sábado, 13 de agosto de 2022

LA ODISEA DEL CALEFÓN -una historia real de la vida cotidiana-


LA ODISEA DEL CALEFÓN




Este soy yo arreglando el calefón de casa. Hasta hace unos días no tenía ni la menor idea de cómo funciona un calefón. Ni intención alguna de saber más de lo que sí sabia, lo único importante: es el aparato que calienta el agua. ¿Cómo funciona? Puede decirse que, si en la heladera hay un duendecillo que prende la luz cada vez que se abre la puerta, en el calefón hay unos duendes que hacen fuego cuando se abre un grifo. En algunas materias la ignorancia es feliz, abrir la canilla y disponer de agua caliente agotaba todo mi interés en la materia. Para el criterio práctico del mero usuario no hace falta más. 

Hasta que empezó a fallar. Ocurrió en Julio de 2022, a veces encendía, a veces no. Y así el invierno me pareció más frío de lo que ya era. Luego caí en la cuenta de que abriendo dos canillas encendía y se mantenía encendido si cerraba una. Y como aquello ya era más esfuerzo del que un calefón merece, el fatídico lunes 11 de Julio cometí el error del que me iba a arrepentir.

LA “EMPRESA”

Paso muchas horas trabajando con la computadora y navegando en la red. Entonces, acostumbrado a resolver cosas en línea, me pareció lo más lógico buscar en la pantalla un servicio técnico de reparación de calefones. Uno que obrando rápidamente me mantuviera en mi feliz ignorancia de usuario de calefón que abre la canilla y listo. Acaso, hermosa palabra la palabra “acaso”, porque creo que la felicidad se encuentra en las cosas más simples; como una ducha caliente. Pero no iba a recuperar la dicha del usuario: la búsqueda me derivó al sitio https://aaservicioelectrico.com.ar/, la página web de la empresa “AA urgencias 24 hs” y me contacté con ellos. Ni remotamente imaginé el infortunio que me esperaba.



Me comuniqué al número de WhatsApp (+54 9 11 2638-0179) y por mensaje escribí estas fatídicas palabras: “Hola, quiero consultar por el servicio técnico”. La respuesta fue un texto con emoji incluido: “Gracias por comunicarte con AA. urgencias 24 hs ☺️ Estamos Trabajando. ¿Cómo podemos ayudarte?”.

Como un iluso supuse que me iban a ayudar. Debí ser menos ingenuo y acordarme que el humor suele subrayar algún rasgo de algo real que está mal, y para la atención comercial la advertencia estaba formulada en el muy gracioso sketch de Peter Capussoto “Pizzería los hijos de puta”. Aquello mismo por lo que el Dr. Enrique Pinedo cuando escribió el prólogo de “Uso y abuso de las corbatas” hizo alusión al dicho de Fedro: “Ridendo corrigo mores”, corrijo las costumbres riendo.

En defensa de mi apresurada buena fe, diré que quería resolver el problema rápido y que el asunto sería simple. Así que envié una foto del calefón escribiendo: “Tengo este calefón y ha dejado de encender. Lo hace sólo si abrimos la canilla más cercana”. El calefón en cuestión es un Orbis modelo 315PD a botonera, 14L/MIN con tiraje balanceado posterior y automático. 




La respuesta fue un audio de un caballero diciendo: “Le comento como trabajamos nosotros. Nosotros trabajamos mediante un técnico. Yo le voy a coordinar un técnico a su domicilio y el técnico le va a cobrar una visita de mil pesos, le va a revisar su equipo y le va a dar un presupuesto por repararse”. Preste conformidad y le pasé la dirección, eran las 16:09 hs. A las 17:38 hs todavía no respondían así que envié un “Espero respuesta”. Y la respuesta fue que “lo vamos a tener que coordinar para el día de mañana, por la mañana si le parece bien, primera hora”. No me percaté en el momento que lo de servicio técnico las 24 hs ya empezaba a renguear y otra vez presté conformidad: “Perfecto. Mañana está bien. ¿A qué hora lo espero?”. Me preguntó luego si podía recibir al técnico entre las 8 y las 10 de la mañana. 
A las 09:07 hs del día siguiente, martes 12 de Julio, otro audio me indicaba que el técnico designado estaba intentando comunicarse conmigo y no podía.

