Allá por 1982 cuando yo estaba en cuarto año del colegio secundario, ya finalizada la Guerra de Malvinas, descubrí a Mohamed Alí Seineldín por una revista en la que se registraba una frase suya que me conmovió:
"Todos quieren ser los padres de la victoria, yo quiero ser el padre de esta derrota".
Así por primera vez tomé conocimiento de la existencia de tan particular oficial del Ejército Argentino y mi admiración fue inmediata. Seguramente decía lo que yo esperaba que se diga, porque nunca entendí la vergüenza por Malvinas.
Desde entonces a hoy, con mucho libro leído, con mucho veterano escuchado, con algunas investigaciones históricas de las que fui parte, en fin, con todo lo que se puede poner arriba de la mesa para juzgar la conducta de alguien en determinada situación, no encuentro absolutamente nada que pueda reprocharse a Mohamed Alí Seineldín en el transcurso de la Guerra de Malvinas.
A él le asignaron proteger el aeropuerto y el aeropuerto se mantuvo operable durante toda la guerra, los hombres que fueron entrenados por él o revistaron bajo su mando, ya sean comandos o tropa regular, mostraron una alta moral y capacidad de combate. Y no fue casualidad el buen desempeño de la Compañía C del Regimiento 25 que a órdenes de Carlos Daniel Esteban, con secciones dirigidas por Roberto Estévez, Juan José Gómez Centurión y Roberto Reyes, ganó el apelativo de "Los Bravos del 25".
La posguerra de Malvinas fue una doble posguerra porque se convirtió también en la posguerra de la lucha antisubversiva (Guerra Sucia, como yo prefiero llamarla), y ambas fueron signadas por la incomprensión, el olvido y la manipulación de la mentira. En tal sentido la posguerra de Malvinas tal vez pueda darse por terminada, pero la posguerra de la Guerra Sucia todavía está en carne viva a través del prevaricato sistematizado que desde 2003 a hoy encarcela hombres que no hicieron otra cosa más que cumplir con su deber en farsas de juicios inconstitucionales donde no se respetan ninguna de las garantías del debido proceso y el derecho a la defensa.
Ambas posguerras se cruzaron en el alzamiento "carapintada" de Semana Santa de 1987, los dos de 1988 y en el ataque terrorista del MTP contra el Regimiento de La Tablada del 23 de Enero de 1989.
Los tres alzamientos carapintadas reclamaban principalmente poner un límite razonable a la pretensión de juzgar los hechos de la Guerra Sucia, y como corolario perfecto de aquel reclamo apareció el ataque subversivo dirigido por Gorriarán Merlo para recordarle a la olvidadiza sociedad y al propio Presidente Raúl Alfonsín contra qué clase de hijos de puta los militares habían librado la Guerra Sucia.
En esos años estudiaba Derecho en la UBA y en cada discusión posible (en esos años se podía hablar y discutir civilizadamente) defendí el reclamo carapintada.
No así el despropósito del 3 de Diciembre de 1990 que políticamente fue una estupidez contraproducente, tan de microclima fanatizado como lo había sido el ataque del MTP. En esa jornada tanto por razones de convicción personal como de pertenencia institucional (SIDE) revisté entre los leales. Escribo y recuerdo las caras de los conscriptos parapetados en las columnas de las veredas a lo largo de la Avenida Leandro N. Alem. La expresión en sus rostros daba cuenta de lo racionalmente inentendible de la situación generada por los acólitos de Seineldín. Una jornada absurdamente sangrienta, con consecuencias nefastas para el Ejército Argentino y la Nación toda.
La responsabilidad de Seineldín en ese hecho demuestra que su comprensión de la política era nula. Si algo debe criticarse de su vida pública es haber dejado que esa acción se llevara a cabo por los que decían obrar en su nombre. Pero ese error grosero y luctuoso, no resta mérito alguno de lo obrado por Seineldín en Malvinas.
Considero a Seineldín un patriota equivocado. Y en términos de sentimientos personales lo de 1990 lo viví sintiendo que ese chico de 16 años ilusionándose con el perfil del Seineldín que le presentaba una revista en la espera del dentista (así de claro y preciso recuerdo ese momento), había sido traicionado.
Escribo esto, que es como pensar en voz alta, porque circula un video de la hija de Seineldín en respuesta a cosas que sobre su padre habría dicho Nicolás Kasanzew.
Como supongo le pasa a todos los malvineros, me apena mucho que ocurran este tipo de polémicas desagradables. No sé que dijo Kasanzew, un tipo al que valoro porque durante un largo y ominoso tiempo todo el peso de la desmalvinización cayó impiadosamente sobre él. Y se la bancó.
Dicho esto, como con todo el mundo también tengo algunas diferencias con Nicolás, no siempre comparto sus apreciaciones y a veces su estilo no es de mi agrado. Pero al igual que Seineldín creo que tiene un lugar reconocido en la causa de Malvinas.
El punto que me llamó la atención sobre esta situación, es que Kasanzew habría dicho (repito que no me consta) que Seineldín apoyaría a Hugo Chávez o a Fidel Castro. Al respecto tengo una consideración para compartir.
Es cierto que entre los carapintadas seineldinistas, particularmente algunos civiles, que estaban formando en ese entonces algo que si mal no recuerdo era el MINEI (Movimiento de Integración Nacional e Iberoamericana), hubo una corriente de simpatía muy marcada hacia Hugo Chávez.
Pero no llegó a ser jamás una real compenetración ideológica ni fue en lo operativo más allá de algunos contactos, sino un fenómeno como el que se dio con la Revolución Libertadora respecto de su proclamada alegría por la llegada al poder en Cuba de Fidel Castro. En ese momento quisieron ver desde la Libertadora un cierto paralelismo entre el derrocamiento de Perón y la caída de Batista, ilusorio deseo que duró hasta que Fidel Castro dejó claro que la suya sería una dictadura comunista.
No fueron nuestros gorilas (palabra que escribo con afecto por si alguien se confunde) los únicos que pensaron que lo que bajaba de la Sierra Maestra era una revolución nacionalista en lugar de una tiranía comunista, de hecho entre los guerrilleros que peleaban contra Batista muchos, incluyendo comandantes, descubrieron tarde (algunos al ser fusilados y otros en prisión) que habían traído el comunismo a la isla.
Seineldín, más allá de su rechazo a los Estados Unidos (cosa en la que, por ejemplo, el Contralmirante Carlos Robacio intentó explicarle que estaba equivocado), distaba mucho de ser un comunista.
Por lo demás el propio Chávez se distanciaba de Seineldín allá por 1994, al decir: "Creo que lo de Seineldín tiene mucho que ver con la gente de LaRouche. Una intención de meter en un mismo saco a fundamentalistas, extremistas y militares latinoamericanistas nacionalistas, con un anzuelo que es el de la lucha por la eliminación de los ejércitos latinoamericanos. Son grupos que tienen una revista y un buen manejo, y muchos recursos. Extraño, ¿no? Me horroricé cuando vi la verdad de sus planteos".
Seineldín era políticamente torpe y así lo demuestra su paso por la política. No hay ninguna novedad en ello. Tampoco hay novedad en que su comportamiento en Malvinas fue ejemplar y ese es un asunto cerrado.
Ya tenemos demasiadas divisiones de esas que no sirven para otra cosa que debilitarnos, no sumemos otra a la causa de Malvinas.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.