ASUNTO: SISTEMA DE INTELIGENCIA NACIONAL
Históricamente la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) se organizó sin necesidad de una ley específica y de modo tal que su organigrama contenía en su seno dos áreas temáticas bien diferenciadas, una abocada a la Inteligencia Interior y otra a la Inteligencia Exterior.
Esa pertenencia a un mismo organismo de las dos áreas aludidas se reafirmó con la sanción de la Ley 25.520 y ha sido ratificada luego por la Ley 27.126.
Al término de la Guerra Fría y en el advenimiento de la globalización como fenómeno tecnológico, a partir de la expansión de internet y la revolución de las comunicaciones las fronteras entre lo que puede considerarse Inteligencia Interior e Inteligencia Exterior, que antaño presentaban sin confundirse algunas zonas de convergencia (vitales, por cierto), pasaron a ser un todo interrelacionado, al punto que hoy prácticamente lo excepcional es aquello que califica de interés para una sola de las dos áreas.
En el marco de esa evolución y con un escenario que dejaba atrás las “seguridades” del mundo bipolar, comenzaron a pensarse en distintos ámbitos posibles reformas estructurales para el Sistema de Inteligencia Nacional. Paradójicamente, casi a contramano de la situación proyectada, no faltaron propuestas para retomar una vieja idea que consistía en emular la organización de la Inteligencia británica con la visión de un sistema marcadamente interagencial como el de los Estados Unidos.
A tal fin se proponía dividir la SIDE en dos nuevos organismos, uno abocado a Inteligencia exterior en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y otro de Inteligencia Interior en el ámbito del ministerio homónimo. Con alguna que otra variación sugerencias de esa clase circularon sin que nunca se avanzara con ningún proyecto concreto.
Al presente, con un mundo completamente interrelacionado, la República Argentina evidencia un grosero déficit en materia de Inteligencia. Desde 2003 el funcionamiento del Sistema de Inteligencia Nacional, que supo ser eficiente, se fue deteriorando por la mala conducción política, lo que determinó su colapso en 2014. El gobierno del Presidente Mauricio Macri recibió una Agencia Federal de Inteligencia (AFI) que sólo formalmente era un organismo de Inteligencia, pero no supo recomponer al Sistema de Inteligencia Nacional. Al igual que había ocurrido durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, esa gestión tampoco demostró interés por nutrirse de Inteligencia para su toma de decisiones. Con la llegada de Alberto Fernández a la Presidencia, la AFI y todo el sistema que conduce volvió a su punto más bajo. Muy tristemente, el Sistema de Inteligencia Nacional recibido por el Presidente Javier Milei es todavía peor que el recibido por Macri.
Acaso por eso mismo, el interrogante sobre qué hacer con los servicios de Inteligencia es, aunque secundario y muy lejos de las urgencias económicas cotidianas, uno de los temas que importan a la ciudadanía. Porque, de algún modo, la ciudadanía percibe que algo tiene que ver con su inseguridad e incertidumbre la afianzada falta de Inteligencia en las decisiones de gobierno y esa percepción, sobre la manifestación de un Estado torpe, ha dejado caer la anteojera de prejuicios que asimilaban Inteligencia con actividades espurias o antidemocráticas.
Sin embargo, esos prejuicios siguen alimentando la ignorancia en la generalidad de la dirigencia política, por lo que las propuestas para los temas de Inteligencia suelen ser generalidades orientadas a la seguridad Interior. De hecho pudo apreciarse en la última compulsa proselitista que la necesidad de contar con Inteligencia Criminal se ha convertido en lugar común del discurso, aunque muchas veces quedó en evidencia que desde la política hay un gran desconocimiento de lo que ello significa al confundir Inteligencia Criminal con Investigación Criminal.
En tal sentido, durante la campaña electoral, la propuesta más disruptiva para el Sistema de Inteligencia Nacional fue sin duda la de Juntos por el Cambio a través de Patricia Bullrich, quien propuso lisa y llanamente cerrar la AFI el primer día de su presidencia y generar desde cero un nuevo organismo: “La cerraremos de un día para el otro, para terminar con el espionaje y los acuerdos espurios. Tendremos una Inteligencia profesional que cuide a la Argentina de las amenazas del mundo".
Ahondando tal despropósito bienintencionado, supuso Bullrich que ese objetivo era posible alcanzarlo convocando a “estudiantes de todas las carreras, a investigadores, a gente que se forme en la Escuela de Inteligencia para que ningún argentino piense que hay una agencia que los va a espiar. Vamos a tomar una decisión de cuajo”.