EL “TÉCNICO”

Me comuniqué con el técnico y un rato después llegó a casa. Le expliqué el inconveniente, revisó el calefón y concluyó que el problema estaba en el diafragma y que la empresa cobraba por reparar esa falla 22.000 pesos. Mi primera reacción fue de sorpresa por lo caro, porque además no tenía efectivo. Pregunté la razón por la que salía tanto y señalando una pieza del calefón, cuya foto acompaño, dijo que el costo tenía que ver con la electrónica. Dudé, pero finalmente acepté que hiciera la reparación. La pregunté si ese era todo el problema y quedaría solucionado. “Garantizado” me dijo. Retiró entonces la pieza y viendo que era un pentágono de metal del que salían dos cables y dos cañitos de bronce, desde mi total ignorancia eso era como un plato volador, por lo que me convencí de que la pieza a cambiar o reparar podría ser cara. Y al fin de cuentas hoy ningún precio sorprende, por lo que si con esos 22.000 pesos volvía a olvidarme del calefón me daba por satisfecho. 




El técnico fue a comprar el repuesto y yo al cajero. Hizo (o creí que había hecho) su trabajo, pagué el precio convenido, me entregó una factura y con la rapidez de lo obrado todos contentos. Pero cuando se estaba por ir una gota cayendo del calefón nos advirtió que algo no había quedado bien. Un ligero ajuste pareció dar por subsanada la pérdida. Lo despedí en la puerta y de inmediato me olvidé del calefón. Para volver a acodarme a los pocos minutos porque la gota seguía cayendo.

A las 11:34 le envié un mensaje por WhatsApp diciendo: “Volvé Diego. La gota sigue cayendo”. Volvió, otro ligero ajuste y de nuevo todos contentos. 

LA “GARANTÍA”

A los pocos días el calefón se puso caprichoso, pero cada vez que iba a llamar al técnico volvía a funcionar bien y no tenía sentido quejarse para que al llegar el técnico el calefón no mostrara ninguna falla. Además, no sería la primera vez que un repuesto toma un tiempo en amoldarse. Pero la cosa fue de mal a peor y el lunes 1° de Agosto al mediodía le avisé al técnico por mensaje de WhatsApp que el calefón no encendía e intercambiamos mensajes de texto y audio que para ser amena la lectura transcribo en forma de diálogo: 

- ¿Cómo que no enciende? ¿Directamente no prende por nada?
- Exacto. Ahora no prende aunque abra todas las canillas, y la bomba funciona, también me fijé en eso, ¿viste?. No prende el calefón aunque abra todas las canillas de agua caliente. ¿Cuándo podés venir?
- Santiago, escúchame, mañana yo voy a andar por esos lados. Hoy todavía no terminé, estoy acá en el oeste con un problemita en unos caños, pero mañana puedo pasar por ahí y me doy una vuelta. Hay que ver cuál es el motivo, acá hay otro problema entonces, acá hay que ver el pico venturi, se habrá roto, o no sé, porque el diafragma no creo que me falle en tan poco tiempo; esto debe ser otra cosa. 
- Avisame a qué hora pasás.
- Santiago déjame que ahí yo ya lo paso a la empresa y ver que tienen ellos ya organizado para mañana a primera hora, y te aviso bien ahora más tarde a qué hora pasamos. Sino te estoy llamando mañana a la mañana te mando un mensaje.

Por primera vez comenzaba a desconfiar, porque su certeza de que el problema era otro chocaba con mi impresión de mero usuario al ver que el problema seguía siendo el mismo. Un rato después, como ya venía pasando, el calefón volvió a funcionar correctamente. No quería que viniera y argumentara que no veía falla o me saliera con cualquier cosa. 

- Hola Diego. Mirá, cosa de Mandinga, así como dejó de funcionar, está funcionando perfecto de nuevo, así que bueno, suspendamos lo de mañana, no vengas y bueno, si palma en algún momento te vuelvo a llamar.
- Bueno, bueno, dale Santiago, quédate tranquilo. Buenísimo. Igual andá sabiendo que hay que mirarlo, algo debe estar jodiendo.

