La primera vez que vi esa foto de Malvinas sonreí. Icónica, pensé. Por alguna razón imaginé que captaba un instante de felicidad contagiosa, a mitad de camino entre la jovialidad estudiantil de fin de curso y la irrealidad de ciertos sueños que se sueñan despierto. Parecía un cuadro de historieta accidentalmente pasado a la vida. La pose del pibe, llevando con la diestra el fusil a la espalda, como así también los detalles, la cinta con municiones, los binoculares, las granadas, la cantimplora, el borcego en escalón sobre la piedra, el pucho sostenido por los labios insinuando una sonrisa, la barba proclamando estar en campaña, la sombra del casco ocultando los ojos, el pañuelo camuflado y hasta el reloj asomando bajo el puño de la campera, le daban trazos de Hugo Pratt; como dibujado para alguna aventura de Ernie Pike en la Segunda Guerra Mundial.
El pibe de la foto irradia confianza; incluso se puede adivinar cierta altanería digna de un Lavalle. Cabía preguntarse si en el desarrollo de la guerra tuvo oportunidad de demostrar su valía o solamente posó para la foto. Lavalle tuvo con qué, ¿tuvo eso mismo el pibe de la foto? No supe despejar esa incógnita hasta tiempo después.
Resultó ser que el pibe de la foto era el Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, egresado en comisión del Colegio Militar de la Nación el 7 de Abril de 1982, destinado al Regimiento de Infanterìa 4 con asiento en Monte Caseros y enviado a Malvinas. Su desempeño en batalla fue notoriamente agresivo y lo hizo merecedor de la Medalla "La Nación Argentina al valor en combate". Combatió en distintos puntos cercanos a Puerto Argentino, primero desde las posiciones del Ejército y luego, hasta después de la rendición, junto a hombres del Batallón de Infantería de Marina 5 al mando del Guardiamarina Carlos Ricardo Bianchi. Lavalle lo miraría como a un par.
Las armas que tuvo a su mano las usó todas contra el enemigo, disparó sobre la infantería inglesa, les arrojó granadas y ametralló helicópteros; los ingleses también le tiraron duro. Pero aún así -o acaso por eso mismo- estalló de bronca antes de dar por cierta la noticia de la rendición. En el libro "Malvinas en primera línea", de Lautaro Jiménez Corbalán, recuerda Llambías Pravaz sobre esos momentos: "A esa altura de los acontecimientos, yo no quería saber nada con nadie, estaba dolido, desilusionado, sólo queríamos ir con Bianchi a bajar un helicóptero".
Nunca voy a entender completamente como es que volví a pensar en esa foto y el libro de Jiménez Corbalán en mitad de un recital de Kiss. Mi mente suele hacer esas cosas de mente. Tal vez alguna asociación con Feeed!, la banda de rock malvinero que a veces es Llambías + 5. En cualquier caso, ahí mismo comenzó a rondarme una letra. Hoy en el tren ordené mis garabatos mentales:
LA MEJOR
JUVENTUD
Va en vuelo
rasante
un amor
gigante
acariciando
el mar
con
delicado guante,
yendo a
bancar el aguante
donde los
que aguantan
son
nuestros infantes,
los del
cuatro, del cinco,
del seis,
del veinticinco
borcego,
turba y acampe.
Recuerdo,
recuerdo
la plaza
del pueblo
aquel beso
en Enero
y tu cuerpo
en Febrero;
en Abril
juré volver:
Si te amo
mujer
no puedo
cuidarme,
tu amor no
es de un cobarde
te quiero
merecer,
por eso me
arde la sangre,
por eso
peleo,
por eso me
juego,
porque
pienso en tus besos
y soy fuego
en el fuego.
Te amaré
como te amé.
La espera
nos diezma.
El ansia
nos quema.
Patria,
para tu gloria
la mejor
juventud
da combate
a tu salud
¡Come on,
british come on!
Lautaro grita llamando a pelear
Llambías tira, tira, carga y vuelve a tirar.
¡Come on,
british come on!
Vos por tu reina que yo por mi Nación
la sangre es nuestro pacto de coraje y honor
¡Come on,
british come on!
Este dolor ya no hay quien lo pueda cortar.
Muerte y verdad, una hora más, una bala más
¡Come on,
british come on!
hay furor
de pogo en este rock and roll
y el tiempo dirá que nunca, nunca terminó...
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