorial.
De nuevo terminé con la camiseta del CASI, casi me lo editan, casi gano el premio... ¡Y yo que me veía jugando por una vez para el SIC! Noc… Destape la botella y como siempre ahí abajo la tapita decía: “Seguí participando”. Para variar me quedé sin el pan y sin la torta. Otra vez sopa, suerte que la sopa se puede estirar con agua. Y sin embargo sonrío, no es cuestión de deprimirse para terminar en el fondo de la casa de Alem, habrá que asumirlo cual un estímulo y seguir participando.
Como del Tango venimos y al Tango vamos, ahora mismo escucho cantar a Hernán Cucuza Castiello “Tibieza”, ese tangazo de su autoría que me cae encima cual bálsamo reconfortante.
Y entonces agradezco. Agradezco a Cucuza por haber escrito ese Tango. Agradezco a Marcos Mayer y al jurado de preselección del Letra Sur por poner a “DANDY (Una fábula de Tango)” entre las finalistas. Agradezco los dedos cruzados de los amigos. Agradezco el aliento de los tangueros. Y principalmente agradezco esa pregunta que suelen hacerme: “¿Y ahora qué estás escribiendo?”
En esta segunda edición del Premio Letra Sur las novelas finalistas, preseleccionadas por Marcos Mayer, fueron: “Madagascar”, bajo el seudónimo William Wilson, “Glasgow 5/17” de Nadine, “Cerca de ninguna parte” de Rapunzel, “Como si todo fuera poco” de Nicodemo Caballero, “Las vírgenes de Perón” de Iulan Macario, “Banzai” de Xustino, “Árbol de un crimen” de D. Flores, “No había mucho que decir” de W. Gibbons, “Dandy, una fábula de tango” de Ariel Corbat y “Se ruega enviar proteas” de Soubirous.
La ganadora fue Isabel De Grazia, por “Glasgow 5/17” novela que según se adelanta trata sobre el sentido de los vínculos de hermandad. Al igual que el ganador de la primera edición del Letra Sur, Isabel de Grazia es oriunda de la Ciudad de La Plata.
Como se sabe, Bañez, un tipo con buen sentido del humor, se suicidó a comienzos del mes de Julio. Puede ocurrir que el primer ganador de certámenes literarios deje su impronta como una tendencia a seguir. Quizás el Jurado -integrado por Juan Sasturain, Claudia Piñeiro y Martín Kohan- haya encontrado puntos de contacto entre la obra de ambos premiados, acaso la inspiración surgida de las diagonales, y por ende su elección apunte a la ratificación como medio de fundar tradición. En cualquier caso, tiene el Letra Sur la brillante, aunque oscura, oportunidad de convertirse en un “premio maldito”, ello siempre y cuando la ganadora de la segunda edición asuma el compromiso literario hasta sus últimas consecuencias. Dado que el tiempo es veloz me apuro entonces en felicitar a Isabel De Grazia, antes que sea demasiado tarde...
Respecto de “DANDY (Una fábula de Tango)”, les cuento que está inspirada en el tango “Dandy” autoría de Lucio Demare, Roberto Fugazot y Agustín Irusta, aunque también reconozco otras fuentes (las películas “Los Infiltrados” y “Calles de fuego”) y si bien es una novela de acción con trasfondo musical no deja de ser, esencialmente, un manual de filosofía tanguera con ganas de terminar discutiéndose en la mesa del café.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
martes, 29 de septiembre de 2009
¡QUEREMOS TANGO!: HACER EL TANGO
El presente del Tango es sinónimo de tracción a sangre. Esfuerzo de pequeños orfebres del dos por cuatro que diseñan, pulen, engarzan y exhiben sin grandes escaparates verdaderas joyas del corazón. Contrariando cierta fantasía de auge tanguero, los interpretes y creadores del momento actual saben que las gastadas suelas de sus zapatos difícilmente vayan a encontrar una alfombra roja que los catapulte al público masivo. De hecho, igual que los inmigrantes africanos que deambulan por las calles y ofrecen en un abrir de maletín chucherías doradas prolijamente presentadas, al Tango se lo ve por todos lados, eso sí: siempre y cuando se lo quiera ver. No tiene la fuerza arrolladora de lejanos años dorados, y eso es porque frente a la oferta, que abarca desde mamarrachos bizarros hasta la excelencia sublime, la demanda es poca y tibia, por momentos fría.
