sábado, 7 de junio de 2014

LOS MARINOS DE LA GENERACIÓN DEL OCHENTA, reseña del libro de Guillermo Oyárzabal.


Los marinos de la Generación del Ochenta
(en portada alumnos de la Escuela Naval en 1902, a bordo de la Fragata Sarmiento)

Mi última recorrida por las mesas de saldos de las librerías de la Avenida Corrientes, -uno de los pocos placeres que en tiempo de inflación puede disfrutar un tacaño cuasi miserable como yo-, resultó más que satisfactoria. A un precio irrisorio adquirí tres libros, entre ellos "LOS MARINOS DE LA GENERACIÓN DEL OCHENTA", autoría del Capitán de Fragata Guillermo Andrés Oyarzábal; en ejemplar de la segunda edición de 2009 por Emecé, para su colección memoria argentina.

Es un libro destinado a un público limitado, por la temática específica de historia marinera y el tono académico con abundantes notas al final de cada capítulo, producto del puntilloso trabajo de investigación llevado a cabo por el Doctor en Historia Oyarzábal. Personalmente me incomoda mucho cuando las notas no están al pie de página, pero esa suele ser una decisión que toman las editoriales y por lo tanto no siempre es responsabilidad del autor. 

El libro está muy bien titulado en atención al contenido, pues describe con mucha claridad el modo en que el espíritu de la época logró encarnar en nuestros hombres de a bordo. Era el tiempo del progreso, de revisar viejos paradigmas sin renunciar a la tradición, y la tenacidad de marinos infatigables frente a las adversidades logró evolucionar dando al país proyección marítima. Partiendo a finales del Siglo XIX de una fuerza desorganizada, deficiente y limitada al escenario del Plata, se pudo entrar al nuevo siglo con una Armada capaz de garantizarle a la Nación el respaldo de la fuerza para sus relaciones diplomáticas. 

Hay mucho que aprender de este libro al momento de pensar en la defensa del país; porque solemos creer que las adversidades del presente son nuevas, acaso insuperables, pero ya antes hemos pasado por situaciones de indefensión y es bueno entender que estos procesos pueden revertirse en la combinación de algunos factores, pero esos factores no bastarían sin la tenacidad de los vocacionales.

Me voy a permitir cerrar esta simple reseña con un pasaje del libro (páginas 73 y 74) que me hizo reír mucho, no tanto por la anécdota de 1878 como por haber imaginado que el Castello aludido fuera el cantor de Tango Hernán Castiello. Mi mente suele jugarme jugadas de mente, y por eso leí la escena viendo a Cucuza vestido de marinerito, sabrán disculpar si me río otra vez: 

"Lo concreto es que a pesar del estado de la Armada, de la voluntad en favor de la paz y de los juicios contradictorios alrededor de la conveniencia del acto, el gobierno nacional no dudó en mandar buques de guerra para imponer la presencia argentina en el río Santa Cruz. Al mando del comodoro Luis Py, fueron destacadas las primeras unidades. Luego se incorporó la bombardera República, la goleta Cabo de Hornos, el vaporcito Torpedo, el cúter Los Estados y la cañonera Paraná. Refiriéndose al 7 de noviembre, víspera de la zarpada, cuenta Albarracín: 

La noche de aquel día la pasamos todos los tripulantes de ambos buques a bordo; dormimos muy poco, marsicaleando que era un contento, distrayéndonos y riendo con las ocurrencias de nuestro compañero Castello, quien improvisó los siguientes versas [sic] de su cosecha según nos afirmó: 


Suena la caja
mi pecho llora
¡Adiós, señora
voy a partir!
Ruega tú al cielo
me dé consuelo
y que mi viaje
sea feliz!

Si yo muriera
de ti apartado
tendrás cuidado
de no llorar,
porque tus llantos
no serán tantos
que a mí me hagan 
resucitar

El 8 de noviembre a las cinco de la tarde se recibió la orden de zarpar: ¡Adiós, Buenos Aires!, dijimos todos; pero el guardiamarina Castello no pudo menos que hacerlo en la forma poética de su predilección:


¡Adiós, querida
del alma mía!
¡Voy a la guerra
no vuelvo más!
Y un amante
fiel y constante
como Castellito ha sido
no encontrarás!

Los malos versos y el buen humor con que se emprendía la campaña revelan también la excitación que provocaba en los más jóvenes la misión que los impulsaba a partir. En los corazones exaltados se manifestaba una mezcla de coraje e inconsciencia, alimentada por la convicción de que, por fin, se haría algo realmente trascendente para la Patria: el sacrificio cobraba sentido".

Al margen de este delirio mío de fusionar a Cucuza con aquel Castello, "LOS MARINOS DE LA GENERACIÓN DEL OCHENTA" me ha dado la gratificación extra de leerlo pensando en mis tíos Manuel, Juan Carlos y Juan José, además de unos cuantos amigos con vidas signadas por la Armada Argentina, así que en homenaje a todos ellos vaya esta reseña para Don Oscar Héctor Filippi, incansable difusor del espíritu naval. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López

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