TIEMPO DE ESPERA, Y MI TIEMPO PERDIDO

El martes 2 de agosto el calefón por fin pareció decidirse y ya no funcionó. Digo así, que el calefón decidió, subrayando mi ignorancia casi de primitivo animista sobre el funcionamiento del aparato. Y para las 15:51 hs quedó claro que no había más remedio que llamar al técnico.

- Hola Diego. Avisame cuando puedas venir a ver el calefón que ya no enciende.
- Bueno Santiago dale mañana después del mediodía puedo pasar.
- Ok.

Pasó el mediodía del miércoles 3 de Agosto y a las 16:09 hs pregunté al técnico a qué hora pasaría. No hubo repuesta, por lo que insistí a las 17:01 hs.

-   Son las 5 y estoy esperando desde el mediodía.
- Santiago, estoy complicado acá en zona oeste, estoy acá por Moreno medio complicado con el tema de unos caños de un termotanque. Estoy hablando, si puedo pasar a última hora paso, sino mañana a media mañana más o menos.
- Mañana antes del mediodía está bien.
- Bueno, bueno, dale Santiago, quédate tranquilo que yo mañana a la mañana ya te estoy hablando.

Moreno está lejos de Vicente López, y aunque había perdido ya unas cuantas horas esperando quería aprovechar algo de la tarde, así que no puse reparos a que viniera al día siguiente.

Pero al día siguiente, jueves 4 de Agosto, llegó el mediodía sin que llegara el técnico.

- Es mediodía Diego.
- Hola Santiago, ¿cómo le va?. Santiago vengo medio retrasado estoy acá en Belgrano. Dame un segundito que yo ya te confirmo bien en que horario puedo pasar por tu domicilio.

La espera totalmente vana en ese jueves me privó de asistir a dos actividades de las que participo regularmente. Digamos que eso terminó de barrer los últimos restos de mi confianza, porque llegó el viernes 5 de Agosto y no estaba dispuesto a perder mis actividades de ese día. Así que al ser las 09:14 hs y no tener noticias del técnico tuvimos este amable intercambio de mensajes:

- Hoy venís.
- Sí hoy paso pero a última hora puedo pasar.
- Ayer y antes de ayer me dejaste esperando. 

Silencio del otro lado, así que pasados unos minutos decidí que ya había esperado demasiado.

- Si no podés venir temprano devuelvan el dinero del arreglo que no fue y contrato otro servicio.
- El arreglo se hizo bien quedó funcionando el calefón pero no le dije que no iba a pasar.
- Ok. No vengas. Entiendo la estafa. Voy a tomarlo como una lección.

Un arreglo que se hace bien no dura unos días, y en cualquier caso no puede afirmarse que se hizo bien atribuyendo la misma falla que tenía antes del arreglo a cualquier otra cuestión sin tomarse la molestia de revisarlo. Y ya que el técnico no daba respuesta, me comuniqué con la empresa:

- Buen día. Estoy disconforme con el servicio. Pagué 22.000 pesos por un arreglo que duró apenas unos días. Ahora tengo el mismo problema que tenía más una gotera y el hecho el reclamo a técnico prometió venir a repararlo pero no vino ni ayer ni antes de ayer. Días en los que perdí de realizar actividades programadas por esperarlo. Un trabajo de refacción sin garantía es una estafa. Tengan a bien enviar otro técnico o devolver el dinero pagado, que no fue poco, para contratar otro servicio.
- Mirá yo soy la telefonista, te pido la facturación del problema que tuviste y saber el técnico que fue.

Envíe una foto de la factura, remito en realidad, que conservaba como comprobante y supuesta garantía. 