El turismo, sobre el que la falta de imaginación apunta sus cañones y al que parecen estar destinados grandes eventos con organización estatal, no es un recurso genuino para el crecimiento del género si se lo piensa como el sostén principal. Por mucho que el Tango tenga vocación de conquistar el mundo y Carancanfunfa pueda mezclar en un pernó a París con Puente Alsina, la esencia debe, necesaria e irrenunciablemente, estar entre nosotros. Ser barrio, mugre, adoquín, viveza criolla, “convencernos y así convencer” como enseña Eladia. Cuando se orienta la búsqueda para halagar a la gringada se vende el alma, se traiciona el trazo del que pinta su aldea para pintar el mundo y se mata –por la ley de las paradojas- a la gallina de los huevos de oro.
Oportunamente me manifesté contrario a que el Tango sea considerado “Patrimonio de la Humanidad”, y no es el caso de repetirme. Estas líneas que escribo ahora tienen otro destino. Las escribo como un mensaje de aliento, y también un llamado de atención, a todos los que pueden considerarse “guerreros del Tango”, segundas y terceras líneas que frente a la adversidad generan su propio espacio y lo sostienen porque entienden que la vida se empobrece si no se “hace” Tango. En esa convicción de amateur y semi profesional que busca realizarse llegando al punto de concentrar toda su actividad productiva en el Tango, percibo una fortaleza capaz de romper el cerco. Porque el Tango, de muchas maneras, está cercado. Y el primer cerco es el ego. Cada uno de nosotros, en el empeño por aportar lo nuestro, solemos olvidarnos de complementar afanes. Arrimarnos, es reconocernos en la misma senda y valorarnos doblemente. Solos, cada quien por la suya, no vamos a poder torcerle el brazo a la realidad donde los desarrollos tecnológicos que supuestamente facilitan la comunicación, bien pueden ser un arma de doble filo si fragmentan y separan lo que debe ir junto. Siendo partes del mismo colectivo, los que queremos Tango podemos sumar voluntades y ambicionar más. Ambicionar, ni más ni menos que, “hacer el Tango”.
Hacer el Tango. Esa es la cuestión. Y hacer el Tango es hoy, porque ayer ya fue y mañana será tarde. Urge entender que los grandes nos dan ejemplo con su arte, pero no lideran. No están en condiciones de abrir nuevos espacios, no tienen la voluntad de hacerlo o temen el eclipse de cualquier renovación, y acaso sea lo mejor. “No me lloren, crezcan”, ordenaba Gardel desde un graffitti de una calle cualquiera. Entonces hay que darle para adelante sin esperar de arriba ni una mano ni un favor.
Hacer el Tango es mostrarle al público tanguero que hay conciencia de algo nuevo, distinto, pero no muy distinto, que siendo fiel reflejo de este tiempo habla de nosotros, que siente lo que nosotros y que hay que salir a buscarlo como un rompecabezas de piezas que se van juntando.
Hacer el Tango, guerreros del Tango, es que en lugar de “mi público”, digamos “nuestro público”. Hacer el Tango es que en lugar de “armar mi disco” armemos “nuestro sello editorial”. Hacer el Tango es dar forma a un circuito de boliches por el que pasemos todos. Hacer el Tango son los discos de los nuestros en las mismas bateas. Hacer el Tango es darle forma y entidad al movimiento. Hacer el Tango es explotar las nuevas tecnologías. Hacer el Tango es juntar la orquesta y la voz con el baile. Hacer el Tango es darse contrapuntos. Hacer el Tango es marcar la diferencia.
Hacer el Tango es ser nosotros, bien nosotros. Como debe ser.
jueves, 24 de septiembre de 2009
HONDURAS: HIPOCRESÍA QUE SUBLEVA.
lunes, 21 de septiembre de 2009
ALORSA: Embajador de la República Separatista de Tolosa.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
ALAS FRANCESAS, CORAJE ARGENTINO.
domingo, 6 de septiembre de 2009
martes, 25 de agosto de 2009
ENSAYO AL PASO SOBRE EL ANDAR DE LAS PALABRAS
ESAS COSAS QUE SE DICEN Y PORQUE SE DICEN
Canal Encuentro ofrece algunos pasajes rescatables en su programación. A pesar de lo mucho que me desagrada el desafortunado o malintencionado logo en el vértice superior del televisor (un espejo con dos rayas de cocaína), no me niego, por ejemplo, el disfrute de “Geografías”. Y en eso estaba que viendo el paisaje tranquilo de Tamberías, mientras fantaseaba con largar todo e irme a un lugar así, me surgió exclamar:
- ¡De fábula!
