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Cristina Fernández abrazando al dictador Fidel Castro, para evidenciar que la democracia no es un valor del kirchnerismo. |
COMPRENDER LA ÉPOCA
(ensayo sobre el final del kirchnerismo)
DE ABRAZOS Y RECONCILIACIONES
En 1879, siendo Domingo Faustino Sarmiento
ministro del Presidente Avellaneda, el país iba con relativa paz y
administración consolidando sus instituciones. Contaba para ello con algo de lo
que se carecía antes de la Guerra del Paraguay: un verdadero Ejército
Argentino. El 16 de Septiembre de ese año regresó al país, tras 41 años de
ausencia, el doctor Juan Bautista Alberdi, y ya coincidiendo en el mismo lugar
con Domingo Faustino Sarmiento los dos se encontraron en el Ministerio del
Interior.
La escena es descripta por Manuel Gálvez, en su
“Vida de Sarmiento” (Ediciones Dictio, Argentina, 1979. Págs. 684 y 685), con
estas vívidas palabras:
“He aquí al tremendo ministro de Avellaneda.
Conversa con algunos amigos, entre ellos Aristóbulo del Valle. Sarmiento habla
con locuacidad, bromea y ríe. De pronto pónense todos muy serios. Es que acaba
de entrar un ordenanza y anunciar que ha llegado el doctor Juan Bautista Alberdi.
Todos miran a Sarmiento. Parece impresionado. Todos miran también hacia la
puerta. Por fin se abre y entra Alberdi, y entonces los presentes asisten a una
escena conmovedora, que les llena de lágrimas los ojos, y que muestra cómo en
el corazón de Sarmiento no hay odios. El hombre violento, el feroz enemigo de
sus enemigos, exclama:
-
Doctor
Alberdi, ¡en mis brazos!
Y los dos grandes argentinos se estrechan en un
largo abrazo, el abrazo del destierro y de la vieja amistad en Chile, el abrazo
que recuerda a cada uno lo que el otro ha hecho por la Patria, el abrazo del
olvido y el perdón. Los dos están conmovidos hasta las lágrimas y algunos de
los presentes lloran como criaturas ante el hermoso espectáculo”.
¿Qué tenían en común Sarmiento y Alberdi? La
sinceridad. Ambos se habían cruzado terribles acusaciones, incluyendo la de
traición a la Patria, pero todo lo dicho era porque sinceramente así lo creían.
No es un dato menor. Ninguno de los dos había ocultado su pensamiento ni
sobreactuado sus enojos, ambos querían lo mejor para la Argentina. Así uno y
otro eran consecuentes con sus ideas, no posaban para la opinión pública ni
para manipular a las masas. Eran ellos y no una puesta en escena para la
gilada. Esa entereza, propia de los honorables, les daba la autoridad para
recapacitar y volver sobre sus propios actos, hasta dar por superados los
enconos con un simple abrazo de reconciliación.
Dado que la historia argentina resultó, y
lamentablemente sigue siendo, en gran medida, la continuidad de los desencuentros,
casi un siglo después, el domingo 19 de Noviembre de 1973, otros dos argentinos
relevantes iban a replicar aquel abrazo sepultando viejas furias con la clara
intención de contribuir a la unidad nacional. Ese día Juan Domingo Perón
recibió en la residencia de la calle Gaspar Campos, sita en el Estado Libre
Asociado de Vicente López, a Ricardo Balbín. El veterano líder radical, dado el
asedio de la prensa y la militancia peronista alrededor de la casa, debió
ingresar saltando una cerca por los fondos del inmueble.
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Perón y Balbín se abrazan en Vicente López, la unidad nacional por sobre el pasado. |
Ya dentro, y en palabras de Joseph Page
(“Perón” – segunda parte, 1952-1974, Págs. 229 y 230) se “produjo un encuentro
histórico entre Perón y Balbín, dos enemigos que se abrazaron por vez primera.
