A mediados de los 90 viví un año en Bahía Blanca, la particular idiosincrasia de los bahienses me permitió responder en sorna porteña (pese a ser vilopino) una pregunta que repetían con frecuencia:
- ¿Y? ¿Qué te parece la ciudad?
- ¿Qué ciudad? - respondía yo.
- ¿Cómo qué ciudad? ¡Bahía Blanca!
- Es un pueblo no una ciudad.
- Tenemos 270.000 habitantes, somos una ciudad.
- No. Para ser ciudad se necesitan tres requisitos que no cumplen.
- ¿Cuáles?
- Para empezar un McDonald's y segundo un Carrefour. Ya por ausencia de esas dos no pueden ser ciudad. Y el tercero... ni hablar.
- ¿Cuál es el tercer requisito?
- Subte. Sin subte no hay ciudad.
Solía luego recibir una serie de epítetos calificativos que me trataban de porteño pedante, lo cual desde luego no me inmutaba: los vilopinos somos mucho mejores que los porteños porque practicamos la humildad. Y no dirán que me engrupí porque modesto siempre fui.
Con el tiempo McDonald's y Carrefour llegaron a Bahía Blanca, y en cada ocasión inaugural recibí llamados desde allí celebrando que el pueblo se iba perfilando ciudad. Falta el subte, claro. Prometen que algún día... Ay, los bahienses. Llegará el día en que me llamen para decir que tienen subte.
Recuerdo aquella humorada en momentos en que Carrefour atraviesa un período de crisis que pondría en riesgo su permanencia en Argentina. Lamentaría profundamente la partida de Carrefour y no sólo por arruinarme un chiste al que, cambiando de pueblo, sigo recurriendo.
Carrefour está en Argentina desde 1982, y en el Estado Libre Asociado de Vicente López desde 1984. Su expansión por el país da cuenta de una constante inversión y crecimiento apostando fuerte al desarrollo del mercado local. Es cierto que aquello de "el precio más bajo" es una promesa difusa, pero más allá de lo que deba criticarse a la cadena francesa su presencia cambió hábitos de consumo y representa, tanto en los hechos como conceptualmente, una mejora en la calidad de vida.
En la década de los '90, merced a los beneficios de la estabilidad alcanzada por la convertibilidad durante la Presidencia de Carlos Ménem, comenzaron a instalarse en el país los supermercaditos chinos, disputando con los tradicionales almacenes de barrio la porción del mercado de abastecimiento minorista que acotaba, ya por entonces, la existencia de los supermercados, recuérdese que Waltmart se instaló en Argentina en 1995.
Acompañando la llegada de los supermercados chinos surgió una problemática de tráfico de personas ligada a las condiciones del país que, por su correcta orientación hacia el mundo, servía como destino de paso para llegar a los Estados Unidos. Así, corrupción mediante, se generaron maniobras por las cuales ciudadanos chinos tramitaban documentos argentinos con los que podían ingresar a los Estados Unidos.
Ese tipo de maniobras implica arreglos para salir de China con estructuras mafiosas, lo que genera deudas a pagarse, a veces indefinidamente, con explotación laboral. Es decir situaciones de esclavitud y trata de personas. La Agencia Gubernamental de Control (AGC) de la Ciudad de Buenos Aires ha detectado toda clase de irregularidades en operativos de inspección que han determinado abundantes clausuras de supermercados chinos. Una de las más comunes y significativas es que los trabajadores viven ocultos en el mismo local comercial, en condiciones absolutamente precarias y de hacinamiento. Se han encontrado escondrijos que sirven de dormitorios y cocinas, tras paredes falsas, en entretechos, en depósitos y hasta en el interior de cámaras frigoríficas.
Migraciones, por su parte y a veces en operativos conjuntos con la AGC, ha detectado como trabajadores de supermercados chinos a personas indocumentadas, con documentación falsa o con pasaportes que no registran ingreso a la Argentina. Mayormente ciudadanos chinos provenientes de la provincia de Fujian.
La existencia en el país de organizaciones criminales que operan sobre los supermercados chinos, cobrando tributos, intereses de deudas y "administrando" el mercado -tanto "autorizando" la apertura de locales como sosteniendo nexos con piratas del asfalto-, aunque disimulada por el carácter cerrado y temeroso de la colectividad dependiente de ese comercio, es una hipótesis validada por hechos de trascendencia pública como las ejecuciones de comerciantes a manos de sicarios. Esas muertes violentas dan cuenta de prácticas extorsivas, sometiendo voluntades y coartando la libertad de los comerciantes chinos.
Son estas cuestiones, vinculadas a la seguridad pública, las que deben preocupar en torno a la posible salida del mercado de grandes cadenas como Carrefour. Y aún cuando, tal como promete el Presidente Mauricio Macri, ningún hipermercado abandone el país, la cuestión es importante por sí misma. Más allá que lo que parece preocupar al Presidente sea la pérdida del fisco por evasión impostiva; y aunque remita ello al final de Al Capone.
En especial cuando la presidente de CEDEAPSA (Cámara Empresarial de Desarrollo Argentino y Países del Sudeste Asiático) Yolanda Durán, se expresa públicamente diciendo respecto de los dichos del Presidente Macri que los hipermercados "pidieron controles para nosotros porque no tienen la dignidad de competir en precios. ¿Por qué no compiten en precios las grandes cadenas en lugar de pedir ayuda al Gobierno? Si no les gusta, si no tienen rentabilidad, que se vayan del país".
Yolanda Durán |
Es llamativo el "que se vayan del país". Y no es lo único llamativo, como cada lector sabrá apreciar.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López