lunes, 4 de noviembre de 2024

RAÚL ALFONSÍN, PROXENETA DE LA DEMOCRACIA.




Es tiempo de "desalfonsinizar" la democracia, para hacerla mejor, más decente y más fuerte. 

El pasado 30 de Octubre, coincidiendo con el aniversario de la elecciones de 1983, el Presidente Javier Milei disertó en Córdoba con motivo del 47° aniversario de la Fundación Mediterránea.

En esa ocasión sostuvo que "paradójicamente a Alfonsín lo muestran como el padre de la Democracia, siendo que fue partidario de un golpe de Estado", refiriendo con ello a la caída del Presidente Fernando De la Rúa.

Aquella declaración generó un vendaval de respuestas. En rigor de verdad no se dijo nada que no se haya escuchado antes; pero al paso de los días la polémica, aunque con menos intensidad, sigue abierta.

Me planteo entonces que quizás sea oportuno esbozar una suerte de autopsia sobre el cadáver político del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Cuestión ciertamente compleja porque más allá de los datos duros es imposible omitir, y sería hipócrita intentarlo, que a quienes éramos jóvenes en 1983 la figura de Alfonsín nos genera sentimientos encontrados.

Para 1982 el Proceso de Reorganización Nacional estaba agotado. Represión mediante afortunadamente había pasado ya el temor a las organizaciones terroristas (ERP y Montoneros, principalmente) y como consecuencia entendible la sociedad ordenaba sus intereses con otras prioridades que el gobierno de facto no atinaba a resolver. La mejora de la economía volvía fuertemente a ser el reclamo cotidiano de mayor intensidad, como lo expuso el paro general del 30 de Marzo de 1982 (al que adherimos los alumnos de 4° año del Instituto Cervantes, aunque por diversión de "rateada colectiva" más que por cualquier otra cosa).

En ese contexto la Junta Militar decidió proseguir con su plan de recuperar militarmente las Islas Malvinas, lo que fue festejado por gran parte de la población y por mí. 

La acción de la reconquista, en lugar de ser un "toco y me voy" para volver al juego diplomático, derivó en la guerra con los británicos.

Hasta ese momento el Proceso dominaba todos los resortes para darle al país una salida ordenada hacia el retorno de la democracia, entre otras razones porque es un relato falso el que se cuenta hoy sobre que la sociedad lamentaba los terroristas desaparecidos y que ello fue clave para el retorno a la democracia. No lo fue ni podía serlo desde que a los terroristas castristas se los quería muertos porque aborrecían la democracia y literalmente mataban por imponer una dictadura comunista con pretensiones de eternidad; igual a la que todavía hoy padece el pueblo cubano. 

La guerra, como siempre ocurre, avivó pasiones patrióticas y tuvo el Presidente Leopoldo Galtieri su momento de brillo. Pero hay algo en la guerra que ningún pueblo perdona a sus "líderes" y eso es la derrota. Mucho más en un país pasional como el nuestro que jamás había perdido una guerra. Y la guerra se perdió, arrastrando en la derrota cualquier posibilidad para el gobierno militar de conducir una transición democrática con condiciones. Si en Malvinas el General Mario Menéndez pudo tachar la palabra "incondicional" del acta de rendición antes de firmarla, en el continente la rendición del Proceso ante los partidos políticos fue lisa y llanamente incondicional. 

Todos, incluyendo militares, estábamos enojados con el Proceso de Reorganización Nacional. Para el 24 de Noviembre de 1983, cuando cumplí mis 18 años, Alfonsín ya era presidente electo.

Creía yo, y quería creer, que el retorno de la democracia -esta vez con la experiencia de todo lo vivido desde 1930 y el peso enorme de una guerra perdida- haría de la República Argentina un país serio como antaño supo serlo y como lo han sido otros países tras perder una guerra.

Deseaba pues el éxito de Alfonsín como necesario para el éxito del país, aunque no lo hubiera votado ni fuera radical (¡vade retro!). 

Entendía que en función de la herencia recibida le tocaba bailar con la más fea y eso le daba, en mi consideración, un amplio margen de error tolerable. 

No recuerdo en qué momento se lo comenzó a llamar el "padre de la democracia". Ese calificativo no me genera nada en tanto sólo refiera afectivamente su condición de primer presidente del retorno democrático. Pero sí me preocupa y molesta cuando se dice queriendo imponer que Alfonsín sea la encarnación misma de la democracia y fueran sus ideas, valores y conducta el parámetro para determinar que tan democráticos somos los demás. Tal cosa la juzgo moralmente inaceptable.

En tal sentido, por sus ideas, valores y conductas Alfonsín no puede ser considerado el padre de la democracia. Más aún, por esas mismas razones encuentro más apropiado llamarlo "el proxeneta de la democracia".