El Chino, al igual que el conductor, simbolizaba la gerontocracia que había
venido endureciendo las arterias políticas de la Argentina. Balbín estaba en
plena lucha por mantener su control sobre el Partido Radical pero no había
perdido su toque (un muy poderoso toque personal al estilo del de Yrigoyen) y
no daba ninguna señal de querer hacerse a un lado y dejar lugar a Raúl Alfonsín
y otros políticos más jóvenes. Las conversaciones mantenidas durante el fin de
semana no fueron más que el preludio de un cónclave realizado el lunes 20 en el
restaurante Nino. Representantes de casi todos los partidos se reunieron con
Perón y sus principales lugartenientes para discutir la posibilidad de formar
un frente político. El conductor se refirió a la necesidad de forjar la unidad
nacional”. “El conductor, finalmente, tuvo una entrevista privada con Balbín un
día después de la conferencia realizada en el restaurante Nino. Los dos viejos
combatientes se entendieron a las mil maravillas. Su conversación se desarrolló
en privado, pero los comentarios posteriores hechos por Balbín a los
periodistas dejaron traslucir su satisfacción con la iniciativa de Perón que
propiciaba la reconciliación nacional”. “Los encuentros con Balbín tuvieron una
consecuencia inesperada: el establecimiento gradual de un fuerte vínculo
personal entre Perón y su antiguo adversario. Tal vez, debido a que su
desconfianza hacia quienes lo rodeaban se iba acentuando, el conductor, en
adelante, iba a recurrir mucho más frecuentemente a Balbín en busca de consejo
y un hombro amigo sobre el cual apoyarse. Entre ellos existía una amistad
única, basada en la experiencia común de dos vidas pasadas ejercitando el
liderazgo político al estilo argentino. En el ocaso de su vida, era lo más
cerca que Perón podía llegar de una amistad genuina”.
Otra vez conviene preguntarnos: ¿Qué tenían en
común Perón y Balbín? La sinceridad. Sus enfrentamientos durante largos años no
fueron fruto de fingir que eran lo que no sentían ser. No había engaño sino
convicción en cada uno de ellos. Tal vez representaban en 1972 una
“gerontocracia”, como define Page, pero esos dos gerontes, con errores y
aciertos sobre el lomo, podían ver el pasado y el futuro con una sabiduría que
a los jóvenes de entonces les era inalcanzable. Como Sarmiento y Alberdi, Perón
y Balbín sabían que el tipo al que estrechaban en brazos no tenía dobleces ni
doble cara. No eran actores que se ajustaban a un libreto buscando aplausos o
taquilla. Se veían a los ojos y no tenían que explicarse nada, lealmente los
dos habían estado ahí, siempre.
En el Siglo XXI la República Argentina sigue
atrapada en su historia de desencuentros, pero esta vez no hay sinceridad sino
kirchnerismo, que viene a ser un neo antónimo de la honestidad. Sin duda la
causa de la Patria sabrá imponerse a los personeros del odio, que recurriendo a
un relato falso de la historia promueven la división constante entre los
argentinos, pero esta vez al final del capítulo no habrá ningún abrazo de
reconciliación. Ello así porque falta en Cristina Fernández de Kirchner, igual
que faltaba en su difunto marido, el presupuesto básico de toda reconciliación:
la sinceridad. El kirchnerismo, un fraude en sí mismo, se disolverá en el aire
como un espejismo, o como esos malos olores que fugan de los intestinos y dispersa
el viento. Pronto no quedará nadie que quiera seguir fingiendo aspirar perfume
mientras se traga su podredumbre. Es que repugna la sola idea de abrazar la
putrefacción, ni pensar en reconciliarse con ella. En muchos aspectos el final
del kirchnerismo está emparentado con el fin del unicato de Juárez Celman,
porque a tal punto son falsos que lejos de refundar la historia la están
repitiendo; como que representan lo peor de ella.
