En la Argentina subvertida la casta política que gobierna, ya sea oficialismo u oposición, dice entender que su función es crear derechos. Esa subversión del orden constitucional por la cual el poder constituido se atribuye facultades de Poder Constituyente, ha dado lugar a un Estado ya no paternalista sino tutor de subnormales incapaces. Y es que en realidad no crean nuevos derechos: establecen privilegios incompatibles con la igualdad ante la ley.
El poder constituido no tiene otra misión que conducir el Estado dentro de los márgenes establecidos por la Constitución y garantizar los derechos reconocidos en ella por el Poder Constituyente. Y esto es algo tan claro como cuando Perón le hizo saber a concejales porteños que aquello de lo que debían ocuparse no eran las relaciones exteriores del país sino del alumbrado, barrido y limpieza de la Capital Federal.
Esa subversión del orden constitucional viene acompañada de la sanata del "Estado presente", que no es más que una declamación hipócrita destinada a malversar fondos del Estado en cuestiones de las que el Estado no se tiene que ocupar. Y ello en perjuicio de aquellas cosas de las que sí se debe ocupar el Estado.
Recientemente en El Bolsón, frente a la violencia de los partidarios del secesionismo mapuche y ante la total deserción del Estado, la necesaria represión de las actividades criminales debió ser ejecutada por la civilidad. Hechos de tal naturaleza, que ponen a la Patagonia en destino a ser otro Far West, son de una enorme gravedad institucional.
Curiosamente muy cerca de allí, en el Parque Nacional Lago Puelo, hay dos carteles que sirven para entender perfectamente que el Estado no debe ser paternalista ni tutor, sino reconocer la capacidad de los individuos para decidir por sí.
El primero informa que el lago es de aguas frías y profundas y que la playa no tiene servicio de guardavidas, por lo tanto: "El ingreso al Lago es bajo su exclusiva responsabilidad".