Tengo el convencimiento que no se puede ser hincha de Huracán sin ser un poco hincha de San Lorenzo, ni se puede ser hincha de San Lorenzo sin ser un poco hincha de Huracán. Es algo recíproco e inevitable porque se trata de compartir un juego, porque sin el otro, sin el rival, no hay diversión. Escribo esto y escucho la voz de Don Antonio Carrizo, conocido hincha de Boca Juniors, modulando con alegría esa tan significativa y sincera consigna que suele repetir: "¡Ríver Plate: tu grato nombre!".
Con el Turco Alejandro no nos vemos muy seguido, las ocupaciones de uno y otro hacen que sea muy difícil encontrarnos. Sin embargo cada vez que San Lorenzo se tropieza lo llamo para gastarlo. Y él hace lo mismo cuando el Globo trastabilla. Así que aunque no nos vemos, hablamos muy seguido. Por el Turco, el Sabón Jorge y otros amigos que son del Cuervo, esperaba con ansias el clásico de este sábado. Hasta había pensado en ir a la cancha.
Pero esta vez no. Sólo saber que andan sueltos un montón de idiotas que creen que el fútbol es cosa de vida o muerte me rebela. No entiendo la falta de reacción ante los hechos de violencia por todos conocidos, esta cosa de que el show debe seguir me suena a derrota. Por ser de derecha, creo en el orden de la libertad, y soy partidario de reaccionar haciendo sentir que existe un deber ser. Los tipos que van al estadio y copan las tribunas con banderas en las que prevalecen las hojas de marihuana y el rostro asesino del Che Guevara no están ahí para ver el partido, sus trapos y humos se imponen por la prepotencia obstaculizando la visión del que sí paga una popular para observar el juego.
Si el folclore del fútbol sirve para apañar a los violentos, drogones y delincuentes que nada tienen que ver con el sano estilo de vida que propicia el deporte, entonces hay que asumir que ese folclore se ha distorsionado y cercenarlo de cuajo para devolverle el monopolio del protagonismo a los 22 futbolistas en el campo de juego.
El Ingeniero Jorge Newbery, Primer Héroe Civil de la República Argentina y el más ferviente impulsor del deporte que tuvo la Nación, comprendía cabalmente que la caballerosidad se contagia, la clave está en ejercitarla. Por eso debería ser obligatorio el cambio de camisetas al final de cada encuentro -cualquiera sea el resultado- y el saludar juntos a todos los sectores del estadio; ese simple gesto serviría para acomodar unos cuantos valores en su lugar.
Claro que no alcanzaría, también sería importante hacer desaparecer las tribunas y tener estadios completamente acondicionados con plateas. Hay que quitarle el lugar a los barrabravas y extinguirlos por asfixia al no dejar que se reagrupen en ningún lado.
Se puede erradicar la violencia del fútbol. Ninguna duda cabe de ello, pero al igual que en la canción de Miguel Mateos, para reponer valores en el alto sitial del que nunca debieron bajarse: "En la cocina hacen falta huevos".
Así que esta vez -mis queridos amigos cuervos- vamos a guardarnos las bromas; porque hay tanta estupidez y tan poca seriedad, que aquello que tenía gracia sencillamente la perdió.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
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