Préstese atención a estas lamentaciones de
Julio Argentino Roca cuando refiere al Presidente Miguel Juárez Celman, en
carta dirigida a Gregorio Torres el 5 de Marzo de 1889, y piénsese sino podrían
haber sido escritas por Eduardo Duhalde aludiendo a Néstor Kirchner:
“De Juárez no tengo nada que esperar sino que
continúe en sus maldades y bajezas conmigo. Las viles y ruines pasiones que
nuestro presidente tenía en germen y medio ocultas, han florecido
espléndidamente en el poder. No en balde en Córdoba el instinto público lo
repulsaba y lo repulsa siempre. Sólo yo he sido el cándido que no he sospechado
el egoísmo sin límites, la avidez y la falta absoluta de instintos nobles y
hasta el sentido moral de Juárez. No hablaré de su ignorancia porque ha podido
suprimirlo con un poco de sentido común (…) Pero mi pesar más grande es la
responsabilidad que tengo ante el país por tanta torpeza que he cometido al
servir de puente y barrer el camino a tanta inmundicia. Así, todo lo que a mí
me hagan, es merecido por bruto…”.
DE DISCURSOS Y FINALES DE ÉPOCA
Poco más de un año después de aquellas
lamentaciones de Roca, el 13 de Abril de 1890, durante el meeting en el Frontón
Buenos Aires, un discurso de Leandro N. Alem, el romántico liberal que combatió
como soldado voluntario en la Guerra del Paraguay, selló la suerte del gobierno
de Juárez Celman. Piénsese ahora en las reacciones de los funcionarios
kirchneristas frente a las manifestaciones del 13-S y el 8-N, y partiendo de
allí sepan leerse con criterio actual estas palabras de Alem:
“Ya habréis visto los duros epítetos que los
órganos de Gobierno han arrojado sobre esta manifestación. Se ríen de los
derechos políticos, de las elevadas doctrinas, de los grandes ideales, befan a
los líricos, a los retardatarios que vienen con sus disidencias de opinión a
entorpecer el progreso del país… ¡bárbaros! Como si en los rayos de la luz…
como si en los rayos de la luz, decía, pudieran venir envueltas la esterilidad
y la muerte. ¿Y qué política es la que hacen ellos? El gobierno no hace más que
echarle la culpa a la oposición de lo malo que sucede en el país. ¿Y qué hacen
estos sabios economistas? Muy sabios en la economía privada, para enriquecerse
ellos; en cuanto a las finanzas públicas, ya veis la desastrosa situación a que
las han traído. Es inútil, como decía en otra ocasión: no nos salvaremos con
proyectos, ni con cambios de ministros; y expresándome en una frase vulgar,
esto no tiene vuelta”.
Por supuesto la historia no se repite sobre
molde calcado. Hay distintas circunstancias, y variaciones propias que surgen
de ellas, pero el parecido está ahí, es pura evidencia del mamarracho sin
originalidad, como la utilización de la juventud que hace el kirchnerismo. Y es
que el discurso de Alem, ese que marcó el fin de época del unicato, venía
precedido de la denuncia de Francisco Barroetaveña en un artículo titulado “Tu
quoque juventud (en tropel al éxito)”, que publicó el diario La Nación el 20 de
Agosto de 1889. Allí, describía que la impaciencia de los jóvenes por tener un
rol activo en la política era aprovechada por el juarismo bajo ilusorias
promesas de poder político. Nuevamente encontramos frases que, aunque escritas
a finales del Siglo XIX por Barroetaveña, bien podrían estar en los diarios del
presente:
“La juventud que así inmola su energía cívica
poniéndose bajo la dependencia de un poder cuyas órdenes se cumplen en silencio
sin la menor objeción (…) renunciar al civismo, adhiriéndose sin condiciones a
la voluntad del Presidente (…) Son tristes y desconsoladores estos movimientos
de la juventud, que de ser imitados nos llevarían a una franca y vergonzante
dictadura. Movimientos sin ningún ideal noble, generoso y patriótico; sin
perseguir ninguna idea o doctrina levantada que signifique un progreso para el
pueblo o la reforma de instituciones deficientes; nada, nada; se busca
sencillamente la aproximación al mando, la fruición del poder, a costa de la
sumisión, en cambio de la servidumbre política”.
