LA DERECHA POR LA DERECHA
Apuntes para el debate que se viene.
La Derecha como espacio político debe definirse a sí misma y no arrinconarse en la asfixia de las definiciones por siniestra, dicho esto en el sentido de no dejarse estigmatizar por la izquierda.
En la República Argentina la evolución de la vida institucional está en retardo frente a las necesidades del presente, en gran medida porque La Derecha dispersa se ha vuelto timorata, casi muda, provocando un insostenible desequilibrio en el que los problemas se agravan e imponen el acostumbramiento de saber que inexorablemente pasarán de mal a peor. Transformar reacciones aisladas -aunque a veces masivas- en una esperanza de futuro mejor es el desafío inmediato y urgente que exige clarificar ideas.
Descartando las viejas clasificaciones que ya no guardan relación con la efectividad política, podemos ensayar una reescritura de las etiquetas atendiendo al bien rector de las ideas. Básicamente las ideas políticas se encolumnan detrás de tres objetivos: el bien de la Nación, el bien de una clase social o el bien individual. Cuando lo que se persigue es el bien de la Nación, sencillamente se es de derecha. Cuando se persigue el bien de una parcialidad, se es de izquierda. Y cuando se persigue el bien individual se es de centro.
Sin negar las zonas fronterizas que terminan de cubrir el espectro rellenando los espacios del centro derecha y centro izquierda, ubiquemos en el centro a los ultraliberales económicos y a los anarquistas; en estado puro, extremo, comparten el mismo egoísmo autodestructivo. En la izquierda a los marxistas y a todos los que bregan por el notorio predominio de una parcialidad sobre el total. Esa parcialidad puede ser tanto una clase social como un grupo étnico, religioso, etc. Es decir que, para esta clasificación, perfectamente cabe un izquierdismo de clase alta. La oligarquía, tal y con toda la maldad que le atribuyen los encendidos discursos que constantemente alientan la lucha de clases, es también de izquierda.
Señalado el punto, enfoquemos a Fidel Castro como un nene bien sin ningún altruismo, que cambió su condición de rico hacendado no para liberar al pueblo de un tirano, sino para ocupar el lugar del desplazado apropiándose en forma vitalicia de toda Cuba con vidas y hacienda. Suerte, habernos librado de correr igual destino bajo las botas de sus esbirros.
¿Por qué ser de Derecha? Serlo por creer que el bienestar de la Nación es la elevación del conjunto: la solidaridad de una base igualitaria a partir de la cual pueda el mérito marcar las diferencias de la realización individual. En ese contexto fraterno el éxito personal construye el orgullo colectivo. La humanidad cobra sentido en la interacción, si lo que prima en la escala de valores del hombre es el egoísmo el caos no puede tardar mucho en llegar, como bien lo explica el Leviatán. Lo mismo ocurre cuando el dominio de una sociedad queda en las manos de una parcialidad dispuesta a hacer sentir al resto los privilegios de pertenecer. Libertad, igualdad y fraternidad, marcan la justa medida de la vida social.
La Nación, en particular La Nación Argentina, se funda en esos valores: Libertad, Igualdad y Fraternidad. El Himno Nacional es mucho más que una canción, es el relato de la nacionalidad argentina: la convicción de haber hecho grandes cosas juntos en el pasado y desde el origen, la voluntad de mantenernos unidos en el presente y la esperanza de seguir construyendo juntos el futuro.
La izquierda tergiversa la historia, la desprecia, la aborrece porque no la necesita. En su estrecha concepción de la realidad hay una utopía revolucionaria, un corte abrupto con el pasado a partir del cual instaurar su nuevo orden sin dejar ningún ladrillo del anterior. Ese dogmatismo hace innecesaria a la historia: ¿Para qué prestarle atención? Si la verdadera historia es la que ellos comenzarán a escribir desde su revolución. Cierta estupidez imberbe, que no curan los años ni las barbas, hacen que a falta de utopía realizada se vean a sí mismos no en el lugar de la historia en el que efectivamente están, sino en el que querrían estar. Así resulta que antes de ellos no existía ninguna de las instituciones de la República. Todo es nuevo, todo nace, todo es ahora distinto. Claro que todas esas novedades son ficticias, el cuento de la buena pipa.
Por el contrario desde La Derecha no creemos en las revoluciones, apuntamos a la evolución, a la mejora de lo que hay, incluso de lo que ellos están dejando. Por eso respetamos la historia y la asumimos aceptando nuestros méritos y errores, aprendiendo del pasado, sabiendo que somos lo que siempre fuimos, sin importar lo que la izquierda pretenda decir que somos. Somos La Derecha Argentina, y de ninguna manera “La Nueva Derecha Argentina” rótulo con el que pretenden encorsetarnos en la actualidad. La Derecha es el orden de la libertad, credo republicano y espíritu conservador para el progreso.
Terminando con este primer apunte, resalto que conservador y progreso no son términos contradictorios, para entenderlo basta con atender a palabras escritas en 1931 por Enrique Santos Discépolo, quien compuso letra y música de “¿Qué sapa, Señor?, tango que fuera estrenado por Tito Lusiardo en el Teatro Nacional como parte del sainete “Caramelos surtidos”, y ya entonces observaba:
“Hoy todo Dios se queja
y es que el hombre anda sin cueva,
volteó la casa vieja
antes de construir la nueva…”.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
http://www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López.
