martes, 17 de marzo de 2015

TIGRE MC LAREN Y LA NOCHE TURCA DE ONUR



Tigre Mc Laren atraviesa un período de concentración artística, mezcla de explosión vocacional con deseo de evasión que cada tanto ocurre. Prácticamente no sale de su atelier. Ni radio ni televisión contaminan su impulso hacedor cincelando la forma escondida en un bloque de granito. De vez en cuando algún amigo lo acompaña sin por ello quitarlo de la ausencia, acepta compartir el mate, finge seguir una charla, pero su mente está encerrada en la forma que debe liberar de la piedra. 

Así las cosas no sabe Tigre las últimas noticias, ignora tanto los resultados del fútbol como los vaivenes de la política. El trabajo es su exilio, con una eficacia que no lograría en el más lejano de los países. El riesgo es no volver, claro. La mente le puede encontrar el gusto al aislamiento, creer que es mejor quedarse a resguardo del mundo, cercano y hostil. La tentación siempre latente del artista es vivir en otra realidad, trascender la mediocre contextualidad de su tiempo, eludir el aburrimiento de las pasiones efímeras y los pensamientos cortos. 

Ni remota idea tiene pues Tigre Mc Laren de los suspiros que despierta, en buena parte de las televidentes argentinas, un tal Onur. Desconoce por completo que la magia de la televisión hizo de Sherezade una mujer de este tiempo y que, desde Turquía a la Argentina, corre la fantasía suspirante de caer en los brazos del tal Onur.


El que supo y lo entendió fue su amigo Luis, quien estrenando las seis décadas con el vigor de los nuevos treinta vislumbró que hoy, para la conquista amorosa, es beneficioso jugar de turco. Un galán hace lo que sea necesario para llevar su presa a la cama. Bien parecido y agradable en los modos, el juego de seducción surgió naturalmente cuando ella respondió la insinuación de la mirada con una leve sonrisa. Directa, pero elegante, con ese encanto de soltería juvenil que gustan exhibir las divorciadas sin trauma que transitan los cincuenta. En la aproximación de la charla, en una mesa de cena concertada, ella dejo entrever sus encantos con alguna reserva histérica. Que sí, pero no. Aunque a todo seductor le gusta superar la dificultad, por momentos Luis creyó que lo mejor sería decirle "esperame que ya vuelvo" y salir discretamente para no regresar jamás. Entonces, cuando el desánimo parecía apresurar el adiós ella se permitió algún pensamiento sobre los encantos de la noche y sus deseos de conocer Estambul. Luis la cazó al vuelo. Se dijo turco sin que sus facciones lo desmintieran. Al instante ella dejó de lado el no y fue todo sí. Luis pasó a ser "El Turco", y si no dijo llamarse Onur fue porque antes se había presentado como Luis. No era cuestión de exagerar.

Con todo, el sí de la dama se guardó una complicación para después del postre. No le gustaban los hoteles y su departamento estaba en arreglo. Luis maldijo el modo en que se alinean los elementos conspirando contra la libre fornicación, porque si bien vivía solo en esos días tenía de huésped a su tía Sara. La dulce anciana de 86 años venía cada tanto a Buenos Aires desde Córdoba. Una mujer excepcional, dueña de una voluntad inquebrantable. Pese a que caminaba con dificultad, ayudándose con un bastón de tres patas, y que su lucidez comenzaba a vacilar, seguía siendo tan autónoma como firme.

Cuando El Turco le explicó a su conquista la razón por la que sería mejor ir a un hotel, ella respondió que jugar a las escondidas le resultaba estimulante, como si fuera una adolescente burlando la autoridad de sus padres. Rieron. Minutos luego, sintiéndose cómplices, entraron a hurtadillas en el dormitorio de Luis.


La noche turca prometía atesorar recuerdos soñados, casi en las dimensiones épicas de aquellos míticos tatuajes fijando en la piel más sensible los gratos momentos vividos en Constantinopla. El calor, la fantasía y el sabor a travesura de pendeviejos completaba la ilusión. Los gemidos rompieron el silencio conjurado para hacerse susurros de palabras.

- Turco mío, mi turco...
- Sentime la cimitarra...

Y en la escalada del frenesí las palabras se hicieron voces.

- Me vas a matar Turco... ¡Ah! Dame toda la noche...
- Te doy las mil y una noches...
- ¿Soy tu Sherezade?
- Si, sí, sí...

Hasta que las voces se hicieron gritos:

- ¡Oh! Me estás matando Turco....
- Te mato...
- ¡Me matás Turco! ¡Turco salvaje me estás matando!
- Sí, sí, sí!!!
- ¡Ay Turco, me estás matando!

Entonces, simplemente pasó. La puerta se abrió violentamente, aunque no lo percibieran los amantes al borde del clímax. En el fragor del entrevero no vieron la sombra terrible que, proyectándose al cuarto en la fugaz eternidad de un instante, anunciaba la inminencia de la furia. Los gritos llegaron confusos hasta lo profundo del sueño, por eso el atávico instinto de la raza acudía en auxilio de la víctima del turco. Con el recuerdo centenario de horrores otomanos, sacando a relucir esa voluntad inquebrantable de siempre sobre su cuerpo enclenque, la Tía Sara se abalanzó sobre la cama blandiendo el pesado trípode de su andar por sobre la cabeza. La sangre armenia clamando venganza lograba sacar fuerzas de flaquezas y al grito de "¡Turco asesino!" lo bajó furiosamente sobre la espalda de Luis. No una, sino tres veces.

Por fortuna para Luis aquellos golpes fueron más espectaculares que efectivos. Apenas dos costillas fisuradas y unas hematomas sin mayores consecuencias que el dolor repentino ante cualquier movimiento descuidado. A la tía Sara le fue peor, el agotamiento que le causó la impresión y el esfuerzo terminó en desmayo, por lo que sigue internada. Y sedada. Que su sobrino, de pura ascendencia armenia, se hiciera pasar por turco fue un disgusto capaz de llevarla a la tumba.

Mate mediante, cree Coqui que acaba de contarle el infortunio turco del amigo en común a Tigre, y largando la risotada concluye el relato con una aseveración mordaz:

- En fin, que se joda por jugar al Onur.

Pero Tigre, entre mate y cincel, no ha registrado nada. Y acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", volviendo de su exilio escuchó la última frase como si fuera la primera. De ahí la pregunta:

- ¿Onur? ¿Quién carajo es Onur?




Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López


¿Qué es la Derecha?

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La Derecha, soy yo.

Ariel Corbat

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