Con esa expresión y merced a la voz del doblaje, que acierta en darle el tono admirado y celebratorio que corresponde a ojos abiertos de par en par, Bart Simpson en su eterna niñez festeja cualquier circunstancia que logra maravillarlo.
Desde siempre la necesidad coloquial de comunicar a los otros que se está frente a un evento extraordinario agudiza el ingenio hilvanando palabras en la construcción de frases destinadas a graficar el entusiasmo. Incluso con un amplio margen de exageración, aceptado por convención, esas formas del habla llevan al entendimiento de los demás para compartir vivencias. No es tanto el hecho concreto en sí lo que reflejan, sino la impresión positiva que experimenta el narrador.
Decir “De fábula” es reconocer lo que hay de engañoso en la realidad ensalzada y darle patente de licencia poética o mentirilla inocente. Sé que no dejaría el Estado Libre Asociado de Vicente López para mudarme a Tamberías, ni a ningún otro lugar por encantador que fuera, pero aún así festejé la ocurrencia.
- ¡De fábula!
Me pregunto cuánto más que un pasaje de programación del cable estará siendo descripto por esas dos palabras, porque en definitiva la aceptación masiva de una frase implica cierto consenso general sobre el contexto en que nos desenvolvemos. Es increíble, por lo sutil, la manera en que el lenguaje refleja un tiempo social y simultáneamente proyecta futuro.
De hecho, el “¡De fábula!” simpsoniano nos podría estar refiriendo un mundo globalizado con acelerados cambios tecnológicos y plagado de paradigmas huecos como el del fin de la historia.
Antes, mucho antes de Los Simpson’s, en Argentina y allá por los ‘60 el término carcelario “pincheto” aludía al drogadicto endovenoso. Por aquel entonces las drogas estaban reducidas en su consumo a una pretendida elite de clase pudiente, básicamente nenes de papá buscando emociones artificiales para sus abúlicas vidas. Los que se pinchaban recibían ese calificativo que en boca del hampa o del efectivo policial se pronunciaba despectivamente, con la carga negativa de ser sinónimo de pusilánime, débil, inservible.
Muy curiosamente, al acelerarse la violencia política en la década del ‘70 el término “pincheto” se acortó perdiendo la primera sílaba y mejorando su fonética, así logró trasponer los barrotes del pabellón penitenciario para ser receptado, con alguna mutación aparente de su significado, por la sociedad extramuros. El “Cheto” seguía siendo alguien cercano al “Pincheto” que cayó en gayola, pero era más vivo que aquel y su éxito se mostraba en un estilo de vida que provocaba ser emulado más allá de su círculo social. La música que escuchaba, la ropa que vestía, la tecnología a la que accedía, los lugares que frecuentaba y sus formas de hablar generaron una nueva categoría social: el chetaje. Frente al afán de parecer y, si se podía, pertenecer, además de estigmatizar al que fracasaba en el intento por mersa o por grasa, brotó “el pardo” como exponente antagónico. El “pardaje”, con menores recursos económicos, revistaba no obstante con códigos muy similares a los del chetaje; pero en definitiva la reivindicación del pardo se agotaba en sí misma por ser disfraz de la resignación, no sedujo al mayoritario social y cayó en el olvido sin pena ni gloria antes de llegar a generar un vocabulario reconocible.
Del léxico cheto, en cambio, el uso cotidiano receptó diversos modismos. De allí rescato dos frases hoy en desuso pero que sirven como registro de época por el implacable subtexto. Frivolizada por la copia, caricaturizada y necesariamente desvirtuada, la primera de ellas es la emblemática “tirame las agujas”, usada para preguntar la hora. Una nimiedad que a la ingenuidad alegre y divertida de la mayoría le pasaba desapercibida en su doble sentido. Otros muchos advertían el juego en las palabras sin concederle relevancia y algunos, los menos, descifraban el código advirtiendo la complicidad en la transgresión. A su través, lo cheto como derivado de pincheto suavizaba el sórdido vicio con una picaresca que sigue vigente, por caso en Andrés Calamaro cuando canta “se ve que para algo usé la cuchara”. Por lograr mayor efectividad, las apologías del consumo de drogas procuran manifestarse solapadamente, desde lo burdo hasta el blindaje críptico siempre resguardan el gancho de lo prohibido insinuando que el acceso es sólo para entendidos.
