No, yo no salí de mi casa por Arenales. Pero me bajé del tren en Retiro. ¿Sabés cuántos relojes andan por las alturas de Retiro? Miércoles soleado invitando a quedarse en remera y caminar por Libertador hasta el Museo de Bellas Artes. Objetivo: La exposición "Las armas de la pintura", y de repente, aunque no de atrás de un árbol, se me aparece él. La pinta de un Newbery, che, un tipo del cielo y más allá de los cielos, otra genialidad del Maestro Carlos Regazzoni que con la nobleza del material ferroviario recrea la figura de Antoine de Saint Exupéry, y lo hace con tanta sutileza que se adivina en su porte la presencia de El Principito. El escritor, el aventurero, el piloto, todo Antoine vuelve a estar entre nosotros gracias al toque de Regazzoni.
Vale la pena ir a verlo, a saludarlo. Y caminando un poco más llegar hasta ese gordo descabezado de Botero para preguntarse si no sería hora de quitar cosa tan horrible y poner en su lugar algo notoriamente mejor; digamos dinamitarlo, o mejor mandarlo a fundición y que sirvan sus metales de pedestal para emplazar encima este Antoine de Saint Exupéry, mucho más cercano a nuestros corazones y a nuestra historia.
¿Qué si fui a la exposición "Las armas de la pintura"?. Sí, pero de eso hablaré en otra entrada, por ahora: ¡Aguante Regazzoni, carajo!
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