- Buen día. ¿Cómo estás? ¿Todo bien? -no estaba teniendo un buen día, estaba sin agua caliente y preveía que todo iba a estar mal, pero sabía que aquello no era más que una muletilla- Estoy tratando de solucionarte el problema, ya hablé con el técnico que se te mandó. Ahora están haciendo unas cosas y un servicio, apenas se desocupe yo te voy a volver a contestar para avisarte más o menos, aproximadamente, a qué hora pueden estar yendo a ver el problema. Cualquier duda o consulta me podés mandar y vamos hablando. No te preocupes que ya estoy tratando de solucionarlo.
- Ok. Pero que no venga el mismo técnico que hizo el arreglo fallido porque ya le perdí la confianza.
- Trataré de hacer lo posible.

Le envíe entonces capturas de pantallas con los mensajes de WhatsApp entre el técnico y yo que fundaban mi desconfianza.

- Ok. Buenísimo, buenísimo. Santiago, yo ahora déjame que le mando todo esto al encargado para ver si… cómo te lo soluciona. Mirá, en lo posible como que tratamos de mandar a la misma gente como que solucionen ellos este problema, pero déjame ver qué puedo hacer, ¿sabés? Por favor.

Le envié otras capturas de pantalla para dejar claro que no quería que volviera el que había venido.

- Santiago, con todo esto yo lo único que puedo pedir es disculpas y tratar de solucionarte esto lo antes posible, ¿sabés? Como para que no te sientas estafado y entiendas que de este lado por lo menos está la intención de poder solucionártelo. Dejame ver, yo estoy manejando esto para ver cómo puedo solucionarlo. Quedate tranquilo. No te manejes más con él (en alusión el técnico), que yo voy a tenerlo al tanto al encargado y a todos como para poder darte una solución lo antes posible. Así que cualquier cosa mándame mensaje. Igual yo voy a estar con este tema ahora, con lo tuyo para ver cómo lo solucionamos.
- Gracias. De mi parte hay buena voluntad.
- Sí, te entiendo Santiago, te entiendo, quédate tranquilo que yo estoy fijándome como te puedo solucionar este tema, ¿sabés? Te pido mil disculpas y quédate tranquilo que le vamos a encontrar una vuelta y una solución a todo esto. Por favor quédate tranquilo, te doy mi palabra.
- No quiero que venga Diego. Manden a otro por favor.

Un rato después recibo un audio de Diego, el mismo técnico del que desconfiaba y pedí no fuera envidado.

- Estoy en camino a su domicilio, ¿me podría recordar la dirección?
- No quiero que vengas vos.

Corta la bocha. A las 12:34 la situación se había estancado pero todavía me quedaba un resto de paciencia. Mientras esto escribo me sorprendo de lo paciente que he sido. Volví a comunicarme. 

- ¿Tienen ya una respuesta a mi reclamo?
- Santiago. ¿Cómo estás? ¿Todo bien? ¿No fueron a visitarte todavía los chicos? Porque yo reprograme todas las salidas de los chicos y en una de esas estabas vos. ¿Pasaron por ahí o no? Disculpame, yo sé que de eso tengo que estar al tanto yo, pero entre tantas cosas que tengo acá haciendo capaz que hay cosas que se me pasan por alto y si me tenés al tanto sería mucho mejor, ¿sabés?.
- Mirá, acá no vino nadie y ya me había mandado un mensaje Diego diciendo que venía y yo le dije que no quería que venga él, porque es el planteo que yo les hice a ustedes. Yo ya le perdí la confianza a él, no quiero que venga, quiero que venga otro que verifique si lo que él hizo está mal o está bien y que lo arregle; pero no quiero que venga él. Aparte seria como violento que alguien con quien tuviste una discusión, te dejó plantado dos días, después recibirlo en tu casa de nuevo. No tengo ganas de pasar por eso. Así que no, no vino nadie.
- Dale, dale, Santiago. Listo. Ya me comunico con algún otro técnico a ver si está libre, ¿sabés? Dame unos minutos, gracias.

Para dejar claro el problema le envié una foto por debajo del calefón que permitía ver aquella pieza reparada, que en mano del técnico me había parecido un plato volador, y que además de nuevamente no funcionar dejaba caer agua. 




