El jueves 21 de Octubre de 2021, organizada por la UCEDE, tuvo lugar en su sede de Avenida Belgrano 1156, CABA, el evento "Conflicto Ram: violencia y soberanía", cuyo panel de expositores tuve el agrado de compartir de forma presencial con la Dra. Florencia Arietto y de manera virtual con el periodista Claudio Andrade desde Chile.
Ariel Corbat, Florencia Arietto, Eduardo Bisognin y Marcelo Portas. |
La iniciativa de la UCEDE no pudo resultar más oportuna, puesto que en estos días la cuestión RAM volvió a estar bajo la atención de la opinión pública, tanto por hechos de violencia generados en el sur, como por la manifiesta complicidad del gobierno nacional con los violentos.
En tal sentido la carta de Alberto de la Fernández a la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, es una declaración de alevoso desconocimiento del Artículo 2 de la Ley de Seguridad Interior y evidencia de su parte otro claro incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos.
En razón de ello amplié la denuncia contra Alberto Fernández que, por abuso de autoridad y otros delitos que configuran subversión del orden constitucional, presenté a finales de Agosto ante la PIA (Procuraduría de Investigaciones Administrativas) y que tramita bajo el código de referencia OWCM-492 (ver denuncia).
La complicidad con el terrorismo -de ayer y de hoy- del régimen kirchnerista a través del gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista de Alberto de la Fernández, es más que evidente.
En esto, como en otras cuestiones, se puede apreciar (como con acierto e ironía explicó alguna vez Juan José Gómez Centurión) que los argentinos obramos como si todos al unísono hubiésemos recibido un golpe en la cabeza a partir del cual entendemos todo al revés. Solamente en un país delirante se explica que el Ministerio de Seguridad de la Nación haya denunciado penalmente a vecinos que pedían hacer cesar los delitos, y es ese mismo país donde toda la opereta del Caso Maldonado se sintetiza en el absurdo chiste de humor negro que significa la existencia del "Natatorio Santiago Maldonado", a lo que ahora se suma un seudo presidente que se dice abogado y desconoce elementales obligaciones que la Constitución Nacional y las leyes de la República imponen al Presidente de la Nación.
Tras esta introducción, que da contexto al momento de la charla, comparto el apunte que a través de imágenes preparé pretendiendo exponer en forma ordenada, con algunas observaciones para cada imagen.
En esta cuestión confluyen tantos temas relevantes por sí, que es muy fácil salirse de foco y extraviarse en consideraciones ya históricas, políticas o técnicas, porque todas ellas son interesantes. Por eso necesitaba una guía a la cual ajustarme estrictamente para explicar del modo más claro posible lo anunciado desde el título de mi exposición.
El grueso de la opinión pública se anotició del conflicto RAM de manera muy confusa y sensacionalista a través del Caso Maldonado. Confusión sostenida intencionalmente cuya persistencia en el tiempo es un claro indicador de país profundamente subvertido, que evidencia socavadas tanto su identidad, que es su voluntad de ser, como sus convicciones sobre el deber ser. Por eso el absurdo de comprobar en los hechos que un esbozo de orden jurídico primitivo, el Az Mapu, se utilice como brulote contra el Derecho Argentino. Lo inverosímil no es ficción en Argentina.
Los hechos que constatan esa sorprendente vulnerabilidad son muchos y variados. Tantos que hacer una mera enumeración sería por demás largo. Para intentar sintetizar lo esencial de ellos, recurrí al práctico método de condensar la idea mediante la métrica y la rima. Empecé a escribir desde la intención satírica, con sarcasmo, pero la risa superficial fue de inmediato superada por la amargura profunda de lo que estaba describiendo, así que decidí darle un giro esperanzador sobre el final, lo que determinó el título en alusión directa a esos laureles que ordena el Himno Nacional sean eternos.
