“Serás lo que debas ser o no serás nada”
José de San Martín
Mi joven camarada:
Lo que llaman el "divino tesoro de la Juventud" no es la apariencia lozana en la piel, ni la engreída y vana sensación de inmortalidad de vivir el momento, tampoco ninguna de aquellas otras tantas cosas efímeras que al mero paso del tiempo se tornan recuerdos u olvidos.
Si la Juventud fuera tan sólo un estado transitorio entonces no sería realmente un tesoro y mucho menos divino. La idea de la divinidad es la respuesta ensayada a la innegable certeza de la finitud. Ciertamente el cuerpo y la mente de los mortales se deteriora con el paso del tiempo, por lo que el lapso de vida de cada quien sin importar cuán largo sea marca al fin de cuentas una curva de apogeo y decadencia, de la que apenas los dioses podrían escapar.
Y sin embargo el poeta Rubén Darío llamó a la Juventud "divino tesoro". Dos palabras demasiado exactas para ser apenas un accidente de la rima.
Si en algún punto indagar y divagar coinciden, viendo las marcas de vida y muerte en mis propias manos, podría aventurar ahora que el verdadero tesoro de la Juventud es una percepción espiritual que alumbra determinada concepción de lo mejor, lo justo, lo bueno y lo bello al momento en que empezamos a valernos por nosotros mismos y una de las primeras decisiones que asumimos es seguir la vocación de servir a la Patria. Esa es la razón por la que somos camaradas; mi joven camarada.
Quien siente la Patria de tal manera que libre y gustosamente le ofrece su vida -hasta morir por ella si fuera el caso-, cuando todo es promesa y porvenir, tiene necesariamente una intuición que le permite apreciar lo Mejor, la Justicia, la Bondad y la Belleza en la idea trascendente que hace de cada institución una misión. No hace diferencia si elegiste servir desde la fuerza de las armas o en cualquiera de las especialidades del servicio civil, en todo caso esa vocación conlleva la aspiración de hacer que las cosas funcionen como deben ser. Responder a ese llamado nunca es casualidad. Es destino.
Creo firmemente que el divino tesoro de la Juventud es esa percepción tan simple de un instante crucial, ese saber lo qué es mejor, justo, bueno y bello. Está ahí, en el corazón, y se razona hasta volverse convicción para darle cuerpo a tu integridad. Pues bien, a lo largo de la vida, joven camarada, no permitas que lo peor, lo injusto, lo mezquino y lo feo tengan siquiera oportunidad de rapiñar tu divino tesoro de Juventud.
Ningún ámbito está libre de las debilidades humanas y nuestro país es prueba fehaciente de ello. Las sociedades como sus instituciones se corrompen por las debilidades de algunos de sus integrantes, expandiéndose desde las miserias y cobardías de las que se sirve la perfidia con la que siempre brotan excusas para justificar lo injustificable. La peor de todas esas justificaciones te llegará algún día, cuando en el intento por hacerte desistir de tus propósitos alguien te diga que el patriotismo no tiene cabida. Quien te lo diga es tu enemigo. No te manches ni te dobles, conserva tu intuición original confiado en que es verdadera; síguela fielmente y serás quién debes ser
La Patria que supo ser engrandecida por Presidentes de la talla de Domingo Faustino Sarmiento y Julio Argentino Roca, se precipitó en su decadencia hasta colgar la banda presidencial sobre la miserable humanidad de uno que se extasiaba al abalanzarse sobre cajas fuertes. Al desvelo patriótico lo suplantó la ambición del poder por el poder mismo. El mal había sido alimentado durante largos años en los pliegues oscuros de la conciencia argentina. No fue la primera vez que la inmoralidad pública doblegó la capacidad de reacción del país. Y así se vieron, nuevamente, otros jóvenes dispuestos a correr en "tropel al éxito" repitiendo el triste espectáculo de ofrecer sumisión a un régimen personalista. La espuria ambición de servirse, tan contraria a la vocación de servir, volvió a subvertir a través de la dádiva y la rapiña el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.