- ¿Cómo estás Santiago? ¿Me podés decir eso más o menos de dónde es? Así se lo comunico al encargado a ver cómo podemos hacer para solucionarlo y que no vaya Diego a ver este trabajo; me orientás más o menos.
- Ese es el diafragma del calefón, es lo que estuvo arreglando Diego cuando vino acá, eh, bueno, cuando el se fue hubo una gotera, vino lo arregló, después dejó de funcionar y después empezó a perder agua por ahí, y por eso te mandé la foto que se ven las gotitas ahí, pero eso es lo que él arregló, por eso mi queja, ese es el diafragma del calefón por lo que tengo entendido.



Eran las dos y cuarto de la tarde de ese viernes, otro día perdido.

A las 17:29 mandé otro mensaje: “Sigo esperando”. Y seguí esperando, con más paciencia que un chino, así pasaron las horas, el sol arrastró en su caída la tarde hasta la noche y llegó el sábado 6 de Agosto de 2022.

EL “GERENTE”

Desayuné. Atendí algún otro asunto pendiente, revisé que la gotera no se hubiera agravado y en ese instante noté que había caído una tuerca. Algo se estaba desarmando o no había sido bien ajustado. A las 10:52 am volví a reclamar. Los jóvenes que lean esto no habrán visto jamás aquel programa cómico con la rutina del “trámite del arbolito”, pero yo lo estaba recordando.

- Sigo esperando. Y si insisto en recordarlo es porque quiero evitarme el disgusto de ir a defensa del consumidor o iniciar acciones legales. Les repito que tengo buena voluntad pero necesito una solución.
- Hola. ¿Cómo estás? Buen día. Bueno, mirá, te comento, yo soy el gerente acá de la empresa. Ayer se te envió el técnico y no lo quisiste recibir porque dijiste que no lo ibas a recibir, que era el mismo y que vos no lo querías. Yo te tengo que enviar, lamentablemente, al mismo que fue. No sé, si querés que lo solucionemos de esa manera o si no no hay drama, actuá de manera legal y como vos quieras no hay ningún problema. Yo la solución te la estoy brindando, después de ahí en más vos podés hacer lo que vos quieras.
- Ok. Pero venís vos con el técnico. No quiero confusiones. Y lo mejor sigue siendo que venga otro técnico para tranquilidad de todos. No el que hizo mal el arreglo y me hizo perder tiempo esperándolo.
- Dale, dale, no hay ningún problema, quédate tranquilo que yo organizo el trabajo para el día lunes y el lunes voy yo con el técnico, así le damos una solución ¿dale?
- Bien. Los espero el lunes.
- Listo. Buenísimo dale. Que tengas buen fin de semana, saludos.
- Buen fin de semana.

EL APRENDIZAJE

A esta altura de los acontecimientos, la nefasta atención de la empresa ya había quebrado mi tozudo desinterés por el funcionamiento del calefón. Fue así que hice una serie de indagaciones para saber cómo funciona ese aparato y en particular qué cosa era el diafragma. Resultó ser, y recordando al Chapulín Colorado debo decir que lo sospeché desde un principio, que dentro del calefón no hay duendecillos mágicos con antorchas, pero mucho más que esa revelación me impactó descubrir que el famoso diafragma no era toda esa suerte de nave espacial pentagonal, que bien pudo usarse como maqueta en Viaje a las estrellas o en La Guerra de las Galaxias, sino una goma circular que va dentro de esa pieza y tiene un valor promedio de 400 pesos.




Por añadidura supe que el plato volador, esa joya de la electrónica donde va el diafragma, se conoce como “cámara de agua” y un valor promedio de 4000 pesos. El arreglo había costado 22.000 pesos, 55 veces el costo de un diafragma, y 5,5 veces el costo de una cámara de agua. 




Que un arreglo que tiene un costo en materiales de 400 pesos, deje una ganancia de 21.600 pesos suena un tanto exorbitado. E incluso, si se hubiera cambiado la cámara de agua por una nueva, el costo de los materiales sería de 4000 pesos y la ganancia en concepto de honorarios la no despreciable suma de 18.000 pesos. 