Luego me pregunté si resultaba apropiado que leyera versos propios como parte de la charla. Entonces recordé que emulando a Nerón, el seudo presidente Alberto de la Fernández no tuvo reparos en compartir con todos nosotros la canción por él compuesta, que -ideal para cantar viendo los incendios del sur mientras se toca la lira-, dice: “Si me pierdo, yo me encuentro. Si me caigo, me levanto. El secreto en esta vida es seguir cantando”. Sublime, ¿verdad?
De modo que si hay un Nerón, hay lugar para un Petronio. Así que emulando a Petronio, comparto estos versos de mi pluma:
LAUREL
Al sur de Bolivia y Paraguay
en la tierra de los nadies
o el reino del revés,
al policía cachean
los delincuentes junto al juez.
Justo ahí, entre Chile y Uruguay
lo denuncian al que pide
que se cumpla la ley,
porque los ministros cuidan
no al honrado sino a su grey.
No se sabe si argentinos hay,
dicen, que hubo alguna vez,
con Bandera Himno y ley.
Es difícil que se crea,
pero sepan: queda el laurel.
Y el laurel es nuestro deber ser y es Julio Argentino Roca, el mejor Presidente en la historia de la Nación Argentina, quien en su discurso del 12 de Octubre de 1880, dijo esta síntesis perfecta de lo que la República Argentina necesita entender hoy:
"No hay felizmente un solo argentino, en estos momentos, que no comprenda que el secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución; y no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista. Puedo así sin jactancia y con verdad deciros que la divisa de mi gobierno será: Paz y Administración".
Téngase presente al analizar estas palabras que las dijo un hombre de 37 años que alcanzó el rango de General a los 31 años, pero lejos de tentarse con alguna pretensión cesarista se subordina por completo a la Constitución Nacional.
Obsérvese también, que no les echa ninguna culpa a gobiernos anteriores, no se presenta como el salvador de la Patria, ni propone refundarla, ni siquiera presume de alguna superioridad. Su "receta" es simplemente el sentido común de cumplir lo ordenado por los constituyentes, ese valor que compartía plenamente la gloriosa Generación del 80 (a mi entender la mejor generación de argentinos), cuando ser "progresista" era trabajar para el progreso y no, como en el presente, ser un declamativo idiota útil de la manipulación comunista.
Roca, abanderado de la Generación del 80, representa todo lo que estuvo, está y estará bien en la historia de la República Argentina.
Tener claros los conceptos permite discernir la metodología y sostenerla de manera coherente y austera (racional) en la aplicación de los instrumentos.
En concepto de Seguridad Interior es así lo primero que hay que tener claro antes de abordar cualquier cuestión de las genéricamente catalogadas como "inseguridad".
La Seguridad Interior consiste en garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.
Es así desde toda lógica y no puede ser de otra manera. El Estado es un orden jurídico y el carácter coercitivo de la norma jurídica es lo que da razón de ser al monopolio de la violencia por parte del Estado. Por ende la función del gobierno no es otra que lograr la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional.
Y esto significa, entre otras cosas, que todo el gobierno y el Estado debe obrar armónicamente con esa finalidad. Significa también que para alcanzar la Seguridad Interior no basta con el buen empleo de los recursos específicamente asignados a la Seguridad. No es racional que un mismo Estado atente contra sí mismo. No es racional que un gobierno destine recursos del Estado a fomentar aquello que debe ser combatido por las fuerzas del Estado. La defensa del orden establecido es deber y razón de ser del gobierno en tanto poder constituido y no poder constituyente.
Esa noción se ha perdido por completo en Argentina, con gobernantes que dicen creer que su función es ampliar derechos y en nombre de esa desviación subversiva de los fines del gobierno han convertido al Estado en un gigante morbosamente obeso al que, además, han vuelto esquizofrénico y bipolar.
El rancio aroma de la podredumbre llega de aquí hasta Dinamarca cuando, por ejemplo, los usurpadores llegan a las tomas de tierras en vehículos oficiales. Esas incoherencias hacen de nuestro país una suerte de experimento donde se gobierna para averiguar cuánto tiempo puede sobrevivir un Estado atentando contra sí mismo.
