Parece más tarde de lo que es. La llovizna comenzó a desprenderse del cielo oscurecido con la suavidad de las caricias. Vicente López, mi ciudad, se arropa de melancolía en noches así. Acaso -hermosa palabra la palabra "acaso"-, se desprendan de este clima respuestas a preguntas que sólo el tiempo podía responder.
Allá por el 2008, dos días después del voto "no positivo" del Vicepresidente Julio Cobos, escribí en este blog un "Breve anecdotario sobre la figura del Vicepresidente y ciertas ambiciones presidenciales", al que considero bien logrado. Señalando características particulares de la Presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, cerraba con este párrafo rematado en una intrigante pregunta:
"Kirchner, rompiendo lo que ya era una tradición de los presidentes peronistas iniciada por Perón y ratificada por Ménem, no se presentó a la reelección inmediata, pero eligió e impuso como delfín a su propia esposa. Cristina Fernández de Kirchner es la primera mujer que llega a la Presidencia encabezando la fórmula, y es notorio que su trayectoria demuestra capacidades que desestiman cualquier comparación con Isabel Perón. Pero, a diferencia de Juárez Celman, de Alvear, y del propio Néstor Kirchner, ella convive con el ex Presidente. Ese es otro dato inédito de la política argentina, que me lleva a concluir con esta pregunta cuya respuesta encomiendo al lector: ¿Se dará cuenta que es por ella, y sólo por ella, que suenan los tacos de nuestros granaderos?"
En vida de Néstor Kirchner esa incógnita nunca pudo ser despejada, la afinidad personal y política entre uno y otro naturalmente impedía al observador delimitar las reales incumbencias en la toma de decisiones. Prueba de esa área confusa es que fallecido el ex Presidente la preocupación inmediata fue si la Presidente iba a tener espalda política para soportar el peso del Poder Ejecutivo, dando por sentado así que hasta entonces esa función, por definición unipersonal, era compartida. El "Fuerza Cristina" tan repetido, incluso sobreactuado, por la militancia kirchnerista ratifica esa visión del poder compartido por el matrimonio presidencial como una impresión de propios y extraños.
Con el magistral discurso del 12 de Mayo de 2011 la Presidente de la Nación Argentina, Cristina Fernández viuda de Kirchner, despejó cualquier duda sobre el ejercicio del poder que pudiera sobrevivir a la muerte de su antecesor. Claramente demuestra ahora comprender que los tacos de nuestros granaderos suenan por ella, y sólo por ella. Con la capacidad oratoria que se le reconoce, supo enviar mensajes a distintos públicos pero siempre sobre el mismo eje: es ella la que monta el caballo con la fusta bajo el brazo. Así de claro. No solamente es la Presidente en ejercicio, sino que para continuar siéndolo no necesita de nadie más que su propia voluntad. Por ende no es ella la que necesita de ellos, son ellos los necesitados de ella, y ellos son esa ficción que da en llamarse kirchnerismo y desaparecería de un chasquido sin dejar huella si declinara su candidatura.
Además de un manejo notable del diapasón político, la Presidente Fernández lleva adelante una puesta en escena completamente admirable. En la explotación del luto, y fingiendo que la debilidad física la pone al borde del renunciamiento, juega retocando la liturgia peronista a desarrollar una audaz hipótesis de historia contrafáctica: la de representar a una Eva Duarte viuda de Perón.
En el imaginario delirante de la izquierda, obsesionada con el entrismo al peronismo y adoctrinada por Tim Rice (el inglés que escribió la ópera rock "Evita"), allí donde militan incongruentes políticos como Ángel Cappa -capaz de reivindicarse como un peronista de base opuesto a Perón ¿?-, la historia argentina pudo haber desembocado en una revolución netamente socialista si el cáncer de útero hubiese sido testicular. Cristina Fernández sabe que más allá de quien enviudara eso nunca fue ni remotamente posible, pero también entiende que lo que está en el imaginario colectivo, con la confusión ideológica que brinda la superficialidad del marketing progre, puede ser bien capitalizado. De hecho tanto Kirchner como ella, falseando la historia sin asco ni vergüenza, lograron amansar la zurda haciendo flamear la bandera de los derechos humanos y atribuyéndose una pretendida refundación del país para terminar luego cobijando tanto a Menem como a Saadi.
Al kirchnerismo, ese rejuntado de infiltrados marxistas, peronistas de lealtades pragmáticas, algún que otro iluso bien intencionado (siempre los hay), filibusteros de los derechos humanos y amigos del capitalismo de amigos que hacen buenos negocios, nunca lo unió el amor, tampoco el espanto, solamente el titinar de las monedas.
La Presidente Cristina Fernández, viuda de Kirchner, los conoce bien. Tanto que no requiere de nadie que le abra los ojos ni la sostenga. Retados por ella algunos bajarán la cabeza y retrocederán dos pasos, con la incorregible intención de -a su tiempo- embestir furiosamente para llevarse una tajada más grande. Tanto lo sabe, y tan por encima de ellos se ha colocado, que demostrándose política de raza hasta se permitió tender un sugestivo puente cuando denostó a los que tras candidatearse a la Presidencia de la Nación "no se presentan porque no pueden ganar".
Dias antes Eduardo Duhalde había dicho: "No puedo defraudar a muchísima gente que en todas las provincias de Argentina quieren que me presente. Si tengo que ganar gano, y si tengo que perder pierdo, pero presentarme no tenga ninguna duda".
Es difícil precisar desde cuando, pero es un hecho que la Presidente Cristina Fernández sabe ahora que es por ella que suenan los tacos de nuestros granaderos. Eso es bueno. Siempre conviene al país un Presidente seguro de su poder. Supongo que irá por su reelección, pero jugando el juego que mejor le conviene jugar, con el cronómetro en la mano y poniendo los puntos donde se le antoje, incluyendo a quien completando fórmula vaya por la Vicepresidencia.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López