Las elecciones presidenciales de octubre implican una sola opción: institucionalidad o más kirchnerismo. Exceptuando a la izquierda de proclama, el votante de cualquiera de los candidatos por la opción republicana (que son Eduardo Duhalde -mi voto de coyuntura-, Lilita Carrió, Hermes Binner, Alberto Rodríguez Saa y Ricardo Alfonsín) busca el fortalecimiento de los valores democráticos; en contraposición al autismo patotero de los Guillermo Moreno, con los que el oficialismo amenaza profundizar el modelo económico y moral que tanta prosperidad supo brindar a Sergio Schoklender.
Así las cosas, es de esperar que los jefes de campaña de cada uno de los candidatos republicanos entiendan que todos los esfuerzos de la acción proselitista deben dirigirse mancomunadamente contra el oficialismo, sin distraerse en dar codazos a los flancos. Restarle votos al kirchnerismo antes que buscar sumar votos propios es la mejor manera de asegurar una segunda vuelta. Pugnar por reacomodar el voto opositor no sólo no alcanza sino que sería allanar el camino a la reelección de Cristina Fernández.
Frente a un adversario político que desde el poder no tiene escrúpulos a la hora de servirse de los medios del Estado, de todos ellos, para su propio beneficio partidario -y que mostrando menos altura ética que una cucaracha se sirve hasta del hiperexagerado luto electoral-, la campaña de la oposición republicana debe, necesariamente, ser agresiva y jugarse con los tapones de punta.
Si se quiere vencer al kirchnerismo, cada afiche, cada spot, cada discurso, cada reportaje y hasta cada conversación de café, todas las oportunidades de aquí a octubre deben apuntar a empujar al oficialismo a una segunda vuelta a la que llegue debilitado, y para eso hay que mostrarlo como lo que es y no como lo que desde su gigantesca hipocresía pretende ser.
La viuda obra con cálculo político cuando a voz resquebrajada refiere a Néstor Kirchner como "él". La oposición debe redoblar la apuesta y hacer saber que en efecto "Ella es él", pero "él" no es sólo el muerto sino algunos vivos impresentables: Luis D'Elia, Guillermo Moreno, Sergio Schoklender, Hebe de Bonafini, Julio Grondona y, entre otros, hasta el propio Carlos Menem.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
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