Tan contundente ha sido la respuesta de la ONU y la OEA frente a la crisis política de Honduras que no puedo resistir la tentación de preguntarme si aquello que ha generado un consenso cerrado y evidente por parte de la comunidad internacional, es decir que la defensa de la democracia pasa por la restitución al cargo del -destituido por el Congreso- Presidente Manuel Zelaya, realmente sea lo que parece ser. Y esto por estar prevenido que en el ánimo de los teóricos marxistas siempre está presente la idea de ahorcar a los burgueses con las sogas que los propios burgueses venden, vale decir, ahogar a las democracias apropiándose del discurso democrático y desvirtuando las herramientas propias de la democracia. Venezuela es un claro ejemplo de ello.
Por cierto, no puede tomarse muy seriamente a la OEA. Nadie lo hace. El rápido pronunciamiento contra el Congreso y la Corte Suprema de Justicia de Honduras contrasta con la marcada tolerancia frente a la perpetuación de la dictadura comunista en Cuba. Recientemente el castrismo, por aquello de que es “una cosa tan fea la OEA”, se ha dado el gusto de ver al patético organismo regional irle al pie para mojarle la oreja al rechazar de plano su integración al mismo.
Tampoco puede indicar el rumbo acorde con la corrección la postura de Estados Unidos, cuya política exterior se caracteriza por el desacierto permanente y no querer entender lo que sucede en la región.
Uno de los males que afecta al desarrollo democrático en los países latinoamericanos es la tendencia al caudillismo y la obsesión de los mandatarios por acceder a reelecciones indefinidas; ya sean de izquierda como Chávez o de derecha como Uribe las ambiciones personalistas debilitan el afianzamiento de los sistemas democráticos donde la alternancia en el poder contribuye a la vitalidad del espíritu republicano. En los afanes reeleccionistas se consumen energías que deberían volcarse a la gestión, porque es dando prioridad a la resolución concreta de los muchos problemas que afectan a la calidad de vida de nuestros países, y creando consensos para la continuidad de políticas de Estado como se fortalece la democracia. Uruguay, como Chile, son países donde esto parece estar claro.
Fue esa necesidad egocéntrica de atornillar el traste al sillón presidencial la que desató el conflicto de poderes en Honduras. Esa tozudez del Presidente Zelaya al querer forzar los limites constitucionales y confrontar con las decisiones de la Corte Suprema de Justicia no puede ser obviada a la hora de decidir que pasos dar en apoyo de la democracia. La reacción de la ONU ha sido tan apurada como superficial, y por ver el árbol, que viene a ser Zelaya, no se ve el bosque, que es el complejo de las instituciones que conforman la realidad constitucional en el país de José Cecilio Del Valle.
No creo que Hugo Chávez, ni Raúl Castro, ni Evo Morales, ni Rafael Correa, ni Daniel Ortega, quieran democracia en Honduras, sería estúpidamente ingenuo suponer que estos populistas de la retrógrada ola izquierdista, a la que pretendía integrarse Zelaya, tengan por meta consolidar republicas. Y el colmo de la estupidez sería generar un clima hostil contra la pequeña Honduras que sirva de guiño para que el demagogo venezolano cumpla su bravata de intervención militar.
Alguna vez el Dr. Raúl Alfonsín dijo que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, y esa debe ser la premisa con la cual atender a la crisis de Honduras. La ONU, antes que bregar por restituir a Zelaya, debería contribuir para que las elecciones de Noviembre se lleven a cabo con la mayor tranquilidad posible, sin proscripciones y con transparencia, de modo que sean los propios hondureños quienes resuelvan la encrucijada al decidir su destino.
Civilización o barbarie, esa sigue siendo la cuestión.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
http://www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todo comentario es bienvenido siempre que exprese ideas en forma educada.