sábado, 19 de abril de 2025

ARGENTINA, UNA NACIÓN CON IDENTIDAD CATÓLICA

"La clase de ateo que monta guardia cuando sus camaradas rezan"
AC/LPD



A modo de presentación en diversas oportunidades he declarado ser "republicano, unitario y liberal, ateo para más datos". Y efectivamente, eso es parte de lo que soy.

Como republicano sostengo lo que bien supo expresar el Presidente Julio Argentino Roca: "El secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución". 

De tal modo si algún esfuerzo hago en materia política es por alcanzar y sostener la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional. Y teniendo clara esa meta no vivo ninguna contradicción por ser unitario ni por ser ateo bajo una constitución federal y católica.

De hecho, rechazo cualquier intento de reformar la Constitución Nacional. No porque sea imposible mejorarla, pues los mismos constituyentes originales han establecido el mecanismo para su reforma admitiendo así que su obra es perfeccionable y que a través del tiempo cabe adecuar el texto a las nuevas realidades. Mi rechazo a cualquier reforma se basa en entender que antes de pensar siquiera en tocar una coma de la Constitución Nacional hay que poder acreditar un largo y sostenido esfuerzo por cumplirla. Esta sociedad, sencillamente y a todas luces, no lo acredita.

La mala reforma de 1994, surgida del espurio Pacto de Olivos con el que Carlos Menem y Raúl Alfonsín negociaron sus ambiciones de poder (la reelección inmediata del primero a cambio de algunos senadores para el segundo), es un obsceno ejemplo de la falta de voluntad de la casta política hasta para honrar sus propias reformas. Prueba de ello es que el órgano constitucional Defensor del Pueblo de la Nación, incorporado por esa hipócrita asamblea constituyente a través del Artículo 86, lleva 15 años inutilizado por acefalía; es decir: derogado de facto por los mismos que lo establecieron. 

Otros incumplimientos, que tantas veces he referido y omito mencionar aquí porque largo sería, no siempre tan obvios pero todos groseros, hacen que hoy (y desde hace décadas) nuestro sistema republicano sea un decorado vaciado de contenido.

Entonces, volviendo al principio, ¿la forma unitaria de gobierno es mejor que la forma federal? Por supuesto, estoy plenamente convencido de ello y mucho más a partir de la revolución de las comunicaciones que difiere por completo de la época de los chasquis y las carretas; pero no estamos en condiciones de darnos ese debate sin antes incorporar a nuestra cultura como un rasgo firme y saliente el cumplir con la Constitución Nacional. Sin ese cambio cultural, la razón por la que somos malos federales sería la misma razón por la que pasaríamos a ser malos unitarios. 

Otra cuestión es la que contrasta mi ateísmo con la fe religiosa de los constituyentes, expresada desde el mismo prólogo de la Constitución Nacional. En relación a ello no tengo ninguna objeción teórica ni práctica al texto constitucional. En lo personal interpreto que la cita de Dios es una buena metáfora sobre la voluntad de alcanzar lo bueno, lo justo y lo bello. Por lo que lejos de ofenderme, en una época donde abundan idiotas con vocación de ofenderse por cualquier cosa que no se amolde a su gusto, encuentro esa cita racional y tranquilizadora. Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", porque sobre la tolerancia religiosa se construye la tolerancia social y quienes, con sinceridad, con pureza espiritual, creen en la divinidad tienen la humildad que protege a esa tolerancia. Cuando la creencia en Dios no es sincera, de los farsantes surge el fanatismo que sin humildad alguna se cree capaz de restaurar a un Dios que imaginan mutilado. 

Tampoco me ofende, ni podría ofenderme, la preferencia que la Constitución Nacional otorga a la religión católica. 

Yo celebro en Semana Santa que la Constitución Nacional disponga en su Artículo 2º "El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano". Se trata del justo reconocimiento a la fe de la legión que construyó la nacionalidad y que define nuestra identidad de país católico. La mismísima fe, por ejemplo, de los pilotos de combate que atacaron a la flota inglesa durante la Guerra de Malvinas.

Soy ateo sin vacilaciones, pero antes que nada soy argentino y la Nación Argentina se forjó con identidad católica sin que ello significara intolerancia. Por el contrario, la misma Constitución que reconoce un rango preferencial a la Iglesia Católica garantiza la libertad de credo y con ello también mi libre ateísmo. 

Mantener ese rango preferencial es la mejor barrera contra la intolerancia autocrática de los que argumentando una libertad que no profesan pretenden hacer del progresismo la religión oficial. 

Argentina es una nación con identidad católica y no veo beneficio alguno en que deje de serlo. Digo esto a pesar de los reparos políticos que me genera el Papa Francisco y esos curas de evangelio marxista. 

El sostenimiento del culto católico apostólico romano, no es para el gobierno una mera obligación económica. De haber sido sólo eso los constituyentes lo hubieran establecido en algún inciso de las obligaciones del Poder Ejecutivo o Legislativo. Pudiendo hacer eso, lo fijaron en el artículo 2, inmediatamente después de haber definido la forma de gobierno, por lo cual más que material ese precepto tiene el sentido de incorporar la moral católica al contenido de la forma de gobierno adoptada.

Una moral en todo compatible con la Libertad, sostén de la identidad nacional que debemos preservar.

Y como, para variar, me he dejado llevar con estos pensamientos haciendo un largo texto de lo que iba a ser un breve comentario, me planto aquí para despedirme con aquel saludo pascual de Alfonsín en mi muy querida Semana Santa de 1987:

¡FELICES PASCUAS, LA CASA ESTÁ EN ORDEN!

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
Estado Libre Asociado de Vicente López

¿Qué es la Derecha?

¿Qué es la Derecha?
La Derecha, soy yo.

Ariel Corbat

Ariel Corbat
Ariel Corbat