El 6 de noviembre de 1965 carabineros chilenos y gendarmes argentinos se enfrentaron a tiros en la zona -entonces bajo disputa- de Lago del Desierto, en la Provincia de Santa Cruz. La escaramuza culminó con la muerte del teniente de carabineros Hernán Merino Correa y la captura de sus camaradas, los que dos días después fueron devueltos a su país junto con el cadáver del teniente.
Chile, como pueblo que no traiciona a los suyos, lo considera con justicia un héroe nacional reconociendo en su sacrificio un acto digno. Consecuentemente, el 23 de julio de 1966 le concedió a Merino el “Premio al Valor” por su actuación heroica, patriótica y abnegada en el cumplimiento de sus deberes profesionales.
La bandera chilena que osó flamear en territorio argentino y a cuya sombra murió Merino, fue capturada, conservada y honrada desde entonces bajo la orgullosa guarda de nuestra Gendarmería Nacional. No es un "trapo" sin valor, es una enseña en la que confluye el más alto sentido del honor en el cumplimiento del deber, tanto de los chilenos como de los argentinos que combatieron en 1965.
El 27 de Abril de 2017 esa bandera es devuelta en Chile a los carabineros. No estoy de acuerdo. El lugar de esa bandera es acá, igual que es en Buenos Ayres donde deben permanecer las banderas y estandartes capturados al invasor inglés en las gloriosas jornadas de la Reconquista y la Defensa. Y para que no queden dudas diré lo que duele brutalmente, igual que es en Gran Bretaña donde deben permanecer las banderas capturadas por los británicos en su última invasión tras la Reconquista de las Islas Malvinas.
Las banderas que fueron sostenidas con sangre una vez capturadas se guardan y honran, no se devuelven. Los únicos que tienen derecho a dejarlas en manos del enemigo son los propios combatientes, nunca los que vienen después. No es humillación al paso de la historia conservar las banderas del entonces enemigo, ni se rebaja una bandera cuando combate mediante pasa a ser "trofeo de guerra"; al contrario: el orgullo de haber combatido requiere un enemigo bien valorado, respetado. No se guardan trofeos ni se conserva la memoria por haber enfrentado a cobardes, insignificantes o despreciables.
Se equivoca la ministro de Seguridad Patricia Bullrich cuando afirma que esta devolución "es un gesto político de fuerte amistad". No lo es. La historia se asume, no se descuelga. Devolver esta bandera es como haber descolgado el cuadro de Videla: querer que la historia sea la que nos gustaría y no la que fue. Más aún, es doblemente agraviante.
Si el kirchnerismo falseaba la historia con propósitos orwellianos, CAMBIEMOS parece relativizar el simbolismo del pasado con una liviandad de concepto tan peligrosa como la falsificación. Porque con esa mirada superficial se corre el riesgo de convalidar lo falsificado si queda bien bajo la mirada progre, como sigue pasando en el Museo Malvinas. La batalla cultural pasa por afirmar la identidad nacional y no se tiene identidad sin afirmar la historia en la verdad.
Nosotros no tenemos derecho a devolver esa bandera, ni los chilenos el derecho de aceptarla, pues la sangre de Merino es un compromiso de honor en ambos lados de la cordillera. Devolver una bandera que alguien defendió con su vida es restarle valor a ese sacrificio. Hablamos de naciones, no de gestos individuales de soldado a soldado, la conciencia y los sentimientos de un hombre no responden a iguales parámetros que la conciencia de un país.
Y otra vez lo diré brutalmente, sería indigno aceptar de manos del inglés, con la misma mano del mendigo o el suplicante, cualquier Generala Albiceleste sostenida por la sangre de los 649 y todos sus camaradas que a sangre y fuego batallaron en Malvinas.
Las banderas perdidas en combate se recuperan en combate o se honran para la historia.
Sin ninguna necesidad la sobreactuación del presente lesiona gratuitamente el orgullo de los gendarmes y los carabineros.
¡Gendarmería Nacional: Honor y Gloria!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López