¡QUEREMOS TANGO!: RECUERDOS DEL FUTURO, CUANDO EL TANGO SE MORÍA.
Nave Interestelar 24, Año XX de la Tercera Era.
Luego del segundo éxodo de la humanidad y ya asentada la colonización del Sistema Solar Plenius, se puede asegurar que el Tango está en crisis. Se muere, dicen algunos. Pasa la preocupación por los pocos nuevos intérpretes y la muy escasa difusión. Se quiere recordar entonces con infinita añoranza la época de oro en la Segunda Era y hasta los legendarios inicios en arrabales de la mítica Buenos Aires, capital del Brasil. Cierto es que gran parte de los archivos culturales se han perdido por las malas condiciones de conservación tras la explosión terráquea y la guerra interespacial del Dispersario. Sin embargo, se puede aseverar que nunca, jamás, atravesó el Tango una crisis como la actual.
De los registros sobrevivientes a las peripecias del doble éxodo, incluida la catástrofe del magma magnético, los expertos tecnológicos han logrado rescatar algunos archivos que fundamentan el auge constante y apogeo ascendente del Tango desde que fuera creado por el cantante finlandés -denominación dada a los que vivían en el final de la Tierra- Carlos Gardel, también conocido como “Pichuco”. Poco se conoce del fundador del Tango, apenas alguna imagen que lo muestra flaco, narigón y dueño de cierta fragilidad que se advierte bajo el sobretodo –pesada prenda de vestir arcaica-. Por suerte se conserva un audio, sólo uno, en el que canta “Cómo dos extraños” y se revela allí su modo particular de pronunciar, una leve distorsión que acentuaba la sonoridad de su particular voz. Es sorprendente porque en lugar de “lección que por fin aprendí”, expresa, acaso siguiendo alguna técnica de vocalización extrapolada de otro género, “lesión que por fin aprendí”. De esa manera, el intérprete profundiza el significado poético del dolor de aprender que plasmó en la letra Cacho Castaña. Y aunque no está comprobado, los análisis de sonido parecen indicar que Gardel cantó ese tango al mismo tiempo que tocaba el bandoneón; ciertamente, una sincronización pulmonar difícil de imaginar posible.
No obstante, Pichuco Gardel no habría logrado la popularidad que alcanzarían otros cantantes de Tango, acaso limitado por el poco agraciado rostro su fama no llegó más allá de Buenos Aires y, tal vez, la Provincia del Uruguay.
La fama universal del Tango parece haber sido alcanzada en el Siglo XXI de la Era Terráquea. Seguramente beneficiada por el contexto de una sociedad que sin conciencia de la hecatombe que se avecinaba no pudo sino estar más cerca de la armonía que del caos, una generación de nuevos valores comenzó a escribir las mejores páginas en la historia del Tango. En esos tiempos, ser artista de Tango debe haber sido el camino seguro a la riqueza y la popularidad, lo cual lógicamente incentivó la creatividad de los más ambiciosos. De aquel lejano pasado, borroneado por la milenaria tragedia del peregrinar humano, ha persistido una fecha como referencia obligada de la catapulta al éxito, del triunfo del Tango por sobre toda otra cultura musical. ¡Quién pudiera volver atrás en el tiempo y llegar a la noche del 13 de Noviembre de 2009! Cuando una multitud de tangueros nunca antes reunida desbordó las instalaciones del Faro para escuchar a Cucuza Castiello y Lucio Arce. Aquí debajo podemos ver en el invaluable, por lo único, registro visual que todos conocemos, y en el que se percibe la tensión entre ambos, ya que Arce pareciera estar recriminando a Castiello que el sombrero que lleva puesto no es un funyi.
Sí, hubo una época en que los dos grandes del Tango fueron amigos y hasta compartían escenarios, luego, claro, sobrevino la tragedia por diferencias artísticas irreconciliables en torno a los zapatos y peinados de moda. Pero aquella noche… aquella noche brindaron un espectáculo que deleitó a la mayor multitud nunca antes reunida en Buenos Aires. Enseña la tradición oral, trasmitida de generación en generación que Cucuza cantó “Tibieza”, que Lucio Arce interpretó “Azul melancolía”, y que juntos estrenaron “Mi Buenos Aires querido” de Isaac Asimov. Nosotros podemos imaginar, años luz de distancia, que de haber sido contemporáneos de ellos no nos hubiéramos perdido aquel sofisticado show por nada del mundo, aunque no habrá sido fácil conseguir entradas ni abrirse paso entre la marea humana que rodeaba el Faro. Igualmente, como los faros eran altos y luminosos se los habrá podido ver y escuchar desde muy lejos.
Casi dan ganas de llorar por aquellos buenos viejos tiempos terrestres que se han ido indefectiblemente. Pero frente a los agoreros espaciales que hoy día se apuran a firmar el certificado de defunción, resuena la voz de Arce y Castiello que, otra vez a coro, como si nunca se hubieran odiado, nos gritan: “No nos lloren. ¡Crezcan!”.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
http://www.plumaderecha.blogspot.com/
Estado Libre Asociado de Vicente López