Sírvanse pochoclo para endulzar la amargura de esta historia que parece ficción y es pura realidad. Lo que narra este artículo es uno de los tantos absurdos a los que ha dado lugar el prevaricato sistematizado que son los llamados "juicios de lesa", iniciados en 2003 como cortina distractiva para la corrupción kirchnerista.
Empecemos por imaginar una película cómica, de aquellas que satirizan lo que ocurre en cualquier guerra. Sólo allí podría verse la escena de humor absurdo que paso a describir.
Luz, cámara, acción: Un teniente coronel, jefe de Regimiento, camina impartiendo órdenes a viva voz en medio de aprestos militares. Todas se cumplen al primer impulso, pero uno de sus subordinados, un joven subteniente de 23 años se queda paralizado cuando recibe del oficial superior la orden de subir a uno de los camiones de la columna en formación. En lugar de cumplir la orden al primer impulso, como se espera de cualquier militar que se alista para el combate, el joven subteniente, a diferencia de todos los demás que ven en el "Teco" una autoridad caracterizada con el temor reverencial que impone un padre, o la institución misma a la que pertenecen, casi la encarnación del dios Marte, decide hacer algunas indagaciones sobre la orden impartida.- Antes de cumplir su orden, mi teniente coronel, tenga a bien explicarme: ¿por qué debería obedecer?- Porque estamos en el Ejército, que es una organización vertical y jerárquica, soy su superior y quien imparte las órdenes.- Sí, bueno, eso es así desde el origen de los tiempos en todos los ejércitos del mundo, pero yo soy distinto a todos los demás, por lo que debiera Ud. exhibirme la orden por escrito de sus superiores, si la tiene, para que pueda yo tener claro que esto no es algo que caprichosamente se le ocurre a Ud. o algún otro por encima de Ud.- ¡Ah! Siendo así, Ud. distinto a todos los demás... lo haremos a su modo. ¿Y necesita saber algo más antes de obedecer la orden, subteniente?- Sí, claro, debo estar completamente informado sobre hacia donde nos dirigimos y a hacer qué. No pretenderá que yo confíe en Ud.- Desde luego que no, ¿qué clase de Ejército seríamos confiando en nuestros superiores? ¿O acaso se enseña eso en las academias militares?- Me alegra que lo entienda mi teniente coronel, eso sí entienda también que después de ver la orden por escrito, sabiendo adonde nos dirigimos y a hacer qué, voy a tener que consultar con mi abogado para ratificar que obedecer sea lo correcto.- Me ha abierto los ojos subteniente, voy a plantear esto mismo a mis mandos y posponer el ataque al enemigo para mañana cuestión que todos mis subalternos puedan clarificarse sobre la legalidad, oportunidad, conveniencia y porque no mérito de la orden antes de cumplirla.Dicho eso el teniente coronel se dirige al resto de la tropa que lo observa expectante, ya ubicados en los camiones con la tensión propia de quienes saben que van al combate:- ¡Atender! Suspendemos por hoy. Si todos están de acuerdo y el enemigo conserva su posición lo atacaremos mañana, salvo que ellos decidan atacar antes y nos ahorren el viaje. Caso en el cual les vamos a pedir que nos muestren sus órdenes antes de prestarnos al combate. Para que todo sea prolijamente legal.
Completamente ridículo, ¿verdad? Y no hace falta acreditar carrera militar para darse cuenta del absurdo, basta tener un mínimo sentido común para captar lo imposible de la escena en cualquier guerra librada o por librarse.
Pues lamento decir que es todavía más ridículo porque los jueces federales de la República Argentina, prevaricadores todos ellos, que juzgan a los militares que participaron de la victoria contra el terrorismo castrista los condenan por no obrar como ese subteniente ficticio.