En esta cuestión hay que tener claro un par de cosas. El precio de un trabajo no necesariamente deja de ser justo por ser caro, si el cliente queda satisfecho la transacción conviene a ambas partes y no caben reproches. Al respecto cabe contar la muy educativa historia del arquitecto cuyo electricista no encontraba la falla que tenía a oscuras el edificio casi terminado. Así que llama a otro que muy rápidamente se da cuenta de cuál es el problema y le dice que puede arreglarlo cobrando por ello 10.000 pesos. El arquitecto da el visto bueno, electricista se dirige al tablero, saca de su caja de herramientas un tornillo, lo atornilla y se hace la luz. El arquitecto, viendo cuál había sido el trabajo siente entonces que el precio convenido era abusivo, así que reclama al electricista una factura deslindando en concepto de qué cobraba 10.000 pesos por cambiar un tornillo. El electricista sin inmutarse escribe en la factura: “costo del tornillo 10$, saber qué hacer con el tornillo 9.990$”. La moraleja de esa historia es que el saber no ocupa lugar, pero se paga. Y está bien que así sea, porque así es como se resuelven los problemas que escapan al conocimiento de quien reclama el servicio y cuyo único interés es olvidarse del problema. Y ahí está la clave: olvidarse del problema. No recordarlo para siempre, aunque eso sirva para escribir una narración de lo cotidiano como la que usted está leyendo.

Así que lo pagado por el arreglo del calefón, que estaba bien si el calefón funcionaba era descomunalmente caro si me seguía acordando del problema.

El calefón no se calentaba pero yo sí, tal vez por eso no me vino mal una ducha fría. Recordé años jóvenes de mochila al hombro, pero aquella sensación de bancarse el agua helada no me retrotrajo al vigor de la juventud sino al gritito de Bill Murray en la escena de El día de la marmota, cuando se sorprende por la falta de agua caliente.




LUNES OTRA VEZ

El 8 de agosto llegó envuelto de lunes, pero ya eran las 10:14 hs y de la deficiente empresa AA. urgencias 24 hs ni noticias.

- Buen día. ¿A qué hora los espero? A fin de organizar mis horarios.
- Buen día, ¿cómo estás? Ya te estaría confirmando la visita ¿sabés?

Pasó el mediodía y yo seguía sin poder organizar mis horarios. Es un buen ejemplo el caso de como la ineficiencia, sea estatal o privada, tiende a convertirnos en prisioneros, por no decir esclavos. Nos quita tiempo, nos condiciona a sus caprichos, dispone -en definitiva- de nuestra vida.

- Sigo esperando… (eran las 13:31 hs)
- Son las 15:00 hs y no tengo respuesta.
- Buenas tardes el técnico va a su domicilio en 30 minutos llega.
- ¿Viene junto con el gerente, verdad?
- Es encargado de taller la persona que va.
- Ok. No es Diego.

Un audio del “gerente” confirmo que el enviado no era Diego.

- No, el muchacho no es Diego. Si el otro día lo mandé a Diego y dijiste que no lo querías a Diego. Ahora va un muchacho del taller que es el encargado, quédate tranquilo, que te va a dar una solución. Esperalo que ya va a llegar.

Un rato después llegó.

EL “ENCARGADO”

Al abrir la puerta noté dos cosas, el vehículo ploteado y el gesto de “me toca poner la cara y que garrón me estoy comiendo” que traía el encargado.

Lo acompañé hasta el ilustre calefón e hice una somera referencia de los hechos. Si bien esperaba que se hagan cargo del arreglo intuía que terminaría haciéndolo yo, así que presté mucha atención a lo que estaba haciendo para tomarlo luego como referencia. Mi decisión era simple, si arreglaba el calefón me olvidaba del asunto, caso contrario iniciaría acciones legales. Y lo mismo si por arreglarlo se pretendía cobrarme algún extra. 

Le señalé la tuerca que había caído al tacho de plástico que juntaba el agua de la gotera, pero no pudo determinar sólo por verlo de dónde era. Quitó la carcaza y comenzó a retirar la cámara de agua. El pequeño detalle fue que, acaso porque estaba nervioso dado lo incomodo de ir a poner la cara por un reclamo, olvidó cerrar la llave de paso del agua, por lo que un potente chorro le dio en la cara. Parece escena de Los Tres Chiflados, pero es real y no me causó ninguna gracia. Cerré la llave de paso, le di una toalla para secarse y siguió con la tarea. 




