La precariedad tercermundista sigue siendo la característica esencial del presente argentino.
Así, por ejemplo, los trenes de carga son saqueados en las vías o se derrumban en puentes que colapsan a su paso, bajo la indiferencia de los argentinos.
Es necesario entender que no es el robo ni el derrumbe, ni ninguna otra manifestación material, lo que aferra al país a la precariedad tercermundista; es la indiferencia.
No se conmueve el argentino por estas cosas, no lo habla, no lo piensa, no lo proyecta, no lo relaciona con su vida cotidiana y por ende no lo corrige. Tristemente, el argentino promedio resigna su condición de ciudadano.
En defensa del común de los mortales que habita suelo patrio, hay que decir que esa indiferencia es incentivada tanto por la casta política como por el periodismo, los dos sectores con poder para imponer la agenda del país.
¿Qué otro sector puede tener una responsabilidad igual para que lo esencial siga siendo invisible a los ojos de los argentinos?
Pero el negocio de ambos es que el país siga tal y como adrede lo dejó el régimen kirchnerista, esto es: muy dañado institucionalmente, profundamente degradado en su cultura y con creciente merma intelectual.
Ojos que no ven -reza el dicho popular-, corazón que no siente. Y es que las falencias materiales suelen ser reflejo de carencias morales e intelectuales. Nos hemos desdibujado tanto que, faltos de identidad, toleramos cómplices e impávidos que un bebé de cinco meses haya luchado por su vida en total soledad, abandonado durante diez horas en una bandeja de hospital, sin que nadie a su alrededor se conmueva; porque tenía que ser un aborto...
Traten de imaginar que durante diez horas escuchan los latidos de un corazón. Y que durante diez horas le niegan protección. Diez horas. Un eco interminable en cualquier conciencia normal. Recuerdo aquellas calcomanías que decían: "Los argentinos somos derechos y humanos", estaban en los autos y ventanas sin ninguna hipocresía, orgullosamente y sabiendo claramente lo que significaban; hoy no podríamos usarlas. Hay una abismal diferencia moral entre jactarse por matar terroristas y hacerlo por matar bebés.
Ningún político dijo nada al respecto, ninguna editorial de los grandes medios escribió un "yo acuso" frente a semejante aberración. No se inmutan y prefieren distraernos con el personaje grotesco de ocasión que ponen en todas las pantallas, mientras predican día y noche por la imposición del progresismo como religión oficial.
Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", no hayamos olvidado del todo que éramos otra cosa los argentinos.
Volvamos a ser nosotros, volvamos a ser derechos y humanos.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López