Navidad. Celebración religiosa de quienes profesan la fe cristiana, y ocasión para el encuentro familiar en el común de los argentinos que se prepara con varios días de anticipación.
En 1975 los argentinos anhelaban una noche de paz. Al menos
una noche de paz. Hacía ya años que el país estaba en guerra. La guerra
declarada por organizaciones terroristas que actuando con objetivos y dirección
foránea, tal como supo sentenciar el Presidente Perón en 1974, atacaban al
Estado y a sus instituciones como medio de quebrantar la unidad del pueblo
argentino.
En Octubre de 1975 la banda de delincuentes subversivos
Montoneros atacó en Formosa el cuartel del Regimiento de Monte 29 matando a 12
de los nuestros; y digo "los nuestros" porque nuestros son los
soldados del Ejército Argentino en cualquier tiempo y lugar. ¡Escuchen!... Todavía
hoy, cualquier brisa del norte trae las últimas palabras del bravo soldado
formoseño Hermindo Luna: "¡Acá no se rinde nadie, mierda!".
Pero para los enemigos de la Patria, sabedores que sus
ideas totalitarias sólo podían ser impuestas por medio de la violencia, las
postales de guerra con sus dolorosas secuelas nunca eran bastante. Con el odio
del demente criminal Ernesto Guevara agitaban el sucio trapo rojo del comunismo
queriendo multiplicar los Vietnam.
Así, al atardecer del 23 de Diciembre de 1975 los esbirros
de la dictadura castrista enrolados en el ERP (Ejército Revolucionario del
Pueblo), después de haber instalado un puesto camuflados como vendedores de pan dulce y
sidra, atacó el Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno en Monte Chingolo.
Los guevaristas planeaban la
captura de armamento pero, a diferencia de la sorpresa con que contó Montoneros
en Formosa, el ataque del ERP estaba siendo esperado por el Ejército, que había
logrado infiltrar las filas de la logística guerrillera a través de Jesús “El
Oso” Ranier. El jefe del
ERP, Mario Roberto Santucho había sido advertido por la inteligencia erpiana
que la operación estaba “cantada”, pero de todas formas decidió materializar el
ataque. El resultado fue un absoluto matadero para el ERP, perdiendo en la
acción casi un centenar de guerrilleros entre los que había mujeres y
adolescentes. Luego de esa intentona la organización entró en franco declive.
Los diarios dieron cuenta del
ataque, y ese fue el tema que dominó todas las mesas navideñas de 1975. El 13
de enero de 1976 el Oso Ranier fue asesinado por el ERP. Ranier, otro de los
tantos héroes olvidados de nuestras guerras civiles, nunca fue debidamente
reconocido por haber contribuido al desmantelamiento del ERP ahorrando vidas y
sangre de soldados argentinos.
En aquellas vísperas de navidad, nuestros héroes navideños ofrendaron su vida en combate, defendiendo a la Patria de la agresión del
imperialismo comunista.
Las fuerzas patriotas tuvieron las bajas fatales de:
Las fuerzas patriotas tuvieron las bajas fatales de:
-
Capitán Luis María Petruzzi.
-
Teniente 1° Jose Luis Spinassi.
-
Sargento Ayudante Roberto Cisterna.
-
Soldado Roberto Caballero.
-
Soldado Manuel Benito Ruffolo
-
Soldado Raúl Cesia.
Además, resultaron heridos en
combate el Teniente Guillermo Ezcurra,
el Cabo 1° Néstor Rodríguez, los soldados Eduardo Chabane, Jerónimo Romero,
José Sidras, Carlos Niessi, Jerónimo Caballos, Horacio Botto, Jorge Bofalaro,
Julio Britos, Roberto Fontana, Carlos Gómez, Jorge Novosak, Jorge Cuesta y
Daniel Divito (todos del Ejército Argentino), y los efectivos policiales
Oficial Ayudante Juan Carlos García, Cabo Hugo Cades, Cabo 1° Omar Fernández
Ceballos, agentes Enrique González y Rubén Darío Cedano.
Pese a la victoria, aquella
Navidad del 75 fue de luto y llanto para los argentinos. Jóvenes militares
habían dado sus valiosas vidas por la Libertad y la Patria, sus familias
enfrentaron la más tristes de las navidades. Es justo y necesario recordarlos
hoy, cuando el relato kirchnerista pretende reivindicar los 70’s como si
hubiera algo bueno en las salvajadas guerrilleras. Dirigiendo la memoria
intentan convertir a la República Argentina en el país del no me acuerdo, pero
allí están nuestros héroes navideños, venciendo al tiempo, al olvido y a la
traición.
Fue la misma navidad que el
entonces Comandante en Jefe del Ejército, general Jorge Rafael Videla, pasaba
en Tucumán junto a los soldados que participaban del Operativo Independencia.
En pleno monte nuestros soldados cantaban con sentida emoción la muy dulce “Canción para mi pequeña hija”, de
Salvador León Cabral, que dice:
Esta noche tan
nuestra, querida
hija mía que allá en
la ciudad
sos la luz de bengala
y un beso
para abuela y abuelo
y mamá.
Quiero estar yo
también a tu lado
mientras llega Jesús
Navidad
y contarte en mis
brazos la historia
del soldado al que
nombras “Papá”
Hoy la Patria me
llama, pequeña,
para hacerte una
tierra mejor
sin piratas de rojas
banderas
y hombres que odian
por no tener Dios.
Tengo espada por vos
y por todos
voy al monte de mi
Tucumán,
canto y lucho
alegrías muy tiernas,
aunque estalle la
rabia el fusil
Navidad en la selva,
pequeña
y un fogón compañero
recuerda
las familias lejanas
muy cerca
y un aliento de
pueblo hasta el fin.
¡Honor a los combatientes y Gloria a los caídos!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado
de Vicente López.