"Lo cortés no quita lo valiente".
-saber popular-
Tengo claro hace muchos años que la austeridad que necesita incorporar a su cultura la Nación Argentina necesita debe hacer parecer hedonistas a los espartanos.
Y ustedes saben: soy Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, un liberal que no habla de economía, por lo tanto no me refiero aquí al aspecto económico de la austeridad que acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", sea el más fácil de entender cuando se impone por necesidad.
Por supuesto, la historia argentina registra que en este intento democrático iniciado en 1983 sencillamente se despreció el concepto de austeridad en todos sus aspectos. Desde que Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales predicando que la democracia era poco menos que sinónimo de abundancia, ya que con ella "se come, se cura y se educa", la austeridad ha sido mal vista. Tan mal vista que de nada le sirvió luego, fracaso económico mediante anunciar una improvisada "economía de guerra", porque el camino moral que había empezado a construir se cerraba sobre sí mismo sin llevar a ningún lado.
No se comprendió entonces el concepto de austeridad y mucho menos durante el régimen kirchnerista donde la ambición totalitaria, a través del uso faccioso de los recursos del Estado, adoctrinó a la población con el dogma del "Estado presente". No hay racionalidad alguna en los postulados del kirchnerismo, que exacerban hasta el infinito aquella frase que Eva Perón habría dicho el 1° de Mayo de 1950 sentenciando que "donde hay una necesidad surge un derecho".
Para que la irracionalidad pudiera pasar por aceptable, en su pleno apogeo, allá por el 2010, el régimen K sancionó su Ley de Salud Mental con la declarada intención de "normalizar la locura", cosa que en gran parte logró. La locura se normalizó así de muchas maneras, ya sea impidiendo la internación de adictos, en repetir mentiras como verdades dogmáticas, falsear la historia imponiendo una desmemoria selectiva, desconocer la biología, hablar como idiotas con pretensiones de "lenguaje inclusivo", y un largo etcétera de calamidades que sería largo enumerar y sólo puede padecer una sociedad idiotizada.
Necesitaba el kirchnerismo para perpetuarse, que la merma intelectual de los argentinos llegara al punto en el que ya no fuéramos capaces de advertir que en el sufrimiento que demanda el esfuerzo va la posibilidad de alejarnos del sufrimiento.
Resistiendo esa degradación cultural que llevaba a celebrar la miseria creciente cual si fuera prosperidad, ensayé hace años una nueva definición de "austeridad" y de la "austeridad republicana".
AUSTERIDAD: Calidad de austero, criterioso. Cuidado de los sentidos y el espíritu. Valoración de lo esencial por sobre lo ornamental. Apego a la simpleza de la vida. Capacidad previsora para evitar complicaciones innecesarias. Moderación. Inteligencia. Camino de felicidad.
AUSTERIDAD REPUBLICANA: Decencia. Respeto por la calidad de vida y patrimonio de las futuras generaciones.
Afortunadamente, y no porque yo lo predicara desde mi insignificante blog sino porque la irracionalidad kirchnerista se puso tan grosera como para humillarse a sí misma, la sociedad interpretó que el camino del kirchnerismo seguía el inconducente círculo cerrado iniciado por Alfonsín, pero empeorado por ser ya una espiral descendente hacia la miseria más profunda.
En ese contexto surgió el fenómeno Milei que permitió la esperanzadora rareza de un candidato presidencial que ganó las elecciones prometiendo el mayor ajuste de la historia, mismo que anunciaba blandiendo una motosierra.
Si el kirchnerismo hubiera moderado su afán de idiotizar, o sentido un mínimo de vergüenza por la mentira constante, tal vez el fenómeno Milei no hubiera ocurrido. Pero para cualquiera de esas dos cosas se requiere algo que el kirchnerismo perdió por completo, una pizca, un resabio, un mero recuerdo de lo que significa la decencia.
Así las cosas, para que yo pudiera arrepentirme de haber votado la fórmula presidencial Milei-Villarruel, deberían ocurrir dos cosas, en primer lugar debería perder la memoria, olvidando la historia que muy brevemente acabo de sintetizar, y segundo Milei debería declararse comunista y aborrecer el Himno Nacional igual que Myriam Bregman.
Ahora bien, el apoyo que implica mi imposibilidad de arrepentimiento, no es incondicional. Por principio no puede serlo. En tal sentido, porque aprecio la lealtad tanto como desprecio la obsecuencia, soy -y me exijo ser- crítico del gobierno.
Desde luego no critico el rumbo económico ni las medidas que lo instrumentan, porque mi saber económico es muy básico para pretender discutir medidas instrumentales y en lo poco que puedo entender se está yendo por donde hay que ir. Tampoco me espantan las desprolijidades varias que en el orden político muestra el oficialismo, eran esperables en un espacio nuevo armado al apuro con lo que se pudo. Lo que sí observo con preocupación es una desviación, acaso impulsada por esa mala consejera que es la soberbia, en la comprensión de los fines que se buscan alcanzar con la batalla cultural.
Sucede que la austeridad republicana es también una definición moral que exige sobriedad de gestos a quienes gobiernan. Conservar esa sobriedad es, a contrario de la gritería histérica, una demostración de temple. Algo que Milei logra muy fácilmente cuando deja el personaje histriónico y se pone en modo estadista. Ese es el mejor Milei, el que se muestra más seguro de sí mismo.