Retirar la cámara de agua, una vez cerrada la llave de paso, fue fácil. Cuestión de quitar dos tornillos y desenchufar dos cables. Desarmar esa pieza no lo fue tanto, pero cuando al fin lo hizo corroboró que el diafragma estaba bien, lo que no estaba bien era el porta diafragma. Estaba roto sin que pudiera asegurar que estuviera roto de antes, se hubiera roto al ser manipulado por el técnico o incluso después. De la gotera no dio ninguna explicación, aunque cabe atribuirla a que la cámara quedó mal sellada en la reparación.

A cada rato me aclaraba que él no era responsable de la respuesta que le daría la empresa cuando comunicara la novedad. Y como era más que previsible después de hablar con el gerente me trasmitió que la empresa consideraba que el trabajo había estado bien hecho.

Eran cerca de las cinco de la tarde cuando tuve el último diálogo con el gerente.

- Estoy acá con el técnico que vino y lo vio, eh, quiero hacer una aclaración: yo cuando los llamé no los llamé para que arreglen el diafragma, los llamé para que hagan un diagnóstico, no para que cambien la goma del diafragma nada más, para que vengan, hagan un diagnóstico, me digan que tenga y arreglen el problema, el problema siguió yo no tengo que hacerme cargo de lo que no previeron en ese momento, porque yo pagué 22.000 pesos por un arreglo y la goma de un diafragma sale 400 o 500 pesos, por lo tanto creo que corresponde que ustedes se hagan cargo de la reparación de esto. Si no es así, vayansé, contrataré otra empresa, devuelvan el dinero o les iniciaré acciones legales. Es tan simple la cosa que no amerita mayores discusiones, y no tengo más ganas de hacerme mala sangre con ustedes.
- Señor pero el técnico fue, reparó lo que tenía que reparar y después arrancó con este problema. No podía solucionarlo antes porque esto no pasó y el valor del trabajo lo aceptó usted. Si para usted vale 400 pesos ¿por qué aceptó el servicio?
- Listo. Te voy a iniciar acciones legales.

No tenía nada más que hablar con el encargado, así que le indiqué que no volviera a emplazar la cámara de agua y lo acompañé hasta la puerta. Me pareció oír que suspiró aliviado al salir de casa, como si hubiera temido no salir caminando.

HÁGALO USTED MISMO

El desenlace, que no requería ninguna sagacidad para verlo venir, estaba previsto. El Plan B era ir con la cámara de agua a Ruíz y Cia, la conocida casa de repuestos de todo lo que tenga que ver con agua y gas, comprar otra igual e instalarla por mi mano. En Vicente López, y más allá de nuestras fronteras, Casa Ruíz tiene un muy bien ganado prestigio y como parte del mismo prestigio la certeza que cuando dan las 17:00 hs sus puertas se cierran y no se abren hasta el próximo día. No iba a ser pues el lunes que terminaría la odisea del calefón.

El martes 9 de Agosto a la mañana fui hasta la esquina de Lavalle y Avenida Maipú, puse el plato volador sobre el mostrador y dije: “necesito esto”.

No sólo me vendieron la pieza, sino que además le traspasaron los dos cañitos de bronce que llevaba en la pieza rota. Con lo cual lo único que debía hacer era acomodarla en su sitio, ajustar dos tornillos y conectar dos cables. Eficiencia máxima y tiempo ganado por el módico precio de 3.800 pesos.  



Colocar la cámara de agua fue tan sencillo como ajustar dos tornillos y conectar dos cables. Como un plus de satisfacción, al volver a colocar la carcaza me percate que aquella tuerca caída era parte de su agarre. Un “capo laboro”, diría Eddie Pequenino en aquella humorada memorable con Alberto Olmedo con su infaltable muletilla de “cuesto cabecita negra complicano tutto”.




Abrí la llave de paso, abrí la canilla, el calefón encendió de inmediato y después de tantos días el agua caliente acarició mis manos. 

