Hoy es 24 de Febrero. Aniversario del nacimiento de Roberto "Toto" Estévez, uno de los héroes (en el sentido más restrictivo de la palabra "héroe") de la Guerra de Malvinas. Un tipo especial, sin ninguna duda.
Para algunos, entre los que me incluyo, es una fecha de reflexión. Roberto Estévez murió en Malvinas, combatiendo con fiereza y al mismo tiempo cuidando de sus soldados con un amor sublime.
Ciertamente, como alguna vez me hizo notar otro héroe de Malvinas, (y vuelvo a decir "héroe" en el sentido más restrictivo del término), nuestro país luego de la guerra se ha fagocitado, y lo sigue haciendo con una crueldad infame, a tipos de la misma buena materia que Estévez. Y esa es fuente principal de las reflexiones que surgen en este día como un imperativo de conciencia, a partir del evidente y pronunciado deterioro de las instituciones militares en un contexto de pérdida de identidad nacional.
La Patria como valor se ha degradado en términos de aceptación social y factor de unión, esa es la razón moral del estado de indefensión que desde hace años ostenta la República Argentina. Porque lo material se sustenta en cosas inmateriales.
Al esplendor alcanzado por la Generación del 80, lo precedió el entendimiento de la Patria como algo tan trascendente que, como dijera el Capitán Domingo Fidel Sarmiento, morir por ella es vivir por siempre. Los hombres de la generación del 80 fueron los jóvenes que combatieron en la Guerra del Paraguay, soldados profesionales como Julio Argentino Roca, soldados voluntarios como Leandro Alem, unidos por la misma convicción patriótica sintetizada por el bravo Martín Viñales que, tras ser herido en Curupaytí, dijo al saber que le amputarían un brazo: “Poca cosa, la Patria merece más”. Hicieron un gran país; y las odiosas comparaciones me ahorran largos párrafos.
La deformación cultural de la Argentina hizo que muchos crean que la Patria es una ventanilla del Estado que debe dar todo sin recibir nada a cambio. Desde el retorno a la democracia tuvimos un Alfonsín, dos Menem, un De La Rúa, un Rodríguez Saa entre otra fugacidades, un Duhalde, un Kirchner, dos Fernández y un Macri. Ningún John Fitzgerald Kennedy que interpelara a los argentinos como aquel a los estadounidenses: "Así pues, compatriotas: preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país" (20 Enero 1961, discurso de asunción presidencial).
Malvinas fue lo más cercano a ese sentimiento que los de mi generación, una generación de arena, pudo experimentar. Malvinas, que nos dejó algunas enseñanzas y otras heridas abiertas por la poca capacidad para sacar provecho de esas mismas enseñanzas. La primera de las disposiciones transitorias de la Constitución Nacional, incorporadas por la lamentable reforma de 1994, declama:
La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.
La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.
Es una declamación sin respaldo de "fierros", al punto que el poder militar de la Argentina no califica ni como mera amenaza para la fuerza de usurpación británica en las islas.
Esa imposibilidad de recurrir a la vía armada obliga a depositar toda esperanza en la diplomacia, pero sabiendo que las palabras son tan contundentes o vacías como poderosos los cañones que las respalden, para que la reclamación argentina pueda tener alguna posibilidad de éxito, se requiere definir una estrategia que se instrumente sin fallas como política de Estado.
La audacia del débil, para no caer en el ridículo, debe demostrar una solidez argumental monolítica y una coherencia de ejecución extrema, desde que ningún error será compensado por la fuerza.
Entonces hay que llamar la atención del gobierno sobre el modo en que sus funcionarios informan cuestiones vinculadas al conflicto por la soberanía de las Islas Malvinas.
Recientemente, Prefectura Naval Argentina informó que el guardacostas GC24 Mantilla detectó un buque pesquero potero sin identificación pescando dentro de la zona económica exclusiva argentina que, resistiéndose a ser inspeccionado emprendió la huida hacia la denominada Zona Externa de Conservación (Falkland Islands Outer Conservation Zone, FOCZ) impuesta unilateralmente por Gran Bretaña en 1990. En esas circunstancias, "luego de casi ocho horas de intensa persecución con malas condiciones meteorológicas y debido a la posición y trayectoria del buque infractor y del guardacostas, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación ordenó interrumpir el seguimiento".
Sobre esos hechos, la ministro de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, mostrando la peor faceta del voluntarismo que es su irrefrenable afán de figuración, posteó en twitter lo siguiente, que parece escrito por un kelper y no por un ministro argentino:
"Un barco chino pesca ilegalmente en aguas argentinas. Cuando la @PrefecturaNaval le da la voz de alto se da a la fuga. Se acercan otros barcos de la misma compañía que intentan rodear y chocar al buque Mantilla de la Prefectura, quien los termina corriendo del territorio nacional".
El post de la ministro Bullrich es sucedáneo de un parte informativo que le da contexto. Argentina no ha renunciado a su soberanía sobre Malvinas, al punto que nuestra Constitución establece como objetivo nacional recuperar el ejercicio fáctico de esa soberanía. Por ende, nuestros funcionarios deben medir sus palabras. El territorio nacional argentino continúa más allá de la zona de exclusión impuesta unilateralmente por el invasor.
Para Patricia Bullrich, conforme con una política de seguridad efectista centrada en la mera reacción y contención, preocupada exclusivamente por mostrar resultados inmediatos, una persecución terminada en fuga no iba a tono con la "espectacularidad" de su gestión, tenía que darle un matiz de triunfo y no se le ocurrió mejor idea que inventarse uno: correr al pesquero del "territorio nacional"...
El problema es que el territorio nacional es bastante más grande que el alcance de su visión. Conforme nuestra Constitución Nacional, en la disposición ut supra transcrita, claramente el pesquero chino no fue corrido "del territorio nacional" por el guardacostas de la Prefectura, ya que nunca cruzó un límite que sea legalmente reconocido tal por la República Argentina.
Era cuidadosa la información brindada por la Prefectura, indicando como causa de finalizar la persecución cuestiones meteorológicas y la decisión de Cancillería, que tal vez haya asesorado también en la redacción del informe. La ministro, sin ninguna necesidad, hizo un agregado absurdo que, además de volver a desconocer, como tantas veces, la importancia de discernir qué debe informarse y qué no, demuestra la poca prioridad que siendo funcionaria de gobierno le confiere a la cuestión Malvinas en desconocimiento de la Constitución Nacional.
Se entenderá entonces, en esta suerte de parábola, porque la Argentina luego de Malvinas se fagocita sin asco a tantos buenos patriotas de la clase de Roberto Estévez.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López.