UN PRINCIPIO SUBVERTIDO
Cuando un gobierno hace gala de ir por todo se reconoce antidemocrático. El todo es sencillamente todo; y aunque lograr el control total de una sociedad civilizada es un imposible racional, demuestra la historia que sí es posible desde lo fáctico. Los estados totalitarios alcanzan el control del todo exacerbando la irracionalidad y demoliendo las conciencias cívicas, camino en el cual el punto de quiebre lo marca la subversión del principio del laissez faire, laissez passer.
En cualquier sociedad democrática, y aún con parámetros variables, el "dejar hacer, dejar pasar", vivir y dejar vivir, es un principio esencial de la tolerancia social aplicable a las relaciones entre individuos; y un claro límite a la coerción estatal sobre la autonomía individual. Implica el reconocimiento y consecuente protección del Derecho hacia la determinación de cada quien; con mayor o menor extensión, según las características distintivas de cada sociedad, pero con certeza en cuanto a las conquistas de la libertad.
En el camino que va de la demagogia a la dictadura, el principio es invertido y su protagonismo deja de estar en los individuos para ser protagonizado por el Estado, entonces esos mismos individuos asumen que el gobierno es un poder sin límites frente al cual hay que dejar hacer y dejar pasar. No puede darse la inversión del laissez faire, laissez passer, sin perder conciencia que la Libertad es una conquista frágil, que se abandona tan pronto como deja uno de pelear por ella.
Ahora bien, no alcanza con la mera comodidad para caer en la abulia cívica y la indiferencia social que permiten prosperar a un proyecto totalitario, se requiere además de un proselitismo específico. Así es como la intimidación se volvió parte de la vida cotidiana de los argentinos bajo el régimen kirchnerista. Imponer miedo en una sociedad con una gran cuota de cobardía, que hasta teme las zarpas de los tigres de papel, no demandó mucho trabajo. Pero el miedo se instaló y las intimidaciones están a la orden del día.
Largo y tedioso sería reproducir todas las amenazas, abiertas o veladas, que vienen siendo pronunciadas por los principales dirigentes del kirchnerismo, pero es un hito insoslayable en la historia de la intolerancia kirchnerista la campaña lanzada contra el entonces Vicepresidente Julio Cobos durante la crisis del campo por la Resolución 125. Pocas pintadas políticas he visto en la calle que me hayan causado tanto desagrado como aquella de "Cobos traidor, saludos a Vandor". Evidencia dos cosas, primero un absoluto desprecio por las enseñanzas del pasado, y segundo que todo proyecto totalitario necesita encontrar traidores para disciplinar a la tropa. Para los que no formábamos parte del "proyecto nacional", pintaban otra frase de igual tenor: "Ni lo piensen".
Y es entendiendo esto que uno puede vislumbrar el público al cual se dirige Cristina Fernández cuando da discursos en tonos de arenga, llenos de frases agresivas y con un grado de irracionalidad tal que, como sostiene el Dr. Nelson Castro, arroja dudas sobre su salud mental.
La Presidente no le habla a los argentinos en general, mucho menos a los que guardan conciencia aún de ser ciudadanos, porque de ellos necesita apenas la indiferencia del dejar hacer dejar hacer invertido y basta que entiendan el tono intimidante; la cobardía viene haciendo el resto. Sus discursos, igual que los de Nicolás Maduro, están dirigidos al pobre intelecto del sujeto categorizado por el Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano. El idiota latinoamericano no es muy distinto al idiota totalitario de otras partes del mundo, comparte la misma necesidad de purificarse en el odio contenido por una verdad que le permita hacer ejercicio de algún poder.
UNA POSTAL DEL PAÍS BAJO INTIMIDACIÓN
En estos días, luego de las críticas y amenazas del gobierno a los productores de granos que silo-bolsas mediante aguardan mejores condiciones para vender sus cosechas, en un campo de La Pampa aparecieron vandalizadas 8 silo-bolsas con soja y maíz. El mensaje es evidente.
Guillermo Moreno marcó claramente la impronta patotera del kirchnerismo, y sus alardes prepotentes fueron coronados con pintadas de la militancia reconociendo su "patriotismo", de allí en más cualquier idiota que quiera tener éxito en el kirchnerismo, y llegar del médano a Puerto Madero en una revolucionaria Harley Davidson, sabe que en nombre del modelo todo está permitido. Todo, menos diferenciarse del todo. Esa es la gravedad de la situación, que si bien el kirchnerismo es una farsa, las medidas que va tomando son reales y conducen a una tiranía comunista en serio.
Repásese la evolución de la libertad en cualquier orden, y se verá un deterioro marcado desde el 2003 a la fecha. Como vengo predicando, el país ya no atraviesa una crisis sino que vive en el daño institucional, y la Constitución Nacional no es la ley suprema de la Nación sino una ilustre abandonada. Ese lamentable estado de cosas es la normalidad del país bajo el régimen kirchnerista.