Al igual que el unicato, el kirchnerismo tuvo
ya su discurso de fin de época. Ocurrió
el 27 de Diciembre de 2012, cuando el dirigente sindical Gerónimo
Venegas, como para poner de manifiesto lo anacrónico de pretender gobernar el
país invocando odios o diferencias que deben quedar en el pasado, hizo uso de
la palabra en el predio de Palermo que es propiedad de la Sociedad Rural
Argentina, vertiendo estos conceptos:
“Bueno, yo
siempre digo: ‘compañeras / compañeros’, acá voy a decir ‘argentinas y
argentinos’ ¿no?
No, la verdad que ver este predio repleto de
gente, en el día de hoy, a uno lo emociona. Yo digo, les voy a contar un poco
de mí, yo desde muy chico trabajé en el campo, y me fui al campo porque venía
de la pobreza, de la pobreza extrema, uno cuando tenía ocho o nueve años lo
primero que quería hacer era disparar para el campo, porque decían que en el
campo se comía bien. Y yo me fui al campo, y trabajé en el campo. Toda mi vida
he trabajado. O sea, por eso tengo
autoridad para hablar; porque soy un auténtico trabajador rural. Esto me
hace que hoy esté representando no solamente a los trabajadores argentinos, que
tenemos 864.000 trabajadores registrados,
sino también a mil quinientos millones de trabajadores de todo el mundo. Los
trabajadores agrícolas de todo el mundo son representados por un argentino, que
viene de una familia muy pobre, que tiene cuarto grado primario, que se llama
Gerónimo Momo Venegas.
Y decirles que es una barbaridad que hoy los
directivos de la Rural, de Federación Agraria, de CRA, de todas las entidades,
tengan que estar acá mandándole un mensaje a este gobierno que no escucha a los
trabajadores ni a los argentinos. Es una vergüenza, cuando deberíamos estar produciendo en este país, y en este país que tiene
de todo, que tenemos cuarenta millones de argentinos y superficie de tierra
para producir en cantidad y en calidad, porque las mejores carnes del mundo,
los mejores granos del mundo, seguramente son argentinos. Y decirle a la Presidenta de la Nación que el campo no le tiene miedo.
A la Señora Presidenta le decimos que el campo cuando se tuvo que poner los
pantalones largos se los puso, y enfrentó a este gobierno, y lo enfrentó
cuando tenía una imagen del setenta y pico por ciento; así que hoy, Señora
Presidenta, que se le han caído los números y que la barra negativa supera a la
positiva más fácil la vamos a enfrentar. Nosotros, señoras y señores, estamos por las libertades individuales, la
libertad de expresión, la propiedad privada. Siempre existió, yo digo,
cuando vemos que han sacado una ley en la Provincia de Buenos Aires para que
todos los que tienen una propiedad privada paguen para que dentro de un country
pueda haber un trabajador o una familia, eso no debería ser: nosotros tenemos un país para que cada trabajador
tenga su casa, su auto, ¿por qué no lo puede tener, Señora Presidenta, si
tenemos todo para hacerlo? Nosotros sabemos, venimos de una historia de país
que siempre el campo ha salvado. Yo me acuerdo, siempre, recordarán ustedes los
mayores cuando decían 'este año va a haber una buena cosecha', se hablaba
solamente de la cosecha, porque se sabía que si había una buena cosecha había
trabajo y había divisas en el país. Hoy se ha multiplicado todo a través del
tratamiento genético, antes una hectárea daba treinta bolsas y hoy se
multiplica por cuatro, y podemos seguir
multiplicando la producción, el desarrollo, el valor agregado. Nosotros no
queremos, Señora Presidenta, seguir exportando nuestra materia prima y después
comprar las latitas con el valor agregado, queremos
exportar nuestro valor agregado, generar
fuentes de trabajo. Acá en este predio habrá muchos empleadores que cuando
iban, venía la cosecha de alguna actividad querían ocupar gente y le decían 'no, porque se me cae el plan', nosotros no
queremos planes sociales queremos fuentes de trabajo con salarios dignos.
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Gerónimo Momo Venegas |
Entonces, cuando hablan de trabajo en negro, el campo tiene un 45% de trabajo en negro.
