A partir de un raid delictivo en Quilmes que terminó con uno de los perpetradores fallecido, otro herido y un tercero en fuga, baleados por un tirador no identificado al que, sobre el recuerdo de las clásicas películas protagonizadas por Charles Bronson diversos medios periodísticos comenzaron a referir, sin mucha originalidad, como un caso de "vengador anónimo", cierta algarabía en las redes sociales evidencia el hartazgo ante lo que se percibe como impunidad de la delincuencia.
Más allá del hecho particular, cuyas circunstancias no han sido aún esclarecidas, es dable analizar las versiones de "vengadores anónimos" en el Conurbano Bonaerense, como parte de la dinámica de la Guerra Civil Molecular cuyos escenarios proliferan en el país desde hace décadas. Cosas así son esperables en la evolución del fenómeno. Y no hay nada nuevo bajo el sol, es previsible que ello ocurra.
Justamente, lo grave en el proceso de inseguridad que padece la Nación Argentina es que su evolución fue prevista en el Estado Argentino hace más de dos décadas desde la Secretaría de Inteligencia, por lo que cada hecho que analizamos hoy como "noticia" responde a una lógica que comenzó a ser estudiada a partir de la aparición del concepto de Guerra Civil Molecular en el libro de Hans Magnus Enzensberger "Perspectivas de Guerra Civil" (1994).
El gran mérito de Enzensberger fue ensayar una explicación racional a la violencia irracional proyectando una advertencia, esperanzada en detenerla (a pesar del sombrío panorama), sobre la permanente amenaza de la guerra civil.
En Argentina los que respondieron a ese llamado de advertencia no fueron los intelectuales empeñados en victimizar al delincuente y socavar la autoridad del Estado en tanto Estado democrático (no aplican el mismo criterio para juzgar a dictaduras comunistas como China, Cuba o Venezuela), ni el conjunto de la intelectualidad en gran medida contaminada con los prejuicios del progresismo, sino un grupo de analistas y agentes de Inteligencia que, por sobre las tareas asignadas y las horas de trabajo, vocacionalmente sostuvieron un prolongado esfuerzo para llevar, entre otras actividades, un registro de situaciones que calificaban como escenarios de Guerra Civil Molecular destinados a comprender la secuencia en la lógica de los hechos.
Aquel proyecto voluntario tuvo algún apoyo consistente en dejar hacer y en especial durante la gestión de Miguel Ángel Toma (cuando se publicó un artículo de mi autoría en la revista de la Escuela Nacional de Inteligencia), pero con la llegada del kirchnerismo comenzó a ser resistido y volvió a ser un interés particular desvinculado de la Secretaría de Inteligencia. No era parte del plan de gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández evitar la degradación social de la Argentina.
Ciertamente no hay nada nuevo bajo el sol, y es fácil demostrarlo. Por lo pronto la película "Death Wish", conocida entre nosotros como "El vengador anónimo" fue un éxito de taquilla al estrenarse en 1974. Ambientada en Nueva York mucho antes de Rudy Giuliani, la trama capitalizaba la insatisfacción social por la respuesta estatal frente al delito. Y esa insatisfacción permitió que Charles Bronson volviera a personificar a Paul Kersey en 1982, 1985, 1987 y 1993. Obviamente había público para gratificarse con la justicia por mano propia, o algo así.
El fin de la saga cinematográfica en 1993 empalma con la aparición en 1994 de Perspectivas de Guerra Civil, en el que Enzensberger clarifica bastante sobre la cuestión escribiendo cosas como estas:
- "La dinámica de la guerra civil comporta también el armamento de la población. Allí donde el Estado ya no ejerce el monopolio del poder, le corresponde al individuo defenderse por su cuenta".
- "Las razones del abandono por parte de los Estados pueden ser muy diversas. Al principio suelen darse la cobardía y el cálculo táctico, como sucedió durante la República de Weimar y ahora en la Alemania reunificada. Cuando la guerra civil molecular ya ha avanzado más, la policía y la justicia se ven atadas de pies y manos. Mientras todavía se producen detenciones, las cárceles repletas se convierten en campos de entrenamiento para los combatientes".
- "Quien dispone de los medios necesario, contratará ya de entrada mercenarios que sustituyan a la policía. Un signo inequívoco lo tenemos en el crecimiento de las llamadas compañías de seguridad".