El otro concepto a tener claro es el de Inteligencia. La inteligencia, en todo el alcance de la palabra, se ha convertido en algo que Argentina repele. Y eso se nota muy específicamente en relación a la actividad de Inteligencia, que ha sido demonizada a extremos de idiotez descomunal.
Inteligencia es, muy simplemente, el proceso racional que antecede la toma decisiones, consistente en reunir y analizar información para esa finalidad y previendo escenarios futuros.
Inteligencia es la más común de las actividades humanas, la realiza en forma natural cualquier persona que piensa y decide su futuro. Así, por caso, una pareja joven que decide hacer de su amor un proyecto de vida, se proyecta en el tiempo alcanzando distintas metas tales como adquirir cierto bienestar, tener hijos, educarlos, envejecer juntos. Tómese nota pues, que quienes constituyen familia pueden proyectar lo que aspiran a ser en 50 o más años adelante.
Si esos son los horizontes del futuro en la más elemental organización humana, se comprenderá que los términos de proyección de organizaciones complejas, como un Estado o grandes empresas, son cuánto menos similares y en general se extienden más allá de una generación. Los países que ocupan un lugar en el mundo, en su voluntad de seguir existiendo, se plantean que lugar quieren ocupar dentro de un siglo, y en ello contemplan también, como ocurre en todo entorno competitivo, las razonables aspiraciones de los otros países. Y por lógica cuando perciben que un país actual no ocupará ningún lugar en el futuro, pujan por abarcar ese espacio vacío.
Por eso la Inteligencia es un atributo de la soberanía, porque en definitiva la soberanía no es otra cosa que la capacidad de decidir el propio destino.
Argentina no es hoy un país soberano. El gobierno de Alberto de la Fernández es un gobierno títere de la dictadura castrista, y basta ver el alineamiento argentino en materia de política exterior para entender que las decisiones de la Cancillería Argentina se toman en La Habana. No por casualidad, la misma capital en la que la organización terrorista Montoneros tuvo su comandancia, entre 1978 y 1982, ubicada en el inmueble dispuesto al efecto por el servicio de Inteligencia de la tiranía castrista, dependiente de la URSS en el marco de la guerra fría.
En consecuencia la intervención de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) en cabeza de la castrista Cristina Caamaño, quien abiertamente delinquió al hacer pública información reservada que expuso intencionalmente actas de los cuatro años del interregno macrista, como si el Estado no fuera una continuidad histórica y debiera refundarse con cada cambio de gobierno, hizo de la AFI el único servicio de Inteligencia del mundo que en lugar de proyectar escenarios futuros, mirando uno, cinco, diez, cincuenta años adelante, escarba en su pasado buscando mugre para incriminarse alimentando al negociado de los derechos humanos.
El concepto de Inteligencia es tan desconocido que es muy común escuchar de boca de personas que se supone formadas, como periodistas o funcionarios de los tres poderes del Estado, estupideces absolutas como que "está prohibido hacer Inteligencia interior" o que "para hacer Inteligencia se requiere una orden judicial".
Tan atributo de la soberanía son los servicios de Inteligencia que es imposible adquirir eficiencia en Defensa o Seguridad sin soporte de Inteligencia. "Toda cuestión requiere un conocimiento previo" enseñó el General chino Sun Tzu hace unos 2400 años. El General José de San Martín, un aplicado discípulo de Sun Tzu, siguiendo sus enseñanzas logró afirmar en el campo de batalla la Independencia de los argentinos. Sin Inteligencia no volveremos a ser un país independiente, sino uno gobernado por sátrapas, indefenso e inseguro.
En otras palabras: el principal problema de la Argentina, el que permite y potencia todos los demás, es que estamos cayendo bajo un régimen totalitario de corrupción estructural implementado desde un gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista.
Sobre los conceptos enunciados cabe preguntarnos: ¿cómo se llega a que el Derecho Argentino resulte desafiado por un orden jurídico primitivo?