¿Pero saben por qué lo tiene? Porque no hay un gobierno que ponga los
inspectores a trabajar, a hacer relevamientos, a terminar con el trabajo
infantil, el trabajo en negro y la mano de obra indocumentada. Eso es una
responsabilidad del Estado, no de los productores ni de los trabajadores.
Es el gobierno el que tiene que multar a los que tengan trabajo en negro.
Nosotros, seguramente, vamos a seguir
defendiendo el campo como lo defendimos en la 125, vamos a seguir
organizándonos porque hubo un sabio que dijo que la organización vence al
tiempo, y yo hace muchos años que digo que ellos
vienen por todo, yo no soy el fruto de una coyuntura política, yo hace ocho
años que estoy recibiendo palos de este gobierno, y los recibo porque siempre
me le planté y le dije la verdad. Yo nunca voy a ser chupamedias de un gobierno.
Nosotros tenemos que defender nuestros intereses, y lo estamos haciendo en este
momento, por eso decirle a la Señora Presidenta que a la Justicia, que también creo y confío en la Justicia, hay que
llevar elementos, no se gana a la Justicia con caprichos Señora Presidenta.
Usted tiene que presentar los elementos si quiere que la Sociedad Rural pase al
Estado. Y si no, le va a pasar a su ex ministra en el día de hoy, la de la
bolsa, la de la famosa bolsa, y así le va a seguir pasando, porque si hay un gobierno al que hay que darle un
premio de la corrupción es a este gobierno.
Todos nosotros, todos
nosotros vemos como se empobrece el país día a día y como crece el patrimonio
de los funcionarios.
Los funcionarios, todos los días crece su patrimonio, y el país se empobrece. Nosotros queremos erradicar la pobreza. La
pobreza termina en el alcohol, delinquiendo; en la falopa como dicen
vulgarmente”.
El kirchnerismo se mantiene empeñado en
convencernos a todos (propaganda mediante) que la realidad del país no es la
que vemos, sino la ficción de sus mentiras dibujadas sobre cartón. Falsedades
que hace tiempo dejaron de ser sutiles para decantar en una burda competencia
de obsecuentes, con filósofos que la ven linda y envidiada, como seguramente se
ve ella cuando, igual que frente al espejito del cuento, dice haber sido una
“abogada exitosa” jactándose de ser también una “presidenta exitosa”. Tan
exitosa como Presidente de la República Argentina que, sin sonrojarse, sostiene
que los ingleses amenazan con “militarizar o invadir” Malvinas. Parece ignorar
que, desde el fin de la guerra (14 de Junio de 1982) el enemigo ocupa por la
fuerza militar el territorio usurpado; y no sería extraño que diga tales
disparates porque alienada en su fantasía crea que por obra de ella, o acaso de
“él”, nuestro país ya recuperó las Islas.
Se intenta en vano disimular el tufo
a descomposición que emana del gobierno. El kirchnerismo olfatea su gangrena, intuye que se
muere a plazo fijo, y a tan módico precio que no hizo falta el sacrificio de ninguna
revolución vencida. No hay gesta, tampoco épica. Su fin de época ha sido
decretado por la realidad que niegan, por su propia lógica autista. No habrá
“Cristina eterna”, ni ducha alguna que de cara al 2015 les quite la mugre y ponga presentable a
ningún kirchnerismo lavado, o larvado si eso fuera posible. Tan sólo queda la
agonía y desbandada. Dos años y algunos meses en los que los patrimonios de
ciertos funcionarios seguirán creciendo; y como a la política corrupta le hace
falta su “nunca más” definitivo, mejor que los aprovechen para disfrutar de ver
al cielo, mientras puedan verlo sin barrotes de por medio.
Sobre el discurso del Momo resuena el eco de la
voz de Alem: “ya todo cambia, éste es un augurio de que vamos a reconquistar
nuestras libertades, y vamos a ser dignos hijos de los que fundaron las
Provincias Unidas del Río de la Plata”.
El futuro es nuestro.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado
de Vicente López