El pasado lunes Nora Bilous me llevó de visita a la casa de Armando Rolón, uno de esos locos que soltaron radios al aire para darle vuelo al dos por cuatro. Conocedor de la cocina de los grandes hacedores del Tango, escucharlo hablar es un placer inmenso. No sólo tiene muchas historias para contar, sabe como hacerlo. Lleva la voz con autoridad y sobrado oficio, canchereando el tono y acertando las pausas. Y frente a esta clase de académico tanguero, auténtico paladar negro, a mí me sale muy bien escuchar. Ni siquiera hay que preguntar, nada más callar y aprender. El tiempo pasa deliciosamente mientras alza la vista y en el brillo de sus ojos se adivina el andar por toda la noche de Buenos Aires, noche de la cual asegura haberse retirado.
Sus anécdotas son interminables, pero lo que más me sorprendió es su empeño en el ahora del Tango, donde ve a Rubén Juárez como "el ingeniero del Tango, aunque es un poco vago, como son vagos casi todos los tipos talentosos".
Sentí una plena identificación con el parecer de Armando Rolón, en especial respecto a la falta de difusión que padecen los que hoy hacen Tango y a la necesidad de remarcar que el Tango ha sido y siempre será presente. Sin empacho critica la programación musical de FM Tango por entender que da mucho más espacio a "los abuelos" que a "los nietos" y que algo similar ocurre en todos los medios de comunicación que abordan el Tango, como si estuvieran juntando material de museo.
Odié la hora en que me tuve que ir. En esos casos uno quiere seguir escuchando más. De aquel encuentro saqué estos garabatos:
PALADAR NEGRO
Allá, mientras yo voy trotando
por el paseo costa de Vilo,
veo al río caer la lluvia
-una cortina de bruma fina-
y el dulce viento en su silbido
a cada paso me marca un tango.
Me vuelvo recapitulando,
ordenando, palabras de Armando.
Su voz conserva esa arrogancia
paladar negro de los tangueros
con que, salvando las distancias,
siendo distintos, somos lo mismo.
La fuerte carnadura de un sentimiento
cuando Buenos Aires era soñadora,
en su elegancia irreverente y pecadora,
-por algunos pecaditos, de cuando en cuando-
tan lejos de esta tristeza de miseria,
de la violencia procaz, que muestra ahora.
Suerte que el Tango, sigue siendo
la eterna barra, brazos abiertos,
que enseña en códigos de amigos,
lo que la muerte tiene de cuento,
y al oír un bandoneón
al que se arrima se lo recibe
sin importar de dónde viene
sin preguntarle qué es lo que tiene.
En dos por cuatro manda el alma
el sentimiento que nunca engaña
y sabe Dios, y sabe el Diablo:
Infierno y Cielo se dice Tango
Ilustra Armando:
Nací en sus brazos,
murió en los míos.
Brillo de un tiempo
que fue querido
y no sabrá
jamás de olvido.
Gordo nuestro, que pinta no tenías.
Gordo nuestro, que plata no tenías.
Gordo nuestro, que tanto no tenías.
Sólo tenías…
¿A qué más? Tu bandoneón… y… Sur.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López