En este punto es dable acotar que durante los primeros cuatro años de su gestión como ministro de Seguridad, Patricia Bullrich mantuvo inutilizada por acefalía a la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal (DNIC). No entendió ni valoró entonces la actividad de Inteligencia, y prueba de ello es que todas sus decisiones ministeriales fueron tomadas en forma reactiva sobre hechos ya sucedidos. Iniciada su segunda gestión como ministro se percibe, con la designación de Ricardo Ferrer Picado como Director Nacional de Inteligencia Criminal, la posible corrección de su mayor falencia en el período 2015-2019.
Pero las falencias conceptuales no se superan de un día para el otro, subyacen y afloran. Obsérvese que, conforme al planteo de Bullrich como candidata presidencial, la nueva AFI por ella imaginada estaría orientada a anticipar “las amenazas del mundo”, es decir a la categoría de Inteligencia exterior.
Esta introducción viene a cuento de comprender el escenario con un gobierno que expresa, en la conformación de su gabinete, el acuerdo impuesto para ganar el balotaje.
A resultas del mismo la alianza cambiemita asumió el control ministerial de “los fierros” del Estado, con Luis Petri como ministro de Defensa y Patricia Bullrich ministro de Seguridad, áreas que hasta antes de la presidencial y de manera pública Javier Milei delegaba en su compañera de fórmula Victoria Villarruel.
Ya en aquel entonces, al trascender que Milei delegaría la organización de las áreas de Defensa, Seguridad e Inteligencia en la hoy Vicepresidente Villarruel, se dejó traslucir algo que en estas horas podría estar siendo un problema en vías de agravarse: y es que no tenga claro el Presidente Milei que no puede haber intermediación alguna entre él y el “Sr. 5” (designación dada al jefe del Sistema de Inteligencia Nacional).
El “Sr. 5”, sí o sí, debe ser la constante sombra invisible del Presidente, alguien de su máxima confianza que tenga acceso directo al Presidente en todo momento.
No cabe ningún funcionario oficiando de nexo entre ambos, ni siquiera el Jefe de Gabinete de Ministros. Cualquier intermediación de esa índole es un ridículo despropósito funcional. El “Sr. 5” es hombre del Presidente, sólo del Presidente. Ojalá el Presidente Milei lo entienda pronto, porque de otro modo va a cometer errores no forzados, esos que bien pueden evitarse.
Todavía no queda claro qué es lo que quiere hacer el Presidente Javier Milei con el Sistema de Inteligencia Nacional y en función de ello, lo arriba expuesto amerita algunas consideraciones.
1. Si bien es posible, por lo tanto viable, cerrar la AFI como planteó Bullrich e iniciar una nueva agencia ello presenta una serie de complicaciones que tornan inconveniente la propuesta.
A) La AFI no es solamente un organismo de Inteligencia, es la cabeza del Sistema de Inteligencia Nacional, su cierre dejaría inconexo y acéfalo al Sistema por el tiempo que demande poner en funciones la agencia que le remplace.
B) Iniciar un organismo de Inteligencia rector desde cero, supone también reconstruir desde menos de cero la confianza de los servicios de Inteligencia argentinos a ojos de la comunidad internacional de Inteligencia, donde las continuidad de los organismos -a pesar de los vaivenes políticos- despeja incógnitas. Contar con la cooperación de servicios de Inteligencia extranjeros es vital para la Seguridad Nacional.
C) La idea refundacional de volver a cero, además de no garantizar por sí mejorar lo existente, deja abierta la posibilidad de otro reinicio en cero a los cuatro años o cuando haya nuevamente una alternancia de poder.
D) Es pura fantasía suponer que se puede formar un organismo de Inteligencia profesional y eficiente con un plantel completamente novato, entre otras razones porque resultaría demasiado oneroso para nuestro país; ya que en su fragilidad de distintos órdenes, donde se proyectan escenarios de crisis que deberá afrontar este gobierno, no queda margen de tiempo para seguir deambulando un rumbo sin Inteligencia durante meses o años. Ni siquiera semanas.
E) El supuesto beneficio de crear un organismo de Inteligencia libre de toda impureza y sospecha, conlleva el riesgo de recaer en los mismos vicios, porque esos vicios no tienen otro origen que la mala conducción política. Y no puede ser de otra manera porque los servicios de Inteligencia no deben, no pueden, ni son autónomos, responden siempre a las directivas del Poder Ejecutivo Nacional.