Lo que sigue no es ficción. Julio de 1976. En aquellos días que todavía hoy se cuentan tergiversados bajo la narrativa de la izquierda, los cuarteles militares del Ejército Argentino vivían en estado de alerta constante porque en el país se desarrollaba la "guerra revolucionaria" que, mucho antes del golpe de Estado del 24 de Marzo, las organizaciones terroristas dirigidas desde Cuba, Montoneros y ERP principalmente, habían declarado contra la Nación Argentina. Una guerra no convencional que se libraba en todo el territorio y donde se arriesgaba ni más ni menos que el estilo de vida de los argentinos. Si los esbirros de la dictadura castrista ganaban esa guerra, Argentina iba a perder para siempre su estilo de vida transformándose en otra tiranía con pretensión de eternidad a imagen y semejanza de la dictadura castrista.
Ciertamente el Presidente Jorge Rafael Videla y la Junta Militar encabezaban un gobierno de facto, pero esa dictadura no personalista (pues no permitía a nadie eternizarse en el poder), que dio en llamarse Proceso de Reorganización Nacional, sucedía al fracaso de la política y tenía por objetivo restablecer el orden para garantizar las condiciones que con el retorno a la democracia hicieran posible alcanzar y sostener la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional. Comprobadamente, tal como lo supo explicar el Presidente Carlos Saúl Menem (quien había pasado años preso durante el Proceso no obstante lo cual, sin guardar rencores, ensayó durante su Presidencia superar el pasado con un programa de pacificación nacional), de las dictaduras militares siempre se volvió a la democracia. Como contrapartida no hay en América una dictadura más rancia que la dictadura cubana, que es la misma que nos atacaba entonces y que hoy parasita a Venezuela. Con lo cual queda claro que no todas las dictaduras son igual de malas.
Y ese era el dilema de la época que se resolvía armas en mano: vencer al terrorismo castrista para volver a la democracia o permitirle a Cuba someternos por siempre.
En ese contexto en el Regimiento de Infantería Nº6 (RI6) de Mercedes “General Viamonte”, se había dispuesto que parte de sus efectivos durmieran con uniforme de combate, las botas puestas y el armamento a la mano, para su empleo rápido en el caso de ser atacados o que se requiera movilizarse.
Emilio Morello, a sus 23 años, era allí un joven subteniente a cargo de la Sección Tiro de la Compañía de Infantería A cuando, al albor del 10 de julio de 1976, el teniente coronel Alberto Schollaert, jefe del RI6 impartió la orden de desplegar hacia un detectado objetivo del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
Esa organización terrorista había secuestrado, el 29 de abril de 1976, al vicecomodoro Roberto Echegoyen, quien fue alojado en una de sus "cárceles del pueblo", pozos de estilo vietnamita o armarios estrechos en los que mantenían a sus cautivos en condiciones de constante tortura, como lo demuestra la abrumadora perdida de peso que experimentaban en poco tiempo quienes como Larrabure tenían las desgracia de ser arrastrados a esas mazmorras infames. A casi 43 días de ser secuestrado el vicecomodoro Echegoyen pesaba solamente 42 kilos.
El armario diminuto, casi un sarcófago, en el que el ERP mantenía privado de toda humanidad a Echegoyen estaba ubicado en la misma propiedad de San Andrés, Ecuador 170, donde funcionaba la imprenta clandestina con que la organización terrorista imprimía sus publicaciones, las revistas "Estrella Roja" y "El Combatiente" además de otros materiales de propaganda, y que resultó ser el objetivo del operativo militar del que participaba el subteniente Morello.
Se estableció un cerco alrededor del inmueble, una vivienda de apariencia modesta pero que contaba con dos subsuelos, los que habían sido construidos por el ERP asesorados por terroristas uruguayos de Tupamaros. Un entrada oculta en el lavadero servía de acceso al montacargas que conectaba los dos subsuelos.
El fuerte despliegue militar fue advertido por el sistema de seguridad de los terroristas y la primera reacción de los erpianos fue ejecutar a disparos el vicecomodoro Echegoyen, quien permanecía encadenado a una suerte de catre. Las acciones se sucedieron entonces rápidamente.
