Las elecciones del 14 de agosto no sólo servirán para depurar la oferta electoral del modo previsto por la Ley 26.571, sino que -yendo más allá de lo pretendido por el legislador- tendrán una importancia enorme para orientar el voto útil del ciudadano. Se trata en definitiva de una gran encuesta sobre la intención de voto que permitirá anticipar el escenario político del país. Una encuesta confiable como no puede serlo ningún muestreo parcial de consultora alguna.
El escenario más simple se daría merced a un caudal electoral oficialista que bastase para dar la victoria a Cristina Fernández sin segunda vuelta, por la sola imposición de votos propios. En ese caso no tendría sentido el reordenamiento del voto opositor, no habría voto útil, por lo que seguramente los demás aspirantes a la Presidencia contribuirán a mantener la fragmentación del espectro sosteniendo sus candidaturas por mero interés testimonial, asumiendo así que la elección de octubre será un trámite formal para convalidar otros cuatro años de kirchnerismo.
Personalmente creo que ese es el escenario, hoy por hoy, más probable; y en cualquier caso la hipótesis sobre la que hay que trabajar cualquier campaña proselitista desde la oposición, sin dejarse marear por la espuma triunfalista de los comicios de Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires. El mar no es la espuma de las olas.
Entiendo que el kirchnerismo mantiene un caudal importante de votos por convencimiento de la gestión, a lo que hay que sumar en buena medida ese voto conformista que en su momento se llamó voto cuota y que tiende a volcarse a favor de sostener el status quo -pues al fin y al cabo si se ha sobrevivido 8 años con ellos se los podría tolerar otros cuatro-, y finalmente porque parte del electorado, aún inconforme, puede entender que las alternativas disponibles no ofrecen garantías de gobernabilidad o no representan cambios significativos. De las tres categorías que integran el voto kirchnerista puede decirse que los votos por convencimiento de gestión no son susceptibles de ser cambiados, el voto conformista sí, aunque no es fácil romper la indiferencia, en cambio el tercer grupo, el voto del inconformista espera migrar a la oposición si percibe seriedad en la propuesta y que el cambio es factible.
Los demás escenarios posibles dan cuenta de otro grado de complejidad en la tendencia a la polarización. Esos escenarios complejos dependen de qué tanto se aleje el oficialismo de la suficiencia electoral. Si el kirchnerismo gana ajustadamente, es decir perfilándose con riesgo de segunda vuelta, y dos o más fuerzas opositoras mantienen una paridad relativa en el segundo puesto, salvo renuncia expresa de uno de esos candidatos por acuerdo político o declinación personal (un necesario gesto de grandeza), es posible que la fragmentación del voto opositor le permita ganar en primera vuelta.
Ahora, si el voto en las primarias determina la preponderancia de una de las fuerzas opositoras entonces el triunfo oficialista en la primera vuelta se vería amenazado por el voto útil de la oposición, y a mayor grado de polarización menores chances del oficialismo de evitar la segunda vuelta y revalidar su mandato.
Es algo inédito en la historia electoral argentina este ensayo electoral, esta posibilidad de pensar y repensar el voto que ofrecen las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Una cosa era ir directamente a las elecciones, y otra muy distinta hacerlo sobre la certeza de los datos que arroje esta gran encuesta nacional hecha sobre la totalidad el universo de votantes.
El 14 de agosto se define el futuro y yo celebro la oportunidad. Espero que no la desperdiciemos, y en el plural incluyo a todos los opositores que queremos un rumbo republicano en la dirección de los asuntos públicos. El objetivo no es quitarnos votos entre nosotros, es quitarles votos al oficialismo. La convicción cívica y el respeto mutuo se demuestran ya mismo, sin chicanas, sin mezquindades. Hoy, más que nunca, patriotismo es humildad.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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