De aquellos años a hoy Argentina dejó de ser un país de tránsito para, tristemente, convertirse en el país de consumo que nos toca padecer. Con esto no quiero decir que este presente se deba a una campaña de publicistas narcos montada en torno a la frase “tirame las agujas”, simplemente -y sin olvidar que el adicto busca compartir su adicción- lo traigo aquí para señalar como desde su origen la evolución de una palabra puede ir en paralelo con los cambios sociales.
La segunda frase que tomo del chetaje, también es muy gráfica en ese sentido. Se trata de “Mató mil”, que en la cúspide de la violencia política alcanzó a convertirse en el demostrativo de admiración por excelencia. Si la izquierda y las organizaciones de derechos humanos pregonan infatigablemente que el país era entonces un matadero sangriento, esta muletilla reflejaría el beneplácito de la sociedad por esa matanza. Todo lo que era genial, súper, buenísimo, aquello capaz de procurar un deleite paróxico, merecía ser coronado con un efusivo “Mató mil”. Este concepto que en dos palabras brinda una versión elogiosa del paso de La Muerte, subsiste todavía hoy en la ambigüedad de la expresión “¡Mortal!”, que si bien puede cumplir la misma finalidad de “Mató mil”, también se aplica para calificar algo desastroso. “Mató mil”, en cambio, era una expresión específica de significado unívoco, no por casualidad su apogeo y auge coincidió con la derrota de las organizaciones armadas Montoneros y ERP. Avalando ello, recuerdo el chiste -que escuché por primera vez después de 1983- según el cual Ramón Camps era el más cheto de los jerarcas del Proceso porque “mató mil”.
En orden a trazar curiosas coincidencias, al declive de la expresión “Mató mil” se lo puede relacionar con la denuncia sistemática por parte de los organismos de derechos humanos repitiendo la existencia de 30.000 desaparecidos. Ante ese discurso trágico, y como un reflejo piadoso para evitar ahondar el dolor, “Mató mil” se fue relegando en el uso tanto por una cuestión que podríamos llamar de buen gusto, como así también para contribuir a dejar atrás el pasado dando vuelta esa página de la historia. De algún modo, a la celebración de la muerte le siguió un tiempo de duelo, y de autocrítica por parte de la sociedad. Pero el duelo no es viable como situación permanente en ninguna sociedad, y los rituales funerarios incluso ante la ausencia del cadáver tienen por finalidad el volver a la vida de quienes los realizan, que justamente lo hacen para seguir adelante.
A esa cifra de 30.000, lanzada en los últimos años del Proceso para magnificar los alcances y desbordes de la represión contra las organizaciones guerrilleras buscando sensibilizar a la opinión pública internacional, se la ha seguido machacando sobre la sociedad argentina contra toda evidencia de ser una grosera exageración. Con fervor religioso los izquierdistas hablan de “30.000 compañeros desaparecidos”, y se aferran a su repetición cual si esa mentira debiera ser aceptada por todos como una verdad revelada imposible de cuestionar. Por aquello de que es posible engañar a uno todo el tiempo y a muchos por mucho tiempo, pero no a todos todo el tiempo, también el uso de los 30.000 desaparecidos parece haber alcanzado su cúspide y estar doblando para desmoronarse cuesta abajo.
Quizá el atrevimiento de Graciela Fernández Meijide, madre de un desaparecido, al querer sincerar la cifra y por ser alguien del riñón de los derechos humanos pueda haber marcado la bisagra hacia el desuso, pero dada la dinámica del lenguaje es muy posible que esa debacle vaya acompañada de algún giro que termine por desacralizar el número emblemático mediante la sátira política. Y es que el uso abusivo de cualquier etiqueta, la insistencia recurrente a meter en cualquier lado el bocadillo que la incluya, tarde o temprano provoca hartazgo y volviéndose disparatado se ahoga en las profundas aguas del ridículo. Así, que la propia Presidente de la Nación Argentina, haya recurrido a la figura de los desaparecidos, reafirmando que deben ser 30.000, para compararlos con la exclusividad en la trasmisión de los goles del futbol por televisión es algo que llama a burla, algo que difícilmente vaya a ser dejado pasar por el llamado ingenio popular.
No sería de extrañar que al andar de las palabras siguiendo la evolución social, en el futuro, cuando se quiera hacer notar que algo es escandalosamente exagerado, se escuche decir con mordacidad paródica:
- ¡30.000 desaparecidos!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derechahttp://www.plumaderecha.blogspot.com/
Estado Libre Asociado de Vicente López.
Esta nota fue editada el 15 de Mayo de 2015, al simple efecto de añadir imágenes ilustrativas.