Luis D'Elía |
No es que yo sea una luz;
porque asumida mi propia idiotez ya ha pasado el tiempo en que me pensaba un
genio no reconocido. Pero, aún así, tengo la fatal impresión de estar viviendo
una época de creciente idiotez. Las noticias en general reflejan abundancia de
comportamientos que no pueden excusarse por ignorancia, confusión o
inexperiencia, sino que son decididamente idiotas.
Que
Luis D’Elía pida cárcel y decomiso para quienes difundan la cotización del
dólar blue es, ¿qué duda cabe?, sencillamente idiota.
Ahora, que además lo haga proponiendo seguir el ejemplo de Nicolás Maduro es
demostrativo de una idiotez potenciada por la decidida voluntad de ser idiota y
tomando por idiotas a los demás. Para no andar con medias tintas: considero a Luis D’Elía un idiota con
ganas, como suelen ser los enemigos de la Libertad aunque prefieran pasar por
matones.
Venezuela, entregada por
Hugo Chávez a Cuba, tiene en Maduro a un sátrapa castrista que cada día la
vuelve más irracional. Frente a una economía paralizada por los controles, lo
único que se les ocurre a los cráneos del llamado Socialismo del Siglo XXI es
aplicar mayores controles. Desquiciantes controles sobre un pueblo idiotizado
por una revolución idiota conducida por idiotas. Por esta vía va Venezuela camino
a ser otra Corea del Norte, donde lo dramático supera lo ridículo, y entonces ya confirmaremos que la pregunta retórica
con que el Himno Nacional Argentino describía su realidad en 1813 es hoy una
profecía: “¿No los veis sobre el triste
Caracas, luto, y llantos, y muerte esparcir?”.
Cuando el fanático
kirchnerista Luis D’Elía pide cárcel y controles, evidencia que se pretende
imponer en nuestra todavía República Argentina ese mismo proyecto totalitario.
Proyecto que no creo haya muerto en las pasadas elecciones, pues el núcleo duro
del kirchnerismo comparte la idea de profundizar el modelo en la dirección
señalada por D’Elía. Y aunque no lo señalara expresamente, es allí adonde lleva
la mera inercia de las acciones ya ejecutadas por Guillermo Moreno como
mandamás de la economía y “Señor de los permisos”.
Ya no tomo a risa lo que
pasa en Venezuela. Veo con preocupación que Maduro la lleva a parecerse a Corea
del Norte, y así como hoy expropia comercios y saca a las calles para controlar
precios al ejército de cipayos de Cuba, degradación de las que fueron antes de
Chávez las Fuerzas Armadas Venezolanas, mañana estará fusilando gente por tener
algún gesto de vida propia.
Tenemos la creencia de ser
distintos que los venezolanos, y suponemos no ser tan idiotas para caer en lo
mismo. Sin embargo hace diez años que a distinto paso vamos siguiendo su huella,
y no solamente por voluntad del oficialismo: el electo Senador Nacional por la
Capital Federal Fernando Pino Solanas es un antiguo chavista que, con grandes
declamaciones, sostuvo en Caracas, el 21 de Mayo de 2004, que América renace desde el rigor y el esfuerzo
que encabezan Cuba y Venezuela dando ejemplo de “democracia plena”. Llamar
“democracia plena” a la dictadura cubana es una idiotez desenfadada, otra
mentira de la izquierda no cuestionada por el complaciente progresismo; sabrán
sus votantes si son simplemente idiotas, antidemocráticos o las dos cosas por
igual.
No dudo que anida en los
argentinos un fuerte sentimiento de Libertad, en gran medida porque somos la
Nación que forjó su alma en la poética fragua de Vicente López. Pero venimos
flojos de racionalidad y nos están empujando a la intolerancia, como es fácil
comprobar a diario. A la idiotez no se la puede frenar con más idiotez,
necesitamos bajarnos del carrusel de Cristina Fernández y apuntalar lo
racional, organizarnos para defender la Libertad, recordar como decía George
Orwell en 1984 que dos más dos son cuatro y seguirán siendo cuatro sin importar
que nos digan que es tres o cinco. Como liberal digo que con racionalidad y
tolerancia se construyó el liberalismo, con racionalidad y tolerancia es
urgente construir una alternativa para que el país no siga retrocediendo a
discutir cuestiones pre-constitucionales como las libertades individuales, la
propiedad privada, comerciar moneda o la irretroactividad de la ley penal.
Si no organizamos una sólida
barrera al proyecto totalitario, el realismo político indica que la última
esperanza de frenar la idiotez sería el azar: que Venezuela estalle a tiempo y
que lo haga de tal manera que abra los ojos de los idiotizados; igual que un
susto despeja a un mamado. Aconsejo no confiar en el azar, la suerte es grela.
PD: Redacté esta nota para salir en la sección OPINIÓN de Infobae.com en la mañana del 14NOV13, por razones que desconozco no fue publicada en ese medio.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López