Los terroristas activaron su plan de fuga por el que algunos lograron escapar. Uno de esos terroristas al alcanzar la calle fue observado por un soldado quien lo abatió con una ráfaga de ametralladora MAG. En el relato posterior a los hechos se ha querido inventar que el terrorista agonizaba en el suelo y que uno de los jóvenes oficiales lo remato con un disparo de escopeta al grito de "¡Viva la Patria!". Más allá de lo improbable de sobevivir a los impactos de una ráfaga de MAG, incluso si ese fuera el caso no debe haber una sola guerra en la historia de la humanidad donde no se haya rematado a algún enemigo herido. Y no debe dejar de considerarse que esos terroristas habían ejecutado de dos disparos a un militar argentino minutos antes.
En esta simplificada descripción del combate, que al día siguiente fue tapa de diarios pues se informó al periodismo sobre circunstancias de la victoria, tenemos entonces la captura de un cuartel del ERP que servía como refugio de terroristas, "cárcel del pueblo", imprenta clandestina, acopio de armas y centro de operaciones logísticas (traslado de secuestrados, difusión de propaganda, etc).
En cualquier guerra, eso es un objetivo militar.
Volvamos ahora a ponernos en la piel del joven subteniente Emilio Morello, imaginemos estar en su lugar. ¿Hay algo que le podríamos reprochar a un joven de 23 años que, siendo parte de un Ejército regular de un Estado constituido, obedece las órdenes recibidas y participa de un combate en el marco de una guerra? No. Lo único que cabe es darle las gracias por su servicio.
Pero no en Argentina. Aquí haber defendido la Patria y la Libertad frente a terroristas esbirros de la dictadura castrista es algo que se hace pasar por crimen. Emilio Morello se encuentra detenido en la Prisión Federal de Campo de Mayo desde el año 2017, porque según los jueces que lo juzgan debió haber hecho el planteo de un subteniente ficticio ante la orden impartida por su superior.
Así, con este grado de miserable cobardía y prevaricato, es como se encarcelan en Argentina cabos, subtenientes y demás personal subalterno que durante la guerra no tenían ninguna capacidad de tomar decisiones. Y mientras ellos están presos, los terroristas que dirigidos desde Cuba atacaron a nuestra Patria están libres, incluyendo al jefe de Montoneros, Mario Eduardo Firmenich, quien arrogándose derechos sobre la vida y la muerte de los argentinos ordenaba asesinatos, secuestros y atentados.
Por supuesto, nunca faltan ignorantes, idiotas o pérfidos argumentando que los militares tienen mayor castigo penal porque eran "terroristas de Estado" y los montoneros y erpianos simples terroristas. Pues si fuera el caso que la dependencia del Estado convierte a actos de terrorismo en una categoría de delitos imprescriptibles para el Derecho Penal, los terroristas castristas también deberían estar presos, porque tanto ERP como Montoneros eran dirigidos desde Cuba. De hecho la orrganización Montoneros llegó al extremo de tener, desde 1978 hasta 1982, su "comandancia militar" en La Habana, como una oficina más del servicio de Inteligencia cubano Desde allí ordenaba muertes Firmenich, quien actualmente es asesor del dictador Ortega en Nicaragua.
La injusta prisión que padece Emilio Morello, ya con más de 70 años y sin que se le conceda siquiera la prisión domiciliaria, pone en evidencia que el prevaricato sistematizado es ejecutado por jueces tan corruptos como cobardes, ya que los militares, a diferencia de los terroristas, nunca mataron a ningún juez por condenarlos. Estos "jueces", que pueden ser Rafecas, Lijo o cualquier otro de esos apellidos infames, cazan en el zoológico del pasado, sin riesgos y malgastando recursos que deberían dedicar al juzgamiento de cuestiones actuales. Pero no tienen la honorabilidad que ello requiere. Lo más vil de todo el asunto, es el modo servil al régimen kirchnerista con que eligen ignorar las características de la guerra que los guerrilleros llamaron "revolucionaria" al declararla, y los militares "antisubversiva" al enfrentarla. Yo la llamo "Guerra Sucia", porque las guerras de clandestinidad no se combaten sin mugre.
Esta es una cuestión que no puede soslayarse porque un país que condena de manera implacable y sin posibilidad de perdón a sus defensores le entrega su futuro al enemigo.
Es lo que viene haciendo la Argentina desde el año 2003.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.