"Cada vez me convenzo más de que el macartismo es un sano y noble sentimiento"
(Oportuna ocurrencia de
mi amigo Nicolás Márquez,
que me hizo reír a carcajadas)
Con la renuncia de Guillermo Moreno Axel Kicillof puede sentirse Ministro de Economía, algo que Hernán Lorenzino nunca fue. Nadie ignora que hasta aquí la economía argentina estuvo dirigida con gestos de patotero por el "Señor de los permisos", impulsor de aprietes varios y cobrador del "pongui-pongui" ante el que sin ninguna dignidad se arrodillaron buena parte de los empresarios. Esa cobardía cómplice, por la que (entre otros ejemplos) desaparecieron de los diarios las ofertas de los supermercados, no conviene olvidarla si queremos entender el cuadro de situación en su completa dimensión. El mal de nuestro país no se agota en el Gobierno, se extiende también a la oposición, a los sectores dirigenciales sin distinción de sector y a la propia ciudadanía. Todos tenemos alguna responsabilidad en haber puesto al país en la decadencia en que se encuentra, por acción o por omisión, por pasión o por pecho frío. Acá nadie orina agua bendita.
Desde luego la mayor responsabilidad es del gobierno, pero así como los procesistas no bajaron de un plato volador el 24 de Marzo de 1976, tampoco el kirchnerismo salió de un repollo el 25 de Mayo de 2003. La historia no se descuelga, se asume.
Si manejada por Guillermo Moreno la economía iba mal, no aliento esperanzas que vaya a mejorar conducida por Axel Kicillof. De hecho, los fracasos que hereda Kicillof no son todos exclusiva responsabilidad de Moreno: estaban bien juntos, codo a codo, cuando lanzaron el CEDIN, y ninguno de los argumentos expuestos entonces por Kicillof pasó el examen de la realidad. Un fiasco, como aquel bar llamado "Espero Infinito" que terminó en quiebra. Sí. Como antecedente en gestión el actual Ministro de Economía reporta la quiebra de un bar, tarea mucho más compleja que administrar el Estado cuando se cree que el Estado puede fabricar su propio dinero.
Sobre esos antecedentes no se puede esperar racionalidad cuando la Presidente Cristina Fernández, tras haber tomado juramento al recambio ministerial, anuncia que hay que seguir profundizando el modelo. Ya en su alta médica, con el video filmado por Florencia Kirchner, quedaba claro que el idiotismo latinoamericano se viene con todo. No hay otra receta en el gobierno que mayores controles y menos Libertad, y por si alguien dudaba que el horizonte es Venezuela ahí estuvo, en primer plano, el simbolismo de las flores de Hebe de Bonafini y el perro venezolano bautizado "Simón", bautizo que antes que a Simón Bolívar homenajea a Hugo Chávez. La única señal de racionalidad que dejó el retorno fue la salida del riguroso luto, gesto que por tardío no deja de ser bienvenido.
Y tan sólo en eso quedó lo positivo. La decisión política que surge del discurso de la Presidente Fernández a su militancia en el Patio de las Palmeras sigue siendo la de ir por todo, no aceptando por realidad otra cosa que el propio relato según el cual el kirchnerismo es siempre exitoso, una suerte de Rey Midas que convierte en oro lo que toca. Cosa que parece ser cierta cuando se piensa en el patrimonio de algunos funcionarios, incluida la propia Presidente.
Mientras La Cámpora insistía en revivir la mística setentista con cánticos fuera de época, queriendo repetir una historia que les mal contaron y que sólo pueden emular en tono de farsa, al ver que flameaban en el Patio de las Palmeras los trapos rojos con la hoz y el martillo de comunistas que deberían estar en formol, recordé un párrafo del "Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano" que, aunque escrito en 1996, parece una descripción actual del kirchnerismo. Lo transcribo con mis agregados entre paréntesis:
"En apoyo de nuestro político (Cristina Fernández, por caso) y de sus posiciones estatistas, vendrán otros perfectos idiotas a darle una mano: economistas, catedráticos, columnistas de izquierda, sociólogos, antropólogos, artistas de vanguardia y todos los miembros del variado abanico de grupúsculos de izquierda: marxistas, trostkistas, senderistas, maoistas que han pasado su vida embadurnando paredes con letreros o preparando la lucha armada. Todos se movilizan en favor de los monopolios públicos. La batalla por lo alto la dan los economistas de esta vasta franja donde la bobería ideológica es reina. Este personaje puede ser un hombre de cuarenta y tantos años (Axel Kicillof), catedrático en alguna universidad, autor de algunos ensayos de teoría política o económica, tal vez con barbas y lentes (vale para las prolijas patillas), tal vez aficionado a morder una pipa y con teorías inspiradas en Keynes y otros mentores de la social democracia, y en el padre Marx siempre presente en alguna parte de su saber y de su corazón. El economista hablará de pronto de estructuralismo, término que dejará seguramente perplejo a nuestro amigo, el político populista, hasta cuando comprenda que el economista de las barbas (o las patillas) propone poner a funcionar sin reatos la maquinita de emitir billetes (que ya está funcionando) para reactivar la demanda y financiar la inversión social. Será el feliz encuentro de de dos perfectos idiotas"*.
Creo que el rumbo está claro, tanto como para intuir que al Ministro Kicillof le podrá ser de gran utilidad la experiencia adquirida en Buquebús, cuando debió buscar refugio huyendo a la cabina del Capitán; y es que del populismo al "calor popular" puede haber muy poca distancia.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
* "Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano", Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, Editorial Atlántida, España 1996, pág.25 y 26.