El próximo 10 de Diciembre marcará la mitad del período de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner.
Es un día que llegará puntualmente, aunque existe cierta sensación de retraso producto del adelantamiento de las elecciones legislativas que debían realizarse el cuarto domingo de Octubre y tuvieron lugar el 28 de Junio.
Las razones argumentadas por el oficialismo al apresurar el cronograma electoral han quedado desmentidas por el correr del tiempo. La crisis internacional no era tan embarazosa que pusiera en riesgo la gobernabilidad del país y, desde luego, no ha tenido lugar el diálogo alejado de los intereses partidarios que se prometía abrir una vez superado lo que la Presidente llamó "el escollo electoral". Toda una definición, por cierto.
La verdadera razón de la jugada planeada por Néstor Kirchner se basaba en un preciso cálculo de la tendencia al creciente malhumor social y logró dos importante objetivos: Primero controlar la previsible derrota, que en Octubre hubiese sido de una magnitud aplastante. Segundo ganar tiempo para usufructuar la mayoría parlamentaria imponiendo la agenda y su voluntad sobre una oposición todavía virtual que, además, es muy proclive a la fragmentación. Así superado el "escollo electoral", hay que reconocerle al kirchnerismo ser la única fuerza política que obra con planificación estratégica y la real voluntad de poder que es propia del peronismo.
Del 28 de Junio hasta hoy, la oposición no ha sabido plantarse frente al kirchnerismo y ninguno de sus referentes ha logrado capitalizar el descontento generalizado, ninguno se ha posicionado en la escena brindado esperanzas de algo mejor.
Repito, ninguno ha brindado esperanzas de algo mejor. Y lo más triste del asunto es que ofrecer algo mejor que los Kirchner no necesita de mucho, bastaría con proponer cualquier cosa que contemple un mínimo de decencia y sentido común.
Es la esperanza lo que moviliza el cambio, sin esperanza -y Kirchner lo sabe- se prefiere la continuidad del malo conocido.
Desde el 10 de Diciembre de 2009 y hasta las elecciones presidenciales de 2011, algunas cosas no van a cambiar. Así el kirchnerismo seguirá apostando a la confrontación permanente, porque es su estilo y no va a cometer el error de López Murphy quien ganaba apoyos mientras se ofrecía como un fiero bulldog y los perdió cuando empezó a mostrarse como un pequeño y simpático terrier.
El Gobierno seguirá irritando a tantos como pueda, ensañándose con aquel al que pueda humillar, y cuando no le alcance el número de legisladores para imponer su voluntad en el Congreso se presentará como víctima de los intereses partidarios y pugnas preelectorales de la oposición para recurrir al veto. En ese contexto hay que leer la convocatoria del acto que Hugo Moyano, desde la CGT, proponía realizar el 20 de Noviembre, según dijo: "para defender las instituciones, defender el sistema democrático y para defender a un gobierno que lleva adelante una política nacional y popular", todo lo cual era tan urgente que se postergó por pedido de la Presidente al 15 de Diciembre, cinco días después de la renovación parlamentaria.
De todas formas la sangre no va a llegar al río. Lejos de cualquier visión apocalíptica, lo que nos espera son dos años de monólogos, de gestos autistas y soluciones ausentes. Lentamente, igual que hasta ahora, nos seguiremos acostumbrando a estar cada día un poquito peor que el anterior, al declive de la calidad institucional, a que los cálculos de futuro se reduzcan drásticamente al corto y muy corto plazo y a escuchar que entre acusaciones, operetas y otras "paparruchadas" los que gobiernan pierden tiempo y energías en cuestiones que nada la aportan al interés cotidiano de los ciudadanos, malversando recursos del Estado en luchas de poder.
La cuestión es saber si tal estado de cosas comenzará a revertirse dentro de dos años, o si habrá kirchnerismo por otros cuatro.
En mi conciencia de ciudadano tengo claro a quienes no voy a votar, y como seguramente les pasa a tantos otros, siento la imperiosa necesidad de contar pronto con, al menos, la esperanza de una propuesta y un candidato. No aspiro a identificarme 100% con un programa de gobierno, estoy dispuesto a resignar mucho, pero mi voto exige un mínimo de sentido republicano, de ética democrática, de voluntad de diálogo y consenso, de patriotismo, de previsibilidad; de todo aquello que sin prisa ni pausa el kirchnerismo, con Kunkel, Moreno, D'Elia, el felpudismo de Scioli y las candidaturas testimoniales, entre otros mil y un inventos, piensa seguir destruyendo.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López