2. Si bien la propuesta de Bullrich estaría hoy descartada, otras propuestas que se mencionan indicarían que algunos personajes han desempolvando viejos proyectos que fueron descartados durante la última década del siglo pasado. Por lo que otra cuestión a tratar es la conveniencia o no de conservar en un mismo organismo las áreas de Inteligencia Interior y Exterior, lo cual lleva a confrontar el modelo actual de sistema orgánico, donde la AFI como cabeza del Sistema de Inteligencia Nacional, dirige y abarca los organismos que lo componen, con el sistema de interangencialidad con instancias de coordinación.
Si se comparan distintas experiencias organizativas se puede apreciar que cualquiera de los dos sistemas puede funcionar de manera eficiente, conforme al modelo institucional en el que lo hagan y a la idiosincrasia nacional; no obstante hay en todo sistema de Inteligencia un riesgo constante que es la propensión a cerrarse en compartimentos estancos con el consiguiente retaceo de cooperación, ya sean entre agencias distintas o áreas de un mismo organismo.
De hecho, es tan fuerte esa propensión que las mejores sátiras sobre los servicios de Inteligencia se han realizado remarcando la misma hasta lo ridículo en tono de comedia. Y aún así algunas veces la realidad ha resultado más ridícula que la ficción.
En Argentina hubo momentos en los que la comunidad local de Inteligencia antepuso la cooperación a los recelos, pero en la decadencia del Sistema de Inteligencia Nacional, agudizada por la demonización de la actividad, esa comunidad de Inteligencia dejó de tener operatividad orgánica y se limitó contactos interpersonales.
La cuestión entonces es discernir si en el marco institucional argentino, con nuestra historia a cuestas y la idiosincrasia que esa historia formó conviene pasar del sistema orgánico a un modelo interagencial.
Por un lado es menester considerar que cada vez la diferencia entre Inteligencia exterior e interior es menos clara y no es una tendencia que vaya a detenerse. No es aventurado entonces suponer que en un futuro relativamente próximo no tenga ningún sentido esa división de incumbencias en materia de Inteligencia.
Tal observación desaconseja formar dos agencias distintas sobre esa división.
Ahora bien, al margen de interior y exterior, otras divisiones de tareas de Inteligencia tienen y tendrán sentido, por lo que cabe evaluar la conveniencia de uno u otro sistema para el caso argentino.
Esta evaluación no puede darse en términos de modelos ideales sino sobre la realidad institucional argentina. Y por similares razones a las que desaconsejan cerrar la AFI para crear otra agencia desde cero, resulta desaconsejable, al menos en el corto y mediano plazo plazo pasar del sistema orgánico al modelo interagencial, porque ese modelo requiere un marco de solidez institucional bien afianzado y solvencia económica, dos cosas de las que no disponemos.
La principal razón para ello es que el marco institucional argentino no tiene en la práctica la solidez que anhelaron los constituyentes, y no en razón de falencias del texto constitucional o del sistema republicano, sino por el desapego a las normas de la dirigencia política.
Hasta no reconstituir la cultura institucional de respeto absoluto a la Constitución Nacional, la creación de nuevas agencias no garantiza ninguna eficiencia funcional. En tránsito a ese objetivo, la mejor alternativa de reordenamiento del Sistema de Inteligencia Nacional sería conservar el esquema actual poniendo la AFI bajo un liderazgo fuerte que depure los componentes viciados y armonice el funcionamiento de los distintos organismos que dirige y abarca.
Esto adquiere particular relevancia y actualidad en momentos en que sectores militares proponen la revisión de funciones e incumbencias de la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar (DNIEM).
Tal como he afirmado en otros artículos: “Inteligencia y Austeridad son sinónimos, cuando la austeridad se impone como necesidad la Inteligencia brilla”.
Lo que nuestro país necesita hoy es poner al Sistema de Inteligencia Nacional en forma con lo que hay. Sería pues un acto de puro gatopardismo dividir la AFI y crear nuevas agencias (y cajas) como algunos trasnochados andan proponiendo. Porque el país no está para dilapidar tiempo y sus escasos recursos en improvisar cambios de resultado incierto ni hacer experimentos.
Finalmente, por el entendimiento de toda crisis como oportunidad, ratifico lo que sostuve en mi anterior artículo: este es el momento propicio para recomponer el Sistema de Inteligencia Nacional.
Para ello se necesita que el Presidente Milei “la vea” y designe un “Sr. 5” que por ser tal, y no un delegado de otro, también “la vea”. Y más vale que “la vea”, porque el lugar en el mundo en el que aspira a posicionar a la República Argentina no es para los débiles, y nadie es más débil que quien carece de Inteligencia.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.