- "Las guerras civiles, ya sean moleculares o a gran escala, son contagiosas. Mientras el número de quienes no tienen participación alguna en ellas disminuye (ya sea porque mueren o huyen o se unen a uno de los bandos) los contendientes se van pareciendo cada vez más. La semejanza afecta tanto a su comportamiento como a su moralidad. En las zonas conflictivas de las ciudades la policía y el ejército actúan como si fueran una banda más. Las unidades antiterroristas practican la pena de muerte preventiva, los drogadictos y los pequeños delincuentes son víctima de los escuadrones de la muerte, fiel reflejo de aquellos a quienes combaten. Al lumpenproletariado le corresponde la lumpenburgesía que copia a enemigo en la elección de los medios".
Obsérvese en los párrafos citados como la rotura del pacto social que implica la existencia del Estado como garante de la integridad de los individuos desde el monopolio de la violencia, lleva a la desesperación y por ella a la asimilación de los métodos propios de aquellos a los que el Estado debería perseguir. Sobre esa observación cabe subrayar el rol protagónico que en materia de Inteligencia Criminal le cabe a la Inteligencia Penitenciaria. El desmantelamiento de la Inteligencia Penitenciaria ejecutado por el kirchnerismo, intencionalmente favorece a la delincuencia y promueve la degradación cultural del país por vía de desesperación y asimilación de conductas delictivas por parte de los ciudadanos honrados librados de la protección del Estado.
Siguiendo el orden cronológico, en 2003 la Revista de Escuela Nacional de Inteligencia (Volumen I, Número I - Segunda Época) mi artículo "Los nuevos conflictos en el Siglo XXI: ¿Conflictos de Cuarta Generación o Guerra Civil Molecular?".
Ensayo allí, que al simple efecto de aportar mayor claridad teórica se pueden distinguir las siguientes fases en la dinámica de la Guerra Civil Molecular, sin que por ello se pretenda ajustar la realidad a una cronología preestablecida en la evolución del fenómeno:
0.- LA PAZ
1.- LA CRISIS CRÓNICA O LA FALSA NORMALIDAD.
2.- LA CRISIS DE LA SEGURIDAD.
3.- PRE "GUERRA CIVIL MOLECULAR"
4.- ESTADO DE GUERRA CIVIL MOLECULAR.
5.- FASE FINAL: ANARQUÍA Y/O GUERRA CIVIL.
Debe comprenderse aquí que la dinámica de la guerra civil molecular no es determinista, o sea no necesariamente avanza siempre a la fase siguiente, según sea la respuesta del Estado puede retroceder a fases iniciales. En mi opinión, e intentando ser cauto, Argentina está hoy entre las fases tres y cuatro.
En la fase tres, "La sociedad se percibe indefensa, asume que la falta de respuesta no es transitoria; el Estado no está, y cuando aparece genera desconfianza y resistencia".
Durante la fase cuatro, "En la dinámica del caos aparecen acciones reaccionarias, tanto en la sociedad como en el aparato estatal se producen desprendimientos moleculares de grupos que, queriendo asegurar la autodefensa, emprenden acciones ofensivas e ilegales sobre sectores a los que atribuyen la inseguridad. En tal sentido, los linchamientos en masa, la justicia por mano propia y las ejecuciones sumarias son ejemplos de acciones reaccionarias".
Como conclusión, no está pasando nada que no haya sido previsto. Si el caso de Quilmes resulta ser alguien que obra como "vengador anónimo" o no, tampoco tiene mayor importancia. Quizás ya hay otros haciendo "justicia por mano propia" y si no los hay los habrá, actuando con premeditación, en tanto el gobierno del régimen kirchnerista, que es la principal causa de la inseguridad de los argentinos, siga apañando desde el Estado al terrorismo y a la delincuencia.
Lamentablemente no habrá mejora mientras el Estado siga en esas manos. El terrorismo mapuche, como el narco, la delincuencia común, la inflación y la veda de futuro son armas que utiliza el régimen K contra toda persona honrada que intenta habitar el suelo argentino para imponer su proyecto totalitario de corrupción estructural.
La cruda verdad es que se gobierna creyendo que el Estado es Cristina Fernández y no lo que manda la Constitución Nacional. Y en pos de ello, no frenan su corrupción, no frenan la delincuencia común, no frenan al narco, no frenan al terrorismo mapuche, ni frenan la inflación, ni ninguno de los padecimientos que abruman a los argentinos.
El régimen K no frena nada de eso y más aún: usa todo para combatirnos a los argentinos.
Y así será hasta que no puedan frenarnos a los consustanciados con la República.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
-J. Santiago Tamagnone (h)-
un liberal que no habla de economía.