sábado, 28 de octubre de 2017

A 100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA


Por Mario Santos.

Nacido y criado en Balvanera,
columnista de La Pluma de la Derecha.

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Zar Nicolás II de Rusia, conocido como “Nicolás el Sanguinario” debido a la Tragedia de Jodynka,
el Domingo Sangriento y por los pogromos antisemitas que se produjeron durante su reinado.


El 25 de Octubre de 1917, hace exactamente cien años, los guardias revolucionarios asaltaron el Palacio de Invierno.

A las órdenes León Trotsky y Vladimir Lenin, los revolucionarios depusieron al gobierno democrático provisional de Alexander Kerensky, cuyo gobierno había sido establecido tras la primera revolución, la de febrero, que terminó con la monarquía del Zar.

Es una fecha importante en la historia humana, porque significó una regresión triste hacia el absolutismo y despotismo, que tanto habían caracterizado al régimen imperial ruso, la última monarquía absoluta de Europa, que desapareció tan tarde como el siglo XX.

La tiranía y el despotismo se habían personificado durante años en aquel absolutismo imperial que no conocía límites. Recordemos que el proyecto monárquico de Manuel Belgrano era uno parlamentario o constitucional; y en el caso del de San Martín, una monarquía constitucional o a lo sumo moderada.
Aquellos grandes hombres que lucharon por la libertad, contra la tiranía y el despotismo monárquico, y de los cuales podemos enorgullecernos de llamarlos argentinos y “padres de la patria”, nutrieron sus ideas en las grandes revoluciones de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, en particular de la norteamericana (1776) y la francesa (1789). También sirvieron de inspiración a la gran mayoría de los revolucionarios de mayo y subsiguientes próceres. Mariano Moreno y su pasión por Rousseau, Juan B. Alberdi y su admiración por Jefferson, y así muchísimos más.

Por eso, la revolución de febrero y la caída del último vestigio del absolutismo significan un gran paso para la humanidad en su conjunto. En especial tratándose de uno de los monarcas más sanguinarios de la historia humana. Es lamentable por otro lado, que aquella revolución no diera paso a un sistema democrático, -o muy breve- y que terminase fatalmente en lo que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que posteriormente el déspota Joseph Stalin convertiría en un auténtico reinado del terror y en un verdadero “imperio del mal” como lo calificaría Ronald Reagan en 1982.

Los bolcheviques aprovecharon la esperanza y energía revolucionaria del pueblo ruso, para convertirlo en un sistema elitista que perpetuaría y profundizaría la desigualdad y la tiranía absolutista de la época zarista. Peor aún: instalando una persecución policial y una vigencia del terror que  servirían para afianzar el poder de Stalin, instalar la mentira como política de estado, y llevar a la Unión Soviética a una expansión territorial y política sin control; bajo una ambición imperialista igual o mayor a la de la Alemania Nazi. El imperialismo soviético se vio caracterizado por la ocupación de casi toda la Europa Oriental “liberada” de los nazis. Curioso es hacer notar que muchos izquierdistas llaman “potencias imperialistas” a Estados Unidos, Inglaterra, y Francia; pero las zonas liberadas por los aliados de la ocupación alemana, rápidamente recuperaron su autonomía y soberanía nacional, restablecieron su integridad territorial y sus sistemas democráticos, mientras que en el frente oriental el avance del ejército rojo significaba tan sólo el recambio de la ocupación nazi por la ocupación soviética.

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Marx, Engels, Lenin, y Stalin. Figuras destacadas del comunismo.

El caso de Polonia es emblemático, donde los soviéticos se rehusaban a ceder ante la presión aliada de respetar la libertad polaca y el derecho a su autodeterminación por medio de elecciones abiertas democráticas.

Otro caso que merece estudio es el Holodomor, el trágico genocidio ucraniano perpetrado por Stalin en 1933 en donde murieron de 1,5 a 10 millones de personas (las cifras varían muchísimo), en el contexto del proceso de colectivización emprendido por la URSS.

Cerrando este breve análisis, comparto una reflexión personal: ¡Qué historia distinta hubiese sido si la revolución no hubiese dado lugar a otra tiranía sino a la libertad del pueblo ruso!

Otra reflexión es considerar que el pueblo ruso no es responsable de los crímenes soviéticos, sino por el contrario, la primera víctima de las autoridades elitistas comunistas, que impidieron el desarrollo de una democracia con participación ciudadana, y sumieron durante casi un siglo en la miseria, la pobreza, el sufrimiento, y el terror, a su propia población, y a los demás pueblos que lograron someter.

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Ariel Corbat

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