Se atacó en su esencia la idea de la que parten todas las instituciones de la República, al punto de falsear la historia con los mismos mecanismos detallados por el genial George Orwell en "Rebelión en la granja" y "1984". El relato imponiéndose sobre la verdad alcanzó niveles de paroxismo a partir de la ridícula ceremonia en la que se necesitó de un presidente inescrupuloso y un generalito con vocación de ordenanza para descolgar el cuadro de un dictador que, ya mucho tiempo atrás, había dejado el poder.
Hoy las cosas no son mucho mejor. El cambio sigue siendo una promesa incumplida y la Nación Argentina, sin clara conciencia de su identidad, no se ordena bajo la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional.
No quiero ocultar la tristeza en estas palabras, mi joven camarada. Ni la realidad de legarte un país indefenso e inseguro que se encuentra moral y económicamente quebrado. Buena parte de las ilusiones con las que mi generación emprendió la vida cívica se hicieron pedazos desde 1983 hasta hoy yendo en permanente declive. Siento que no hemos sido más que una generación de arena, incapaces de dejar huella ni de alzarnos como faro, por lo que si hoy tuviera 18 años no sé con qué expectativas miraría al futuro. Esa es la pesada deuda de mi generación para con la tuya y mi deuda personal con vos.
Cada quien es uno en su tiempo. Tu carrera se desenvolverá entonces teniendo por elemento la adversidad, encontrando a cada paso una y otra dificultad. Desde el desencanto prefiero no proyectar el fracaso de mi generación en las que vienen, por eso repetiré otra vez que es una hermosa palabra la palabra "acaso", y acaso por aquellas razones que la razón no entiende, conservo la esperanza de un destino mejor y posible. Sé bien que no lo veré, mi tiempo -en muchos sentidos- está terminado, pero a falta de darte garantías de realización colectiva, hay algo que sí puedo garantizarte: nuestros principios compartidos, el Honor, la Lealtad y el apego a la Verdad aceptan las dudas que surgen de la honestidad intelectual, fuera de esa revisión de conciencia, son inmunes a la conveniencia, la presión externa y cualquier otra consecuencia; tienen el valor de la palabra que se sostiene en la vivencia del verbo. Nada otorga mayor felicidad que sostener la palabra. Creemos en servir. Servir es ser útil, es estar y hacer donde hace falta. Cualquier artilugio para evitar servir es un engaño, es deslealtad, es deshonra. Sirve y tendrás un orgullo verdadero y puro que nada ni nadie podrá quitarte. Eso es algo que sí puedo asegurarte. Lo tengo.
Así las cosas, mi joven camarada, deseando estar a tu lado, me permito esbozar algunas consignas para acompañarte:
.- Piensa y siente la Patria. Sé patriota.
La Patria que supo ser engrandecida por Presidentes de la talla de Domingo Faustino Sarmiento y Julio Argentino Roca, se precipitó en su decadencia hasta colgar la banda presidencial sobre la miserable humanidad de uno que se extasiaba al abalanzarse sobre cajas fuertes. Al desvelo patriótico lo suplantó la ambición del poder por el poder mismo. El mal había sido alimentado durante largos años en los pliegues oscuros de la conciencia argentina. No fue la primera vez que la inmoralidad pública doblegó la capacidad de reacción del país. Y así se vieron, nuevamente, otros jóvenes dispuestos a correr en "tropel al éxito" repitiendo el triste espectáculo de ofrecer sumisión a un régimen personalista. La espuria ambición de servirse, tan contraria a la vocación de servir, volvió a subvertir a través de la dádiva y la rapiña el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.
