Una aproximación a la exposición de Ariel Corbat en la Jornada Sobre Seguridad Interior, UCEMA, 12JUN18. Completa el artículo "Pensar. Y pensar la seguridad".
Ariel Corbat, disertando en UCEMA. Jornada Sobre Seguridad Interior 12JUN18 |
PENSAR Y SENTIR:
La frase es terrible: "Cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive".
La primera vez que la escuché alguien la refirió como autoría de Alicia Moreau de Justo. No me consta quién la acuñó, ni el contexto de su origen, pero considero que representa el mayor de todos los miedos que una persona o sociedad pueda experimentar. Es como abandonarse al alzheimer, volverse zombie o ser la Argentina que dejó de buscar su realización a través de la Constitución Nacional.
Es por eso que cada palabra dicha en esta exposición debe ser interpretada en el sentido de contribuir a la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional. A la vida que supimos pensar.
Luego de 1983, con el retorno a la formalidad democrática, la República Argentina se dio tres instrumentos legales que deben ser entendidos armónicamente y que, como razón última, obedecen a una misma necesidad: el sostenimiento por parte del Estado del monopolio de la violencia.
Sin esa concentración de poder en el Estado sería imposible garantizar un orden jurídico con el mínimo de eficacia para subsistir, por ende no se tendría ninguna posibilidad de garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.
Durante el régimen kirchnerista el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional fue atacado con la implementación de un proyecto totalitario de corrupción estructural, que además se caracterizó por un odio visceral a los uniformados y marcada subversión de valores. Por lo cual era conceptualmente inviable alcanzar las condiciones que la Ley 24.059 establece como definitorias de la seguridad interior.
La tardía pero bienvenida reacción de los argentinos puso fin en las urnas al régimen kirchnerista. El gobierno del Presidente Mauricio Macri encontró un sistema de seguridad replegado de sus funciones y colapsado el Sistema de Inteligencia Nacional.
La sola salida del rumbo totalitario significó una mejora para la seguridad interior de los argentinos, pero el retorno a cauces de lógica institucional evidencia algunas limitaciones significativas.
La gestión de Patricia Bullrich al frente del Ministerio de Seguridad de la Nación debe ser evaluada positivamente si se toma como parámetro la gestión que le antecedió, pero si en cambio se toma como referencia el óptimo profesional califica por debajo de lo mediocre.
Las falencias técnicas en la gestión de Patricia Bullrich son muchas y notorias, tantas que en su conjunto determinan una política de seguridad reactiva y de contención.
La principal de esas falencias es la ausencia de Inteligencia Criminal. Este punto es mucho más complejo que la irresponsable y ya negligente decisión de Patricia Bullrich de no designar un Director Nacional de Inteligencia Criminal. Va más allá de la acefalía en que se encuentra la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal (DNIC) desde el 20DIC15. Porque el Director General de la Agencia Federal de Inteligencia, Gustavo Arribas, a juzgar por la constante de prueba y error que traslucen las decisiones del Presidente Mauricio Macri, no parece haber logrado en dos años y medio de gestión, incorporar al seno del gobierno el concepto de Inteligencia como proceso racional que antecede la toma de decisiones, ni aportar los respectivos informes que sirvan de basamento a esas decisiones.
La inexplicable falta de un Director Nacional de Inteligencia Criminal, cargo full time que requiere conocimientos específicos y especiales condiciones de liderazgo, mantiene sin conducción idónea al Subsistema de Inteligencia Criminal y por lo tanto inoperante.
Por supuesto, en un país como Argentina, que no se decide a vivir como piensa tentado a la dejadez de pensar como se vive, la acefalía de la DNIC no es un tema de interés general. Ni siquiera parece importarle a la Bicameral de Inteligencia, que es otra muestra de nuestra pobre institucionalidad republicana. Al fin de cuentas, la Defensoría del Pueblo de la Nación es un órgano constitucional y sigue acéfalo desde el 2009. ¿La ciudadanía y la política? Bien, gracias.
Tampoco hay un periodismo especializado en seguridad que se interese en analizar las consecuencias visibles de la falta de Inteligencia Criminal, ni llama la atención que un organismo al que se destinan fondos reservados no tenga autoridad designada.
Apenas hubo algún ruido mediático cuando Bullrich decidió quitarle la competencia sobre la DNIC a la Secretaría de Seguridad de Eugenio Burzaco para dejarla bajo la órbita de Gerardo Milman; un recambio que rápidamente demostró ser otro fulano para el mismo fracaso. La nada misma en materia de Inteligencia.
Bullrich no llega a comprender la importancia de la Inteligencia Criminal, por eso hace el ridículo cuando frente a algún éxito investigativo de las FF.SS. postea cosas como: "Si el crimen se organiza, nosotros nos organizamos el doble".
Mientras no es entienda al delito como una voluntad inteligente será muy difícil combatirlo de un modo ofensivo, disputándole los cruciales escaques de la iniciativa.
La falta de Inteligencia explica la poca o nula creatividad para el mejor empeño y preservación de los recursos disponibles. En especial cuando se advierten por delante años de estrechez económica.
Por supuesto el gobierno puede corregir su rumbo y mejorar su gestión. Para ello hay cosas que debe hacer de inmediato -como lo ya señalado- y otras que debe pensar y decidir antes de hacerlas. La sola organización burocrática del Estado y en particular del Ministerio de Seguridad de la Nación, evidencia poca racionalidad; por decirlo suavemente.
Es crucial entender que difícilmente se puedan controlar las calles sin asegurar primero el control de las cárceles. El Servicio Penitenciario Federal tiene que ser revalorado como otra fuerza de seguridad y como tal depender del Ministerio de Seguridad de la Nación, la importancia de los "Candados" al pensar una política de seguridad es protagónica: hacen un trabajo que muy pocos están dispuestos a hacer y representan lo más cerca que se puede estar del delito sin ser un delincuente.
Suele decirse que hay que pensar la seguridad para todos. Eso eso es algo con lo que no puedo estar de acuerdo. La política se seguridad está imposibilitada de pensarse para satisfacer a todos. Sólo debe orientarse, por definición y por principio, a brindar utilidad a la parte de la población que anhela alcanzar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.
El resto de la población, que circunstancialmente puede ser incluso la mayoría (54% del electorado en algún momento), no quiere vivir bajo las reglas emanadas de la Constitución Nacional y no hay razón para buscar congraciarse con ellos ni hacerles concesión alguna. Porque la política de seguridad debe defender la honradez de los honestos tanto como sostener el sistema que valora la honestidad.
El sistema constitucional y su gente son la misma cosa en este punto. Exclusivamente debe destinarse todo esfuerzo de la seguridad a vivir como pensamos, o sea: en el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.
El objetivo primero es entonces satisfacer a las personas de bien. Y el medio es satisfacer a los jóvenes con vocación de servir que se enlistan en las fuerzas policiales y de seguridad. La vocación de servicio incluye ser honesto, y no tendría que hacer esta aclaración si fuésemos una sociedad honesta.
El recurso humano es y será siempre el elemento más valioso de la seguridad. Por ende hay que procurar el cuidado, desarrollo y plenitud de la vocación en los jóvenes que inician su carrera profesional, renovando permanente la motivación para servir desde la idiosincrasia de cada fuerza.
Finalmente, pensar y sentir la seguridad depende de nuestra capacidad para recuperar el sentido común: castigar al delincuente y proteger al inocente.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López