Y la respuesta requiere contemplar la historia en forma dinámica. Los araucanos acunaron el término "huinca", que significa "nuevo inca" para referirse al hombre blanco, al español de la conquista. Y ello tiene su explicación en que fueron migrando hacia el sur para no caer bajo dominio del Imperio Incaico primero y del Imperio Español después. Eso hizo que acentuaran su carácter nómade generando normas, reglas de conducta de tipo consuetudinario, que los afianzaron como tribus incivilizadas y primitivas. Incivilizadas desde el sentido literal de la palabra, por no haberse asentado construyendo ciudades (para evitar ser sometidos) y primitivas en tanto no desarrollaron más que una economía de subsistencia como recolectores y cazadores.
El sistema normativo araucano conocido como Az Mapu, por esa necesidad de fuga impedía desde creencias animistas y gran cantidad de tabúes que cualquier miembro de la tribu pudiera obrar con la mínima libertad para reconocerse como individuo, por ende tampoco desarrollaron el concepto de propiedad privada. Esos son aspectos que facilitan la exacerbación y el uso del resentimiento desde la izquierda, pues en la idealización artificiosa de esa idiosincrasia, se pretende que los "mapuches", palara que se traduce como gente de la tierra, brotes de la tierra o, simplemente, la gente, vivían armonía con la naturaleza. Se crea así un mito del paraíso mapuche que guarda una sutil diferencia con el mito bíblico del paraíso, pues mientras que en el mito bíblico Adán y Eva fueron expulsados del paraíso por un acto de Libertad en el mito araucano el estado de naturaleza se quiebra por la irrupción del hombre blanco que desvanece el pretendido paraíso mapuche. El paraíso mapuche es pues la negación de la identidad individual y el ejercicio del libre albedrío, es no trascender el estado de naturaleza; es atraso.
La dificultad del araucano para adaptarse a la cultura del conquistador español, notoriamente más avanzada que la cultura incaica y mucho más aún del araucano que todavía usaba herramientas de piedra, fue una fuente de constante conflicto, para el español primero y para el Estado Chileno después.
Y aquí es preciso puntualizar que todo Estado es un orden jurídico, no todo orden jurídico es un Estado. El Az Mapu, en tanto orden jurídico primitivo, no tuvo tiempo de evolucionar ni siquiera para constituir un proto Estado. En consecuencia nunca existió un Estado araucano.
Así, mediante el parlamento de Quillín, el 6 de Enero de 1641, que falazmente se interpreta desde el indigenismo aparateado por la izquierda como un reconocimiento de España a la independencia araucana, los caciques araucanos lejos de afirmar su independencia se aceptaron vasallos del Rey de España. Y dos siglos después, en 1860, varios caciques araucanos volvieron a reconocerse vasallos, pero esta vez del aventurero francés Orélie Antoine de Tounens, quien intentó realizar su fantasía de ser coronado rey de una Nueva Francia a la que luego llamó Reino de la Araucanía y poco más tarde, conforme a su delirio de grandeza, Reino de la Araucanía y la Patagonia. A ese reino de fantasía le puso fin el Comandante chileno Cornelio Saavedra, nieto del que fuera jefe de Patricios.
La pacificación de la Araucanía en Chile y la Campaña al Desierto en Argentina, donde los araucanos obraban como verdaderos piratas terrestres dedicados, malón mediante, al saqueo, robo de ganado, secuestro de mujeres, etc, reafirmó que en el sur de la América solamente tienen derechos dos Estados, Chile al oeste de la Cordillera de los Andes, y Argentina al este. Acá no hubo, no hay, ni habrá margen jurídico alguno para argumentar la existencia de un Estado mapuche.
Sobre esa historia y ya desde comienzos del Siglo XX los comunistas comenzaron a explotar el resentimiento araucano, a pesar de los muchos araucanos integrados y reconocidos como patriotas chilenos. Ya más acá en el tiempo, durante el gobierno de Salvador Allende, que pretendió hacer de Chile el portaaviones de la revolución castrista, el gobierno comunista intentó falsear la historia chilena, pretendiendo, contra toda evidencia de la historia documentada, que los araucanos eran la base de Chile al tiempo que se incentivaban conflictos por la propiedad de la tierra. El patriótico golpe de Estado liderado por el General Augusto Pinochet devolvió la racionalidad a Chile, retomándose la senda del integracionismo. Reivindicando el mismo Pinochet a los araucanos/mapuches como originarios de Chile.