Apuntes para el debate que se viene.
La Derecha como espacio político debe definirse a sí misma y no arrinconarse en la asfixia de las definiciones por siniestra, dicho esto en el sentido de no dejarse estigmatizar por la izquierda.
En la República Argentina la evolución de la vida institucional está en retardo frente a las necesidades del presente, en gran medida porque La Derecha dispersa se ha vuelto timorata, casi muda, provocando un insostenible desequilibrio en el que los problemas se agravan e imponen el acostumbramiento de saber que inexorablemente pasarán de mal a peor. Transformar reacciones aisladas -aunque a veces masivas- en una esperanza de futuro mejor es el desafío inmediato y urgente que exige clarificar ideas.
Descartando las viejas clasificaciones que ya no guardan relación con la efectividad política, podemos ensayar una reescritura de las etiquetas atendiendo al bien rector de las ideas. Básicamente las ideas políticas se encolumnan detrás de tres objetivos: el bien de la Nación, el bien de una clase social o el bien individual. Cuando lo que se persigue es el bien de la Nación, sencillamente se es de derecha. Cuando se persigue el bien de una parcialidad, se es de izquierda. Y cuando se persigue el bien individual se es de centro.
Sin negar las zonas fronterizas que terminan de cubrir el espectro rellenando los espacios del centro derecha y centro izquierda, ubiquemos en el centro a los ultraliberales económicos y a los anarquistas; en estado puro, extremo, comparten el mismo egoísmo autodestructivo. En la izquierda a los marxistas y a todos los que bregan por el notorio predominio de una parcialidad sobre el total. Esa parcialidad puede ser tanto una clase social como un grupo étnico, religioso, etc. Es decir que, para esta clasificación, perfectamente cabe un izquierdismo de clase alta. La oligarquía, tal y con toda la maldad que le atribuyen los encendidos discursos que constantemente alientan la lucha de clases, es también de izquierda.
Señalado el punto, enfoquemos a Fidel Castro como un nene bien sin ningún altruismo, que cambió su condición de rico hacendado no para liberar al pueblo de un tirano, sino para ocupar el lugar del desplazado apropiándose en forma vitalicia de toda Cuba con vidas y hacienda. Suerte, habernos librado de correr igual destino bajo las botas de sus esbirros.
¿Por qué ser de Derecha? Serlo por creer que el bienestar de la Nación es la elevación del conjunto: la solidaridad de una base igualitaria a partir de la cual pueda el mérito marcar las diferencias de la realización individual. En ese contexto fraterno el éxito personal construye el orgullo colectivo. La humanidad cobra sentido en la interacción, si lo que prima en la escala de valores del hombre es el egoísmo el caos no puede tardar mucho en llegar, como bien lo explica el Leviatán. Lo mismo ocurre cuando el dominio de una sociedad queda en las manos de una parcialidad dispuesta a hacer sentir al resto los privilegios de pertenecer. Libertad, igualdad y fraternidad, marcan la justa medida de la vida social.
La Nación, en particular La Nación Argentina, se funda en esos valores: Libertad, Igualdad y Fraternidad. El Himno Nacional es mucho más que una canción, es el relato de la nacionalidad argentina: la convicción de haber hecho grandes cosas juntos en el pasado y desde el origen, la voluntad de mantenernos unidos en el presente y la esperanza de seguir construyendo juntos el futuro.
La izquierda tergiversa la historia, la desprecia, la aborrece porque no la necesita. En su estrecha concepción de la realidad hay una utopía revolucionaria, un corte abrupto con el pasado a partir del cual instaurar su nuevo orden sin dejar ningún ladrillo del anterior. Ese dogmatismo hace innecesaria a la historia: ¿Para qué prestarle atención? Si la verdadera historia es la que ellos comenzarán a escribir desde su revolución. Cierta estupidez imberbe, que no curan los años ni las barbas, hacen que a falta de utopía realizada se vean a sí mismos no en el lugar de la historia en el que efectivamente están, sino en el que querrían estar. Así resulta que antes de ellos no existía ninguna de las instituciones de la República. Todo es nuevo, todo nace, todo es ahora distinto. Claro que todas esas novedades son ficticias, el cuento de la buena pipa.
Por el contrario desde La Derecha no creemos en las revoluciones, apuntamos a la evolución, a la mejora de lo que hay, incluso de lo que ellos están dejando. Por eso respetamos la historia y la asumimos aceptando nuestros méritos y errores, aprendiendo del pasado, sabiendo que somos lo que siempre fuimos, sin importar lo que la izquierda pretenda decir que somos. Somos La Derecha Argentina, y de ninguna manera “La Nueva Derecha Argentina” rótulo con el que pretenden encorsetarnos en la actualidad. La Derecha es el orden de la libertad, credo republicano y espíritu conservador para el progreso.
Terminando con este primer apunte, resalto que conservador y progreso no son términos contradictorios, para entenderlo basta con atender a palabras escritas en 1931 por Enrique Santos Discépolo, quien compuso letra y música de “¿Qué sapa, Señor?, tango que fuera estrenado por Tito Lusiardo en el Teatro Nacional como parte del sainete “Caramelos surtidos”, y ya entonces observaba:
“Hoy todo Dios se queja
y es que el hombre anda sin cueva,
volteó la casa vieja
antes de construir la nueva…”.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
http://www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López.