Darío Benjamín Ávalos tenía 37 años y era Policía Federal. Aunque sus
padres profesaban activamente la fe de los Testigos de Jehová, en su
adolescencia Darío se sintió atraído por las artes marciales y comenzó a
practicar Tae Kwon Do con el Sabón Jorge Righero. Debido a sus creencias, los
padres se oponían a la práctica marcial y más tarde tampoco avalaron su
vocación de policía.
Ingresó a la Policía Federal con el único propósito de ser miembro del
GEOF (Grupo Especial de Operaciones Federales), la tropa de elite de esa fuerza
que con su récord de eficiencia ha sabido obtener el alto prestigio que
ostenta. Tenía un sueño y todos los atributos necesarios para cumplirlo.
Después de haber aprobado el curso del GEOF, Darío Ávalos no fue
inmediatamente integrado al grupo especial sino que debió seguir prestando
servicios como policía de calle. Era un buen "vigi", apreciado por
los vecinos como cabal garantía de seguridad. Pero él quería ser un GEOF, y
viendo que no era convocado comenzaba a desanimarse por lo que evaluaba abandonar
la fuerza.
El destino quiso que tras presenciar un arresto realizado por él, un
comerciante agradecido le pidió a un Comisario que felicitara al agente por su
valor. Cuando el Comisario trasmitió la felicitación Darío le explicó que iba a
pedir la baja, porque su único deseo era servir en el GEOF. El comisario
replicó que le diera tiempo a ver qué podía hacer. Finalmente Darío fue
convocado al GEOF. Ya miembro del GEOF, Darío Ávalos eligió al Sabón Jorge
Righero para su primer saludo como tal, una ceremonia que se reserva a los
afectos más cercanos.
Darío Ávalos recibió en el GEOF el nombre "Onírico", y
cuadra decir que es un hermoso nombre para quien cumplía su sueño. Se toman
decisiones y se vive con ellas, por eso dedicó su joven vida a proteger y
servir, tenía alma de guerrero y corazón de buen tipo. Como taekwondista era
ágil, rápido y aguerrido.
Si un hombre toma decisiones, vive y muere con ellas. Recibió tres
impactos de bala cuando al llegar a su casa en Villa Martelli se percató que
era rodeado por la banda de delincuentes que intentó robarle el auto. Rendirse
no era una opción para Darío; sencillamente eso no iba a ocurrir. Falleció tras
pelearla varios días en el Hospital de Vicente López. Darío es un orgullo para
sus hermanos del GEOF, igual que para todos quienes lo conocimos.
Es necesario hacer de este hecho triste y doloroso un fuerte reclamo
contra la inseguridad, un hito para no olvidar: téngase bien presente que ni el
mejor preparado está a salvo de morir en la puerta de su casa, y que esta situación
de muertes a diario en cualquier barrio es fruto del daño institucional que
padece el país. Por subversión de valores estamos viviendo en el reino del
revés.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López.