La violencia ideologizada que hoy se manifiesta a uno y otro lado de la cordillera, comenzó a ser fogoneada de forma constante cuando (a la caída del infame muro de Berlín y el colapso de la URSS) los intelectuales comunistas asumieron que el proletariado prefería siempre el confort capitalista a cualquier paraíso socialista. En función de esa derrota, plantearon la necesidad de un nuevo sujeto revolucionario, que sería difuso: cualquier actor capaz de generar conflictividad y plantear contradicciones al interior de las sociedades libres y capitalistas.
Esa acción subversiva comenzó a operarse sobre la cultura, idealizando con fines de captación a todo actor social que pudiera canalizar rencor, tanto difundiendo falacias como aplicando elementos de dialéctica negativa, que paulatinamente fueron pasando de la teoría a la práctica mediante la violencia como ensayo revolucionario.
Este resumen histórico, permite apreciar que no estamos ante un conflicto espontáneo, de raíces originales y argumentos reales, sino ante una construcción artificial que descubre, en el disfraz de poncho y sombra roja, la existencia de una Guerra de Inteligencia.
Ahora bien, antes de explicar en qué consiste una Guerra de Inteligencia y como se libra, es preciso aclarar que la Nación Argentina es blanco de ataques pero víctima de nada.
La sola idea de aceptarse víctima refleja un pensamiento pusilánime, de vasallos, de sometidos que abandonan o resignan su destino a las decisiones de terceros. Es indigno y estúpido no defender el propio interés y llorar porque los demás no lo defienden por nosotros. Y en este punto no hay cabida alguna para la autocomplacencia.
Si obramos como un país de subnormales, gobernados por el muñeco a hilo de una bipolar y aceptamos eso en lugar de hacer lo que debemos hacer, que es vivir como fue pensado desde el Himno en 1813 y por los constituyentes de 1853/60, no podemos culpar a nadie más que nosotros por la decadencia de ser un país dañado en sus instituciones, degradado en su cultura y con miseria tanto material como intelectual.
Una Guerra de Inteligencia es la puja solapada entre distintos actores de un mismo escenario por lograr que sus decisiones prevalezcan en función del futuro proyectado por sobre las decisiones y proyección de cualquier oponente.
En su curso las organizaciones de Inteligencia sostienen operaciones de Inteligencia y Contrainteligencia ofensiva, no hay reglas convenidas y puede manifestarse en forma violenta, incluso con otros tipos de guerras.
La Guerra Fría, por su magnitud, es el ejemplo clásico de Guerra de Inteligencia.
Las guerras de Inteligencia se caracterizan por:
- Ser deliberadas y planificarse prolongadas en el tiempo.
- Los actores principales evitan mostrarse.
- Las acciones que se hacen públicas se presentan bajo cobertura de pretextos que disimulan la motivación real.
- Se dan por finalizadas cuando el adversario ya no está en condiciones de afectar con sus decisiones el interés a resguardar en el escenario proyectado.
- Para un Estado, perder una guerra de Inteligencia puede significar ser considerado un Estado fallido.
La acción subversiva contra una Nación busca antes que nada herir la identidad nacional, algo que parte desde el marco teórico buscando legitimarse en las aulas universitarias y ambientes intelectualoides dando entidad de saberes a consignas que tienden a la desmoralización. Subvertir la cultura tiene un objetivo próximo que es convertir las convicciones en dudas y el orgullo en vergüenza y culpa. Así a la Nación Argentina fue logrado, desde la mentira de los 30.000 desaparecidos, que se sienta culpa por habernos defendido del terrorismo castrista. Con esa culpa absurda se logró estigmatizar y aborrecer a nuestros propios soldados, porque un país que condena a sus defensores se condena a no tener futuro. Y en la misma lógica se pretende hacer pasar por genocidio la Campaña al Desierto, lo cual lleva a creer que la Argentina misma es una idea criminal. Y ello porque el objetivo final de toda operación subversiva a escala nacional es el exterminio de la Nación subvertida.