Autoproclamarse el mejor gobierno de la historia, además de falso, no es sano. Con apenas un año de gobierno, la Presidencia de Javier Milei todavía es un ensayo, y muy pero muy lejos está de poder subir al mismo podio que encabeza el Presidente Julio Argentino Roca. Contradice además aquello de venir a despertar leones en lugar de guiar corderos, porque si alguien dice hoy que este es el mejor gobierno de la historia habla desde la fe (en el mejor de los casos) y no desde los hechos. Hay que bajar del pony antes de alardear que se monta un pura sangre.
Un espacio republicano no puede apropiarse de los vicios del populismo como si ello definiera otra cosa que la autodegradación de los valores postulados. El fanatismo de creer que ya se solucionaron los problemas del país y que Milei es un líder mundial, sólo puede tener por resultado el ridículo.
El discurso exacerbado se justifica diciendo que las formas no importan porque "no podemos ser una derechita cobarde", como si fueran las palabras y no las acciones las que definen a un espacio como de Derecha o derechita cobarde. Y las formas sí importan en tanto hacen al debido funcionamiento del sistema republicano.
Si en su primer año de gobierno la Presidencia de Javier Milei muestra logros considerables, también exhibe contrasentidos que son propios de una "derechita cobarde". Por supuesto no incluyo en esto la incorporación al gobierno de Patricia Bullrich y otros progres del PRO porque se comprende el pragmatismo impuesto por la necesidad electoral del balotaje en ese acuerdo. A pesar de aquello sobre la imposibilidad de una Argentina distinta con los mismos de siempre. Lo que señalo son contrasentidos políticos sin ningún sentido, propios de una "derechita cobarde", entre los que elijo enumerar unas pocas:
1°.- Si alguien representa lo más repugnante y rancio de la casta política es Daniel Scioli, el felpudo de Kirchner, que reputado falto de toda dignidad fue incorporado al gobierno sin ninguna necesidad ni contraprestación valiosa. No suma votos Scioli y es otro sapo difícil de tragar para los que cantábamos aquello de "la casta tiene miedo".
2°.- Nominar a un prevaricador como Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia de la Nación es eludir dar la pelea contra los que convirtieron al Poder Judicial en un Poder Pevaricador, es convalidar el funcionamiento corporativo de una parte esencial de la casta política. Y es que desde 2003 se perpetra un prevaricato sistematizado en los llamados juicios de lesa, que sirvió y sigue sirviendo como cortina para la corrupción kirchnerista. Son esos jueces tiempistas que llevan procesos atendiendo al viento político antes que al Derecho, son esos jueces que convalidaron el golpe de Estado del 19MAR20 que dio inicio a la infeKtadura, son esos jueces que por ser mayoritariamente corruptos, permitieron el daño institucional, la degradación cultural y la miseria tanto material como intelectual que alcanzó la Argentina. Y frente a ellos ¿dónde está la derecha brava? Disculpen si huelo en el aire un cierto tufillo a "derechita cobarde". Expresión que, por cierto, utilizo muy poco porque de Derecha se es o no se es.
3°.- Vinculado a lo anterior, la visita de un grupo de diputados libertarios a los presos del prevaricato, el Capitán Alfredo Astiz entre ellos, dejó un tendal de heridos en campo propio y pocos que se animaron a alzar la voz para respaldar ese accionar. Aquí le cabe una crítica por "derechita cobarde" al inexplicable silencio de Victoria Villarruel. Defraudó escudándose, tal vez, en que era asunto de la Cámara de Diputados y no del Senado, porque era un asunto político más allá de las bancas altas o bajas. Entre decepciones varias, desnudó la visita que en las filas de este gobierno de Derecha abundan los progres, y no hubo contra esos infiltrados ideológicos una reacción que revele por parte de Javier Milei una conducción política que merezca decirse Derecha. Callaron los diputados de la visita a Ezeiza y se perdió vergonzosamente la posibilidad de plantear en la agenda política la cuestión del prevaricato.
4°.- Así como se puede atribuir el fracaso de la Presidencia de Mauricio Macri, que sólo fue un interregno progre dentro del Régimen K, a eludir confrontar en lo esencial con el kirchnerismo, y hasta pretender congraciarse con quienes nunca le iban a votar, actitud pusilánime que también se ha calificado como "derechita cobarde", el presidente Milei que prometió ponerle el último clavo a al ataúd del kirchnerismo con Cristina Fernández adentro, parece estar desviándose de su propósito por especulaciones electoralistas, queriendo polarizar la elección con la condenada corrupta que debería ser un cadáver político y estar presa cuando sean las elecciones. Las especulaciones electorales de esa clase, ponerle el respirador al zombie en lugar de decapitarlo, son también una actitud de "derechita cobarde". Y ojalá le salga bien esa insensatez de preservar al monstruo para lucirse en la arena.
Finalmente, en Argentina la batalla cultural no es por apropiarse de los vicios del kirchnerismo ni de la progresía, sino por alcanzar y sostener la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional con toda la eterna lucha que impone defender la Libertad desde las formas austeras de la República. Contra viento y marea.
Y sin tomar prisioneros...
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.