Mientras se consolida el "modelo Senado", que es hacer de Argentina un aguantadero, en el propio Senado se han visto algunas escenas que indican el modo en que se acelera la planificada decadencia. A saber:
1.- Policía del pensamiento.
Como enseña Orwell el totalitarismo busca limitar el idioma para reducir el pensamiento a la condición de obediencia instintiva.
Es lo que puso en práctica Cristina Fernández al hacer que el pusilánime Jose Mayans se someta.
2.- Vulgaridad.
Respetar en el ejercicio de la autoridad las formas republicanas, que son las bases de tolerancia que permiten el respeto, indica subordinación a las reglas y conducta democrática. El canchereo banaliza las instituciones y fortalece el personalismo.
Por eso desde la Presidencia del Senado dijo a Luis Naidenoff: "No sea amargo, senador".
3.- El Senado como aguantadero.
Las expresiones de Oscar Parrilli, "Me parece raro estar hoy aquí y que usted esté sentada donde esté sentada porque hace menos de un año éramos todos chorros, narcotraficantes, terroristas", como una confesión de parte, remarca a su pesar (recuérdese su bien ganado apodo) como la casta política, y el kirchnerismo en particular, usó al Senado para refugiar procesados.
4.- La amenaza permanente.
El kirchnerismo no busca consenso, como proyecto totalitario aspira al sometimiento del otro. Por ende las bravatas, incluyendo amenazas de muerte, son parte de su estilo. Así se ve a la senadora Anabel Fernández Sagasti, dirigirse a alguien posando su mano por el cuello, igual a como Moreno apretó a Lousteau.
CONCLUSIÓN:
El kirchnerismo, un fraude en sí mismo, es un proyecto totalitario de corrupción estructural que, servil a la tiranía castrista, profundiza adrede todos los males argentinos.
Todas las pruebas están a la vista, esa misma vieja mugre está de vuelta, lo triste son los ciegos que no quieren ver.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López.