La comandancia desde la que hoy se ataca a la Nación Argentina es Cuba. Esa dictadura a la que toda la progresía latinoamericana nunca llama dictadura, y donde se da la curiosa casualidad que acuden por atención médica, propia o de familiares, personajes como Evo Morales y Cristina Fernández de Kirchner.
Entendiendo ello la atención puesta en los hechos del sur no debe hacer olvidar que durante los cuatro años del gobierno del presidente Mauricio Macri, el entonces embajador cubano en Argentina ofició como jefe de la oposición, sosteniendo un perfil muy alto con evidente intromisión en asuntos internos de la República Argentina. Estos hechos fueron denunciados en su momento a la Cancillería por la agrupación de abogados Bloque Constitucional, sin que el gobierno hiciera nada al respecto.
Las acciones incluían, entre otras, el adoctrinamiento de niños en ideas comunistas bajo el pretexto humanitario de la Propuesta Tatú, mediante la cual médicos recibidos en Cuba (la medicina es utilizada como propaganda y tapadera de operaciones de Inteligencia por la dictadura castrista) despliegan actividades en zonas donde, siempre casualmente, hay tomas de tierras y otros conflictos. Por caso, en Guatemala, en la Región del Biobío en Chile y en nuestro país en las provincias de Santiago del Estero y Buenos Aires.
Y ello sin olvidar casos como el de la Escuela Emerenciano en Chaco, donde se idolatra al criminal Ernesto Guevara y se izan en un mismo mástil las banderas argentina y cubana.
El fomento de ideas contrarias a la Constitución Nacional y que se adoctrine con ellas a niños, es algo que ocurre sin consecuencias en esta Argentina que desmemoriada y falta de voluntad permite que la despojen abiertamente de su identidad y soberanía.
Con el retorno del kirchnerismo al poder, el alto perfil del embajador Orestes Pérez ya no tenía necesidad de ser, motivo por el cual fue reemplazado por Pedro Pablo Prada Quintero quien, formado en la URSS, adoptó un perfil de menor exposición. La Inteligencia cubana sigue operando con disciplina y métodos de la KGB, que el embajador Prada conoce muy bien.
Todo lo expuesto demuestra que en la actualidad el principal problema que padece la Nación Argentina es el gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista de Alberto de la Fernández, exponente miserable de una casta política cuya existencia sentencia como fallido al intento democrático iniciado en 1983, y que de mantenerse en el poder implica un serio riesgo de desembocar en un Estado fallido, lo que hará de la otrora orgullosa Nación Argentina otra satrapía castrista como la triste Venezuela.
No otra cosa puede esperarse de un gobierno cuyo mascarón de proa es quien en 2018 afirmó que "Un tipo que reivindica a Roca es solamente un pelotudo".
Esa frase, que revela una soberbia e ignorancia imperdonable, explica el fracaso y traición a la Patria de los que no volvieron mejores, como prometían a los incautos, sino peores.
Sin embargo, cabe admitir que al final de cuentas aquel Alberto Fernández tenía razón: resultó muy cierto que "un tipo que reivindica a Roca es solamente un pelotudo", porque nada reivindica más al Presidente Julio Argentino Roca, que ver a Alberto de la Fernández, un tremendo pelotudo, en la Casa Rosada.
Cualquier percha tiene más capacidad y dignidad para sostener la investidura presidencial que este Nerón de guitarra en vez de lira.
La enfermedad que amenaza la existencia de la Nación Argentina está en el gobierno, el remedio está al alcance de la mano si activamos a tiempo la reacción republicana:
¡CONSTITUCIÓN O MUERTE!
PAZ Y ADMINISTRACIÓN
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.