Destacado en un deporte náutico poco popular y de acceso restringido, Daniel Scioli era apenas algún "nene bien" al que cierta prensa se encargaba de ensalzar -exagerando sus méritos- como titán de las aguas. Más que sus logros deportivos, cuando Daniel Scioli enrolándose en el menemismo se inició en la política se valoraba la entereza con que supo afrontar el accidente de lancha en el que perdió un brazo.
La adversidad lo puso a prueba y él, que estudió Marketing en la UADE, capitalizó la experiencia haciendo gala de su espíritu entusiasta con un discurso optimista y de tono moderado. Me agradaba ese tipo.
Peronista pragmático, surgió con Menem y luego acompañó a Duhalde quien confiando en su perfil conciliador lo adosó a la fórmula presidencial de Néstor Kirchner. Como Vicepresidente apuntaba a promover el turismo y los deportes, pero el público maltrato que prolongada y escarniosamente le prodigó Néstor Kirchner pronto le recortó las alas hasta reducirlo a la condición de pájaro bobo, lease pingüino. Ni turismo, ni deportes; lejos de las promesas preelectorales lo suyo fue tocar la campanita en el Senado, un "Al Sina Ben Tilín" que hubiera hecho las delicias de Sarmiento.
Con su cabeza gacha, Daniel Scioli puede jactarse de haber fundado una nueva línea de pensamiento peronista: el felpudismo. Pisoteado y sacudido contra las paredes a la vista de todo el mundo, Scioli eligió el camino de la sumisión y la obsecuencia. Del radical Julio Cobos el kirchnerismo esperaba lo mismo, pero por suerte para la República y para el radicalismo el actual Vicepresidente demostró tener criterio propio y el aplomo para resistir.
Pese a la impúdica funcionalidad de Scioli para con el kirchnerismo muchos siguieron apostando a querer creer que la genuflexión era el estado transitorio en el que iba elucubrando la rebeldía. La rebeldía nunca llegó y hace en La Plata lo que Cobos no hace en el Senado: obedecer ciegamente, acompañar, secundar.
Debo acotar que paradójicamente, aún cuando mis palabras puedan sonar duras, yo aprecio a Scioli. Lo que reflejo aquí son mis propias dudas, surgidas de pensamientos y sentimientos contradictorios al evaluar las chances futuras del político que alguna vez me pareció sensato.
El mito quiere, construye imaginariamente, un Scioli con voluntad e ideas propias; pero aunque duela la realidad es el felpudo. Sin embargo el mito, contra toda prueba empírica y racionalidad -como corresponde a un buen míto- sigue vivo.
Todavía hoy hay quienes hablan de Scioli como una suerte de predestinado a pacificar los ánimos de la República, reinstaurar el diálogo y sentar las bases de auténticas políticas de Estado. Scioli, según la encuesta de Isonomía que dio a conocer el Diario Perfil se posiciona entre los presidenciables como "el oficialista mejor colocado para pelear contra la oposición".
Y de ahí el título interrogativo de esta nota: ¿Scioli Presidente? La única explicación que se me ocurre aventurar frente a esa posibilidad es que, acompañando aquello de más vale malo conocido que bueno por conocer, sobrevive el mito sobre la paupérrima personalidad política del hoy Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que si llegó a La Plata es porque el votante bonaerense evaluó, ante el estilo K, que un Gobernador contrario al oficialismo no iba a contar con ningún recurso proveniente de la Nación.
Ahora, vuelvo a preguntar, ¿Scioli Presidente? ¿El kirchnerismo lo reconoce como algo más que un apéndice del Néstor disfrazado de Eternauta? Los militantes K, que pintaban las paredes amenazando a Cobos con llevar saludos a Vandor, ¿aceptarían un kirchnerismo a la Scioli? ¿Scioli tendrá margen para, finalmente, ser Scioli?
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López