Es un hecho concreto e indiscutible que ciertas y determinadas familias sufrirán en Navidad y Año Nuevo la ausencia de un ser querido, abatido por las armas de la delincuencia durante 2009.
Se trata de un dolor ya conocido por aquellos que padecieron pérdidas similares en años anteriores y que, en el mejor de los casos, habrán madurado el luto tratando de hacerse fuertes como para intentar mejor sobrellevar la ausencia en estas fiestas.
La discusión sobre si la inseguridad es tal o apenas una sensación se torna banal frente al sentimiento de orfandad, de viudez, de estrago alterando el orden natural de las muertes. En esas lágrimas que han de vertirse, en el abrazo del consuelo y en el pesar abrumador de saber que, pese a todo, el mundo sigue andando, se puede despejar una de las incógnitas: Sí, la sensación de inseguridad existe.
¿Y la inseguridad? ¿Existe la inseguridad? Me parece la mayor de las obviedades que sí existe, pero para evitar discusiones con progres que en lugar de analizar la realidad eligen mostrarse afectos a las teorías conspirativas y a buscar retorcidos argumentos para echarle las culpas al pasado, prefiero mantener el enfoque en la sensación de inseguridad.
Tan real es la sensación de inseguridad que en un gran número de aquellos hogares donde el azar ha dispuesto que no haya violentas ausencias alrededor de la mesa, se brindará "porque estamos todos", y en esa frase tan simple además de lo obvio irá el comprensivo acompañamiento a las lágrimas de los que han sido menos afortunados, la certera conciencia de esos sufrimientos, del desgarro de los otros, tan parecidos a nosotros desde que pudo pasarle a cualquiera.
Aceptemos que ciertos medios de comunicación social pueden alimentar esa sensación. A algunas personas las oigo darle manija a la paranoia repitiendo, casi con exclusividad, lo que han visto, leído o escuchado en los medios. Pero también conozco gente que no lee los diarios, no tiene cable, no ve la televisión ni escucha radio, y tiene la misma sensación porque ellos o alguien cercano ha padecido el accionar delictivo y no necesitan de ningún periodista que les cuente lo que pasa a la vuelta de la esquina por donde ya no pueden caminar.
Según el diccionario de la Real Academia Española, "predecir" significa anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder. Ya que no tenemos las dotes de la adivinación descartemos entonces la revelación. Omitamos la exactitud de la ciencia desde que no somos expertos en criminalidad y quedémonos, por puro optimismo, con la posibilidad de fallo que ofrece la llana conjetura del sentido común y lo que nos dice la calle. Y así, desde la mera conjetura, podemos aventurarnos a predecir que, tal y como vienen sucediéndose las situaciones de violencia provocadas por el delito, es altamente probable que tanto en Navidad como en Año Nuevo haya más de una familia que al momento en que los fuegos artificiales iluminen el cielo, con deseos de paz y prosperidad, en lugar de estar reunidos alrededor de la mesa lo harán alrededor del asesinado, del calvario de la morgue y el expediente judicial.
Quiénes serán las víctimas es cuestión de puro azar. Y mientras las cosas sigan como van, eso es todo lo que voy a responder cuando alguien insista con que la inseguridad es una sensación.
Ojalá los hechos me desmientan.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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