Objetivamente el daño que le hizo Raúl Alfonsín a la República Argentina es enorme. Fue su presidencia el primer gran fiasco de la vuelta a la democracia. El hecho de haber generado una hiperinflación con tal descomposición social que lo obligó a abandonar el gobierno antes de cumplir el mandato, afirmó tempranamente el estigma de que gobiernos radicales son incapaces de llegar a término, debilitando profundamente a la democracia.

Su frase "a vos no te va tan mal, gordito" (acaso antecedente moral =o inmoral= del "¡qué abuelo amarrete!" que diría años luego Cristina Fernández), arrojada intentando descalificar a alguien que protestaba, como subirse al púlpito en la Iglesia Stella Maris para contestar al vicario castrense José Miguel Medina porque se sintió aludido en su homilía, son pequeños indicios que evidencian un Alfonsín autoritario, como el que declaró el estado de sitio en 1985 ordenando detener a 12 personas entre militares, periodistas y el prestigioso analista Rosendo Fraga. 

Porque Alfonsín recitaba el Preámbulo de la Constitución Nacional, pero no pasó de ahí.

Fantaseaba Alfonsín, desde su corazón izquierdista (que en su momento lo acercó al jefe del ERP Mario Roberto Santucho) con que los "Contras" que combatían al sandinismo en Nicaragua conspiraban aquí contra él, creencia que lo llevó a uno de sus más grandes papelones que fue pretender dar lecciones de democracia a Ronald Reagan en los jardines de la Casa Blanca: El Presidente argentino que no terminaría su mandato y dejaría un desastre hiperinflacionario, queriendo aleccionar al Presidente estadounidense que ganaría la Guerra Fría. En fin.

Por ese tipo de delirios ideológicos Alfonsín también debilitó a la democracia argentina no interpretando para dónde iba la historia y  abriendo la puerta para que el Estado se encuentre largamente infiltrado por funcionarios que militando ideologías contrarias a la Constitución Nacional atentan contra su eficiencia, cosa que el kirchnerismo llevó a su paroxismo. Detectar a esos elementos e impedir que hagan más daño es una medida de sentido común.

Alfonsín prostituyó la democracia de muchas maneras, una de ellas fue sembrando el asistencialismo dadivoso mediante la indignidad de la Caja PAN. La volvió a prostituir con la exhibición pornográfica del espurio Pacto de Olivos en el que facilitó al Presidente Carlos Ménem la posibilidad cierta de reelección al módico precio de unos cuantos senadores. Aquella mala reforma de la Constitución Nacional no tuvo así otro interés que ser un negocio de dos.  Corolario de todo lo cual terminó sus días aplaudiendo a la corrupta condenada Cristina Fernández, cosa que le quita cualquier presunción de buena fe a sus muchos "errores" políticos.

Protestan los radicales cuando son llamados prostitutas del peronismo, pero así como en el Pacto de Olivos se alquilaron a Ménem, los alfonsinistas se alquilaron a Eduardo Duhalde haciendo todo lo posible por voltear al inútil de De la Rúa. Alfonsín no es pues el demócrata impoluto que gustan mentir. Sin necesidad de ninguna caminata como aquella con Ménem, fotografiada en la Quinta de Olivos, operó para voltear a De la Rúa: no era cuestión que otro radical terminara su mandato si él no pudo.

En nombre de lo justo, cabe subrayar que el Presidente Fernando de la Rúa no cayó por las operetas golpistas, sino por su propia incapacidad para gobernar que fue la que alentó las operetas golpistas de políticos, periodistas e intereses varios. Personalmente celebré efusivamente la caída de De la Rúa, un presidente que parecía la conjunción política del Alzheimer y la aterosclerosis. 

Por eso a pesar de mucho golpista operando contra De la Rúa, no es del todo acertado referir su caída como golpe de Estado. 

Y ya que la sensibilidad democrática se ha puesto a flor de piel, vale acotar que el último golpe de Estado ocurrió el 19MAR20 cuando por decreto de Alberto de la Fernández se derogó de facto la Constitución Nacional dando inicio a la infeKtadura, de la que también fueron cómplices los radicales.

Alfonsín fue el primer presidente desde el retorno a la democracia, el primer fiasco y fracaso desde el retorno la democracia, cómplice de una mala reforma constitucional y finalmente responsable de muchos males presentes.

Por definición no puede la democracia ser hija de nadie en particular, y afortunadamente no es hija de Alfonsín porque al no serlo es posible desalfonsinizarla para comenzar a eliminar sus vicios.

Y voy a cerrar este escrito con la mayor claridad y mordacidad que me es posible: Raúl Alfonsín lo único que finalmente dejó fue a su hijo Ricarguito...

¿Hace falta decir algo más?


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

¿Qué es la Derecha?

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La Derecha, soy yo.

Ariel Corbat

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