"Voy a ser más Scioli que nunca porque esa es mi identidad, es mi personalidad y eso no es contradecir en nada lo que yo vengo sosteniendo", twitteó Daniel Scioli el 26 de Octubre de 2015 a las 16:26 hs.
Pobre Daniel. Luego de su radicalizado discurso del domingo electoral arremetiendo contra Macri, el felpudo patológico ha llegado al punto de prometerse ser él mismo; lo que nos viene a recordar el extraño caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde, o a esos borrachos que luego de algún estrago se justifican diciendo que no son ellos cuando beben.
Entre todas las promesas electorales formuladas por políticos de cualquier tiempo y latitud, no hay registro de alguna que sea más patética, triste y ridícula que esta apelación absurda a la borroneada identidad del que promete. Ciertamente una confesión del sometimiento; pero además, peligrosa.
"No es contradecir en nada lo que yo vengo sosteniendo", añade el candidato presidencial del Frente Para la Victoria. Presa de sus claudicaciones íntimas, parido por el menemismo, sometido por el kirchnerismo y queriendo manotear el gastado salvavidas peronista, Daniel Scioli sintetiza en su falta de convicciones la esencia de lo que George Orwell en su novela "1984" dio en llamar doblepensar.
Siempre es un problema el desequilibrio, ser más o menos uno que uno. Si ahora promete ser más Scioli que nunca significa que en el pasado lo fue menos. Implacable como son los archivos, el de Scioli en el recuerdo refleja una oscilación que denota su falta de identidad. Cuando se busca la constante en su carrera pública (el único aspecto de su vida que interesa), queda desnuda la entrega en cuerpo y alma al poder por el poder mismo, el poder a cualquier costo, y así en todo momento aparece prestando su voz al discurso circunstancial, siguiendo la dirección de las olas y el viento.
Siempre es un problema el desequilibrio, ser más o menos uno que uno. Si ahora promete ser más Scioli que nunca significa que en el pasado lo fue menos. Implacable como son los archivos, el de Scioli en el recuerdo refleja una oscilación que denota su falta de identidad. Cuando se busca la constante en su carrera pública (el único aspecto de su vida que interesa), queda desnuda la entrega en cuerpo y alma al poder por el poder mismo, el poder a cualquier costo, y así en todo momento aparece prestando su voz al discurso circunstancial, siguiendo la dirección de las olas y el viento.
Devorado por su cinismo, Daniel Scioli llega al balotaje sin saber quién es. Si accediera a la Presidencia necesitaríamos un "sciolilómetro" para saber cuánto de Scioli hay cada día en el Sillón de Rivadavia. Antes de eso, por las dudas y por si acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", debería Florencio Randazzo tramitarle un nuevo DNI donde se hiciera la siguiente salvaguarda: "identidad aproximada con un margen de error en más o en menos del 100%".
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
www.plumaderecha.blogspot.com
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