La ex Presidente Cristina Fernández de Kirchner, condenada a seis años de prisión por defraudar al Estado e inhabilitada a perpetuidad para ejercer cargos públicos, anunció su decisión de ser candidata en la Provincia de Buenos Aires.
Nada nuevo bajo el sol, apenas otro chiste de la realidad argentina, donde ya la vimos con esa misma condena terminar su mandato como Vicepresidente. Chiste, porque como Vicepresidente podía quedar al frente del Poder Ejecutivo Nacional, lo que significa estar a cargo de la administración general del país y comandar las Fuerzas Armadas cuando ya por sus antecedentes penales no hubiera sido contratada como cajera de un banco ni podido obtener credencial de legítima usuaria de armas de fuego. Chistes sin gracia son los que nos sobran en la política.
Y el referido en particular es una secuela del chiste de la "abogada exitosa" que jamás estuvo colegiada (y nadie suponga que al señalar el punto dejo de aborrecer la colegiación obligatoria), ni firmó escrito alguno como abogada. Chiste que viene de la mano de su esposo, el sí abogado Néstor Kirchner, quien allá por 1999 decía que desde que hacía política sus bienes personales no se acrecentaban sino que disminuían y que en tal sentido apenas tenía un "terrenito" de una hectárea que le costó 27.000 pesos.
O sea, chistecitos como estos van a dejar de ser chistes cuando la decencia no sea negociable. Hoy, en Argentina, a todas luces la decencia es negociable. Por muchas razones que han escindido la política de la moral hasta convertirla en casta, una casta que no deja de ser tal porque se la insulte ocasionalmente.
Cristina Fernández es el exponente mayor de la casta política más desvergonzada y miserable. Y en su "operativo retorno", que no pudo ser "operativo clamor" (téngase presente ese detallecito), reflota su viejo afán de volver a manosear la Constitución Nacional. Ni más ni menos que el engañapichanga preferido del chanterío político: otra reforma constitucional.
Una vez más, y todas las que sea necesario, voy a repetir las sabias palabras de Julio Argentino Roca, el mejor Presidente que tuvo la Nación Argentina, cuando en el discurso inaugural de su primera Presidencia, 12 de Octubre de 1880, iluminó el futuro al decir:
"No hay felizmente un solo argentino, en estos momentos, que no comprenda que el secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución; y no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista. Puedo así sin jactancia y con verdad deciros que la divisa de mi gobierno será: Paz y Administración".
Destaco este concepto: "no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista". Compréndase que con esas palabras Roca se definía como un hombre común, uno más de su generación y no el salvador de la Patria. No pretendió ser "el padre de la democracia", ni autoproclamarse el mejor presidente, ni eternizarse en el poder, ni reescribir la historia, ni creerse dueño de cambiar la historia para siempre. Sin ninguna de las arrogancias tan mediocres como estúpidas que hemos visto desfilar de 1983 hasta hoy, aquellas palabras humildes ponían fuerza en el acatamiento a la Constitución Nacional. En las instituciones como expresión de la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina.
En un todo contrario con aquella humildad que trajo grandeza, la vanidad que trajo miseria ofrece la mágica solución de otra reforma constitucional. Un espejismo en tanto que antes de siquiera pensar en una reforma constitucional el país debe, necesariamente y a través de su dirigencia, hacer un largo y constante esfuerzo por alcanzar y sostener la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional.
En tanto eso no ocurra, cualquier reforma repetirá la infame finalidad de toma y daca que registra la mala reforma de 1994 surgida del espurio Pacto de Olivos, por el cual Carlos Menem obtuvo su reelección a cambio de tirarle unos senadores a Raúl Alfonsín. No había ahí ninguna intención de mejorar las instituciones, ni contribuir al bienestar de los argentinos, fue puramente una farsa.
El engaño en las propuestas de reforma constitucional consiste en presentar a la Constitución Nacional como obsoleta porque no se cumple y prometer que luego de reformarla sí van a cumplirla y hacerla cumplir. Pero esa promesa es pura mentira ya que no les interesa cumplir ni hacer cumplir la Constitución tal como está, ni les va a interesar cumplirla ni hacerla cumplir después de reformarla, porque de esa reforma lo único que les interesa es obtener algún beneficio específico.
Si alguien duda que esto es así, recuerde que Cristina Fernández fue convencional constituyente en 1994. En esa reforma se incorporó al texto constitucional, en el Artículo 86, el órgano Defensor del Pueblo de la Nación. Ese órgano constitucional quedó acéfalo, y por lo tanto inutilizado, en el año 2009, cuando Cristina Fernández cursaba su primera presidencia. Desde entonces el artículo 86 de la Constitución Nacional está derogado de facto, dejando como único resabio una burocracia completamente inútil, sin que ningún espacio político evidencie interés alguno en recordar que todavía puede leerse en la Constitución un artículo 86. O sea: no cumplen ni sus propias reformas.
Pero no sólo la política es responsable de ese ultraje a la Constitución Nacional, como en tantas otras cuestiones el Poder Judicial es cómplice y parte del mismo desprecio hacia las instituciones, por lo que con sus fallos en perjuicio de la ciudadanía contribuye a perpetuar y normalizar la irregularidad de un órgano constitucional devenido burocracia inservible. En definitiva, como siempre, son los jueces los que teniendo las herramientas para hacer cumplir la Constitución Nacional eligen mirar para otro lado.
Cristina Fernández, exponente de lo peor de una dirigencia política que deliberadamente confunde "dirigir" con rapiñar, pretende que no haya elecciones cada dos años sino cada cuatro. Su intención no es otra que ralentizar la erosión de su poder. Del mismo modo, coquetear con la idea del modelo mexicano para elección de jueces por voto popular tiene un evidente tufo a llevar la manipulación política del Poder Judicial a otro nivel todavía más desenfadado, porque si en México es posible que los narcos se hagan una fiesta de impunidad financiando a sus candidatos para jueces, no hay que olvidar el revoleo de bolsos del kirchnerismo ni los billetes contados por kilo. Todos sabemos que las campañas proselitistas requieren dinero, a veces un dinero que la decencia no puede disponer pero que nunca le falta a los corruptos.
Entiéndase que defender la Constitución Nacional es impedir la muerte del sueño argentino. Por eso protejamos la ya bastante averiada voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina, rechacemos cualquier propuesta de reforma constitucional, provenga de quien provenga, hagamos y exijamos el esfuerzo por alcanzar y sostener la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional. La fórmula del éxito no es ninguna poción mágica, son aquellas sabias palabras que pronunció Roca en 1880.
¡CONSTITUCIÓN O MUERTE!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.