El 01 de Noviembre de 2012, el diario El Cronista Comercial publicó su edición del día con la sobretapa que ilustra esta nota. Al cumplir 104 años de vida, en lugar de festejar un diario argentino se ha visto compelido a explicitar su preocupación por la posible desaparición de la libertad de expresión. No recuerdo ninguna otra tapa de diario, en los casi treinta años que llevamos recorridos de vida democrática, tan dramática como esta. Desde 1983 hemos asistido a situaciones difíciles, algunos coletazos del pasado de plomo, crisis económicas, escándalos de diversa naturaleza y, desde luego, los aciagos días del 2001 en que la anarquía estuvo a punto de abrir la puerta al horror de otra guerra fratricida. Nunca, ni en las peores circunstancias, creímos posible que la libertad de prensa pudiera desaparecer. De algún modo, incluso al borde de la barbarie, suponíamos que nuestra fe democrática iba a recomponerse. Ahora dudamos que la libertad de prensa sea intocable, que esté al margen de cualquier riesgo como un valor asumido por todos.
Me causa una molesta sensación de alarma el tener ante la vista esta tapa de El Cronista Comercial, y aunque quisiera tildarla de exageración no puedo. Vivo con honda preocupación el deterioro institucional que está sufriendo la República Argentina en todos los órdenes. Y allí está la historia de la humanidad, en el interior vacío de esa sobretapa, recordando en la aterradora ausencia de texto que otros pueblos civilizados desoyeron advertencias como esta que hace El Cronista, cuando cayeron en la apatía para dejarse arriar al matadero, cuando escucharon solamente una voz, cuando el odio se alzó con sus sombras de miedo acallando las opiniones libres, cuando pensar se hizo delito. Acaso, -hermosa palabra la palabra "acaso"- los argentinos podamos encontrar en el fondo de nuestro ser nacional, por la educación y los sueños de Libertad que tuvimos, la fuerza necesaria para abrir los ojos, para escapar a tiempo del oprobio, para no volver a tropezar con la piedra de la intolerancia que otrora hizo comunista a Rusia, nazi a Alemania, fascista a Italia; la misma piedra que hoy es demagogia en Venezuela y dictadura en Cuba.
Todavía estamos a tiempo, aún los anticuerpos de la reacción pueden obrar la recuperación de nuestro destino de Nación organizada por y para la Libertad. Los individuos que hoy parecen enseñorearse del poder no tienen en realidad ningún poder. Me di cuenta cuando los vi tratando de derribar el monumento al General Julio Argentino Roca en San Carlos de Bariloche. Ahí estaban, un montón de inservibles que jamás aportó nada al engrandecimiento de la Nación Argentina, una horda de odio queriendo borrar nuestro pasado, creyéndose capaces de juzgar a quien extendió las fronteras del país, al Presidente que promulgó la Ley de Educación, al mascarón de proa de una generación que puso a la Patria en la senda del progreso. Y no pudieron. ¿Cómo iban a poder? ¡Si no sirven ni para tirar de una piola!
A la crisis del 2001 la enderezó y sorteó el gobierno del Presidente Eduardo Duhalde, quien cometió el error más grosero de su larga carrera política apoyando la candidatura presidencial de Néstor Kirchner. Así el kirchnerismo, que irrumpió en la Argentina prometiendo ser aire fresco que venía del sur, heredó un país que salía de la crisis, y con todo a favor para alejarse de ella en la totalidad de los órdenes. Dice el saber popular que quien se quemó con leche ve la vaca y llora, por eso el pueblo decidió apoyar al gobierno del Presidente Kirchner. La crisis del 2001 había sido de tal magnitud, que nadie quería interponerse en el camino que supuestamente iba a alejar al país de esa crisis. Pero Kirchner era un farsante, y el kirchnerismo es un fraude en sí mismo. Lejos de poner distancia de la crisis, primero él y luego Cristina Fernández se encargaron de reeditar la crisis en una reformulación eterna del caos. Así llegamos al 2012 y esta sobretapa de El Cronista Comercial poniendo en evidencia que nuestra Libertad peligra. Cualquier gobierno racional hubiera traducido los años en distancia a la crisis, pero el kirchnerismo encontró en la crisis constante la génesis de su poder. En esta década infame hemos hecho un enorme gasto de energías para no ir a ningún lado, para estar peor pero con un gobierno más fuerte si fuerte es encerrarse en su propia lógica, un gobierno que no sirve al pueblo sino que se sirve de él, y que debilita sistemáticamente a las instituciones porque ve en ellas obstáculos a su hegemonía. Piénsese en un trompo.
El trompo es un juguete conocido desde tiempos remotos, que sin perder su sencillo encanto ha sido motivo de entretenimiento en culturas muy distintas. Prácticamente no hay pueblo cuyos niños no se hayan divertido lanzando trompos.
Los modelos básicos de trompos son cuerpos redondeados que en su parte inferior se afinan hasta concluir en una punta, y que en el extremo opuesto tienen un pequeño cabito saliente de modo que tomado por allí con tres dedos, pulgar, índice y mayor, basta emular el movimiento de un chasquido para que salga girando sobre su propio eje.
Cuando mayor sea la potencia trasmitida por los dedos, más rápido girará el trompo y mantendrá la elegante vertical por un tiempo prolongado. Estando quieto no es posible que un trompo se mantenga en pie. Pero al vértigo de los giros parece cosa de magia que pueda permanecer derrochando energía sobre un mismo punto de apoyo, y sin ir a ningún lugar.
Si eso es atrayente, lo que lo hace divertido es la grotesca caída. Una vez consumido el grueso de su energía, el trompo comienza a tambalear y su elegancia, propia de las bailarinas clásicas, deviene torpeza de ebrio pasado de copas. El juego termina siempre igual, con el trompo volcado sobre uno de sus lados, inmóvil, y no muy lejos del punto de partida.
Pues bien, el kirchnerismo es como un trompo. Corrijo: el kircherismo es un trompo. Si bien sus giros no llevan a ningún lado, la buena noticia es que son cada vez más lentos y torpes. El impulso le dio hasta acá y está terminando. Indefectiblemente, sin pena ni gloria se caerá en el 2015; en tiempo y forma, ni un minuto antes, ni un segundo después. Alardea, pero tambalea. Cada bravata hará más grotesca la caída. Cuando Diana Conti desea una Cristina eterna y califica de boba a la alternancia, el trompo K recuerda al borracho que intempestivamente grita por otra copa al grito de "¡¿O mi plata no vale?!". Y no. No vale, ni asustan los patoteros como Guillermo Moreno, Andrés Larroque o Carlos Kunkel, ya no, se nota demasiado que son patéticos.
El trompo K morirá, sin estertores, rendido a los pies de la Libertad. No quiero que la tapa de El Cronista Comercial sea recordada como la advertencia que no supimos atender los argentinos. Construyendo esperanza el 8 de Noviembre (8-N) el pueblo saldrá a la calle para defender la Libertad. He decidido que iré a la Avenida Maipú, frente a la Quinta de Olivos en Vicente López, portando un cartel: de un lado tendrá el retrato del Dr. Juan Bautista Alberdi y del otro el del Presidente Julio Argentino Roca con una sola consigna "Patria y Libertad". Eso mismo que pretenden robarnos.
El futuro es nuestro.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López