Leí El Señor de las Moscas a los 10 años. Lo aborrecí de principio a fin. La idea de una Nación de niños me generó un rechazo absoluto e instintivo. Hoy entiendo por qué.
La Dictadura Sanitaria Global no es simplemente otro totalitarismo, pues por primera vez en la Historia, la dictadura abarca todo el planeta.
Para combatirlo, es bueno entender que, como todos los otros totalitarismos, no comienza ofreciendo un Infierno, sino un Paraiso.
Todos los seres unidos por una sola voluntad y fé comunes. Abolición de todas las diferencias, de la duda y del pensamiento. Convertir a la sociedad en una Nación de Niños. Claro que no en el niño creativo, el niño que hace preguntas, el niño que es filósofo sin saberlo. Sino en el niño que tiene quien lo cuide, lo guíe, lo reprima, lo modele como plastilina. Negación del pensamiento y el pasado.
Sigámonos cuidandonos, dice el covilover. El Estado te cuida. Incluso escuché a una mujer, Ingeniera Química, Maestría en que se yo, decir: Lo bueno de esto es que aprendimos a lavarnos las manos. Bueno, eso yo lo aprendí en salita verde del Jardín de Infantes.
Ella, como todo Covilover, sueña con volver a la idílica niñez. Estaba aplastada de sus responsabilidades.
Hoy, sin libertad, ya no hay responsabilidad. Ayer era una química que debía responder por sus moléculas y compuestos, hacerse cargo de sus creaciones de laboratorio; hoy es una nena de tres a la que felicitan por lo bien que se lava las manitos.
No tendrás nada, pero serás feliz, dice la Agenda 2030. Como cuando teniamos cuatro años.
El Paraiso Totalitario se encuentra siempre con gente que no lo acepta, que no quiere ser un niño eterno. Pues las autoridades los van poniendo al costado. Los encierran.
A este mini infierno al costado del paraiso, los Soviéticos lo llamaban Gulag, los Nazis Campos de Concentración, los comunistas Chinos lo llamaban Campos de Trabajo y Reeducación, el Imperio Británico en Sudáfrica los llamó Barbed Wire Camps, la Dictadura Sanitaria los llama Lugares de Internación y Cuarentena.
Así el Gulag crece sin parar, y se come rápidamente a la sociedad entera. Todo el planeta se convierte en Campo de Concentración.
Pero un niño sano desea crecer, aumentar su potencia, desarrollar su voluntad, quiere explorar, investigar, arriesgar. Juega a ser un pirata, no por las monedas de oro acumuladas, sino por el riesgo y la aventura, por la brisa marina en el rostro, por los mapas con tesoros, porque la búsqueda es más valiosa que el mismo tesoro.
Así que si te impulsan a ser un niño, que no sea ese niño idílico, de manitas lavadas y cerebro más lavado, de calzoncillos planchados y la tarea de la escuela lista, sino el pirata de manos con tierra y arena, rodillas raspadas, imaginación, curiosidad. El niño que desconfía de los guardapolvos blancos, de las inyecciones, de las maestras, de gente "seria", que, como Jack Sparrow, como Sandokán, como Erick el Rojo, no conoce el miedo.
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