Se atacó en su esencia la idea de la que parten todas las instituciones de la República, al punto de falsear la historia con los mismos mecanismos detallados por el genial George Orwell en "Rebelión en la granja" y "1984". El relato imponiéndose sobre la verdad alcanzó niveles de paroxismo a partir de la ridícula ceremonia en la que se necesitó de un presidente inescrupuloso y un generalito con vocación de ordenanza para descolgar el cuadro de un dictador que, ya mucho tiempo atrás, había dejado el poder.
Hoy las cosas no son mucho mejor. El cambio sigue siendo una promesa incumplida y la Nación Argentina, sin clara conciencia de su identidad, no se ordena bajo la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional.
No quiero ocultar la tristeza en estas palabras, mi joven camarada. Ni la realidad de legarte un país indefenso e inseguro que se encuentra moral y económicamente quebrado. Buena parte de las ilusiones con las que mi generación emprendió la vida cívica se hicieron pedazos desde 1983 hasta hoy yendo en permanente declive. Siento que no hemos sido más que una generación de arena, incapaces de dejar huella ni de alzarnos como faro, por lo que si hoy tuviera 18 años no sé con qué expectativas miraría al futuro. Esa es la pesada deuda de mi generación para con la tuya y mi deuda personal con vos.
Cada quien es uno en su tiempo. Tu carrera se desenvolverá entonces teniendo por elemento la adversidad, encontrando a cada paso una y otra dificultad. Desde el desencanto prefiero no proyectar el fracaso de mi generación en las que vienen, por eso repetiré otra vez que es una hermosa palabra la palabra "acaso", y acaso por aquellas razones que la razón no entiende, conservo la esperanza de un destino mejor y posible. Sé bien que no lo veré, mi tiempo -en muchos sentidos- está terminado, pero a falta de darte garantías de realización colectiva, hay algo que sí puedo garantizarte: nuestros principios compartidos, el Honor, la Lealtad y el apego a la Verdad aceptan las dudas que surgen de la honestidad intelectual, fuera de esa revisión de conciencia, son inmunes a la conveniencia, la presión externa y cualquier otra consecuencia; tienen el valor de la palabra que se sostiene en la vivencia del verbo. Nada otorga mayor felicidad que sostener la palabra. Creemos en servir. Servir es ser útil, es estar y hacer donde hace falta. Cualquier artilugio para evitar servir es un engaño, es deslealtad, es deshonra. Sirve y tendrás un orgullo verdadero y puro que nada ni nadie podrá quitarte. Eso es algo que sí puedo asegurarte. Lo tengo.
Así las cosas, mi joven camarada, deseando estar a tu lado, me permito esbozar algunas consignas para acompañarte:
.- Piensa y siente la Patria. Sé patriota.
.- Defiende la Constitución Nacional. Es tu estilo de vida.
.- Vivir es arriesgarse. Nunca dejes de ofrecerte voluntario.
.- No esperes ser recompensado. No es por el oro ni el laurel.
.- No esperes ser recompensado. No es por el oro ni el laurel.
.- Tus convicciones determinan tu conveniencia. Jamás al revés.
.- Si no te asusta morir, tampoco te asusta renunciar. No transes.
.- Si no te asusta morir, tampoco te asusta renunciar. No transes.
.- No hagas concesiones. Que la belleza del gesto sea la norma de tu conducta.
.- No temas equivocarte. El error es aprendizaje del que trabaja.
.- 2 + 2 = 4. Mantén la racionalidad, no hay magia, no hay atajos.
.- Ni en las peores circunstancias dejes de reír. Si el humor se pierde, todo se pierde.
.- Vale la sentencia de Borges: Siempre el coraje es mejor. La esperanza nunca es vana.
No te manches, no te dobles.
Consérvate bueno.
.- 2 + 2 = 4. Mantén la racionalidad, no hay magia, no hay atajos.
.- Ni en las peores circunstancias dejes de reír. Si el humor se pierde, todo se pierde.
.- Vale la sentencia de Borges: Siempre el coraje es mejor. La esperanza nunca es vana.
No te manches, no te dobles.
Consérvate bueno.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
- J. Santiago Tamagnone (h)-