OTRA POSTAL DEL PAÍS BAJO INTIMIDACIÓN
Quien así festeja en su muro de Facebook el hecho delictivo que tuvo por víctima al periodista Marcelo Longobardi es Jorge Zappino, un militante kirchnerista de extracción marxista guevarista
conocido por sus amenazas. Embanderado de cristinismo, Zappino participa en política vinculado al Vicegobernador Gabriel Mariotto, es adherente a la pre candidatura presidencial de Sergio Urribarri, empleado de la Jefatura del Gabinete de Ministros de la Nación, y tiene actividad sindical como delegado en ATE.
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Jorge "Semillita" Zappino en Venezuela. |
EL bichito BAJO LA LUPA: SEMILLITA DE MALDAD
Políticamente Zappino no tiene entidad propia, pero aún minúsculo es interesante observarlo bajo el microscopio y analizar como esta clase de intolerante encuentra espacio dentro del kirchnerismo: sin duda es un sujeto útil al fomento del odio que propala el régimen.
El ataque sistemático del gobierno sobre los medios de comunicación, tiene su base de sustentación en militantes de la intolerancia, sujetos que necesitados de una verdad redentora de su pequeñez evidente, abrazan el evangelio kirchnerista esperanzados en salir de la insignificancia y cobrar altura.
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Jorge Zappino en el Patio de las Palmeras
Casa Rosada |
El régimen los necesita, los cobija a sueldo y les permite expresarse agresivamente, como si tuvieran coraje. Obsérvese lo cobarde del comentario: Longobardi, según él, "hacía rato que se venía buscando una buena paliza". O sea que, según este kirchnerista los críticos del gobierno buscan ser golpeados, y Longobardi en particular merecía "una buena paliza", tratamiento especial. Claro que no fue él a propinarle los golpes que según cree amerita Longobardi, se congratula porque se los haya dado un delincuente, acaso un delincuente común, que además de sancionar al periodista no complaciente con el régimen le robó el reloj.
No hay en esa celebración de Zappino un encono de basamento personal hacia Longobardi, lo que sería criticable por otras razones pero entendible, sino una decisión política de avalar cualquier violencia contra los opositores. La Patria es el otro, mienten los kirchneristas; pero a ese otro si quiere ser otro ni justicia. Para un kirchnerista, y Zappino es un kirchnerista promedio, todo el que no comulga con su fe merece la injuria y la calumnia. Los siguientes ejemplos, tomados de su muro, ilustran al respecto:
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Agravio a Ernesto Sanz. |
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Agresión a Maximiliano Guerra, un artista. |
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Calumnias. |
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Aplaudidor de los métodos de censura castrochavistas. |
Posiblemente todo régimen totalitario represente un cuadro de enfermedad mental, como una locura fabricada que se extiende a la sociedad desde la patología del líder, y que se manifiesta de forma muy llamativa a través de ciertos individuos de comportamiento histérico. Aquel desquicio mental que con desdén de superados apreciamos a la distancia en la historia de la inquisición, persiguiendo a herejes, brujas y demonios, no está tan lejos del presente argentino persiguiendo a buitres, traidores, corporaciones y demás nefastos seres de la mitología kirchnerista que desde el terrible norte se complotan para destruir el legado de "Él". Cuando La Cámpora hace campaña para que esto sea irreversible, la amenaza de "Cobos traidor, saludos a Vandor" se potencia en su real y grave dimensión.
Una vez más queda demostrado que la intolerencia política no se evita con estudios universitarios, Zappino los tiene igual que Atilio Borón, pero los dos son comunistas que añoran la URSS y a los que les encantaría confinar a los disidentes del régimen en alguna nueva Siberia. Y sirve también para señalar que la intolerancia no es un mal de la juventud, Zappino tiene 51 años, más de medio siglo sin aprender que la acción política no justifica agresiones en una sociedad democrática. Las opiniones deben ser toleradas, las agresiones no. Mucho menos cuando el agresor llega al extremo de extender su odio sobre los afectos personales del agredido. Hay semillas de maldad en el granero del kirchnerismo, pero no son los jóvenes, todavía en tiempo de aprendizaje y sujetos a error; ellos crecerán.
Dedico esta nota a la memoria de Pedro Benegas, dirigente liberal cuya temprana muerte Jorge Zappino celebró públicamente.
Sostengo que la tolerancia es la principal virtud del liberalismo, filosofía que practico y espacio político en el cual milito, pero no soy cristiano, soy ateo y no pongo la otra mejilla. Pasado cierto límite la tolerancia deja de ser virtuosa y se confunde con la indiferencia o la cobardía.
En la continuidad de este régimen insano es posible que Jorge Salvador Zappino haga carrera, porque al fin de cuentas la intolerancia de promover el ataque de Quebracho a Domingo Cavallo se premió con un cargo de director en el BCRA.
Al igual que otros militantes del régimen bien sabe Zappino, (al que con humor apodaban "semilla mala" en la Facultad, porque "no creció, quedó semilla"), que por la vía de la intolerancia, demostrando ser un ferviente defensor de la verdad kirchnerista y dispuesto a que sea impuesta a los demás por la fuerza, puede lograr que lo rieguen para ser algo más que una mala semilla. Digamos, un bonsái en el jardín del comunismo.