No había más fallas, ni gotera. Obviamente la empresa a través del técnico procedió de manera negligente, como lo demuestra la gotera posterior al arreglo. Cambiar la pieza entera, como lo terminé haciendo yo, era lo que correspondía, porque además de mayor seguridad implicaba menos trabajo y el costo en relación con el pago seguía siendo una muy buena ganancia.

Por supuesto iniciaré acciones legales, este relato puede verse como un acto preparatorio de esas acciones legales ya que la exposición de los hechos demuestra con mucha claridad la ineficiencia en el servicio de la empresa y las molestias ocasionadas. Pese a ser abogado no tengo inclinación a litigar, pero el fastidio me impulsa a obrar. Y como todo abogado que se representa a sí mismo tiene a un tonto por abogado, voy a encargar el caso a colegas que se especializan en derechos del consumidor.

En cualquier caso, nada podrá reparar lo que más me aflige: que hayan desaparecido de mi imaginario aquellos duendecillos fogoneros que creía habitando el calefón; por lo que espero no enterarme, nunca, jamás, que el enanito que prende la luz de la heladera tampoco existe.

EPÍLOGO DE MORALEJAS

La experiencia deja varias enseñanzas que es conveniente compartir.





La primera y obvia es advertir a quien necesite algún servicio técnico que descarte la oferta del sitio https://aaservicioelectrico.com.ar/, y no contrate a la empresa “AA urgencias 24 hs” que utiliza el número de WhatsApp (+54 9 11 2638-0179) e informa domicilio en Don Bosco 333, depto. 2, Haedo, Provincia de Buenos Aires.

La segunda es que conviene tener al menos una mínima idea del funcionamiento de los aparatos antes de contratar un servicio de reparación. La web ofrece prácticamente todos los manuales que informan ello. Con ese mínimo conocimiento las cosas serán bastante más claras.

La tercera es contemplar siempre la posibilidad de hacerlo uno mismo, entre toda la información que puede obtenerse de la red son muy prácticos los muchos tutoriales que pueden verse en YouTube para encontrar una guía práctica. Va de suyo que hacerlo uno mismo requiere tiempo y ciertas ganas, pero es mejor disponer uno del propio tiempo que arriesgarlo a la voluntad de terceros.

La cuarta es que esa presunción de buena fe que tiene el consumidor creyendo que quien contrata tendrá interés en fidelizarlo como cliente brindando el mejor servicio posible, es simplemente una ingenuidad ilusa. Para muchos eso forma parte de la ética comercial, para otros rige el “sistema limón” que consiste en exprimir lo máximo posible al cliente como si no hubiera un mañana.

La quinta es, si se quiere, una reflexión de orden político que ensayo como simple enunciado (no lo voy a desarrollar ahora): El ejemplo de abuso de autoridad que en beneficio propio ejerce la casta política sobre la ciudadanía, deriva como subproducto en el abuso de confianza de ciertos proveedores de servicios sobre el consumidor. Digo: los que gobiernan desvirtuaron la esencia del país amoldándolo a su imagen y semejanza, de tal modo que buena parte de la población quienes cree que la única ley es la ley del gallinero.

La sexta es de orden filosófico, la ineficiencia debe ser repudiada y combatida porque esclaviza. El tiempo es el recurso más valioso del ser humano y la Libertad, básicamente, es que cada quien pueda disponer de su tiempo realizando su proyecto de vida con la menor interferencia posible. 

La séptima y última es, a pesar de todo lo expuesto, valorar lo imperioso de seguir creyendo en los demás. Brindarle al otro una elemental confianza, porque eso, al fin de cuentas y a pesar de uno o varios disgustos, es lo que hacen las buenas personas. Si lleváramos la desconfianza al extremo de suponer que todos van a tratar de exprimirnos como a un limón, nos convertiremos en más de lo mismo cruzando de bando y eso sí que sería una tragedia irremediable. 

Cuida tu buena fe. Consérvate bueno. 



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, 
un liberal que no habla de economía.
(Santiago)
ESTADO LIBRE ASOCIADO DE VICENTE LÓPEZ

¿Qué es la Derecha?

¿Qué es la Derecha?
La Derecha, soy yo.

Ariel Corbat

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