(un cuento breve y enigmático)
Alguna vez, tres tipos que ya habían olvidado la cantidad de horas que llevaban sin dormir, tras una noche de desvelos, adrenalina y jugarse a todo o nada, se sentaron a desayunar en la vereda de un café sobre la Avenida de Mayo.
Pidieron café con crema, café con leche y submarino, además de algunas medialunas. Estaban muy cansados para hablar, y ciertamente no tenían ninguna cosa que comentarse, no allí; fascinados porque amanecía un día normal, un día más, sin nada especial, al que nadie recordaría.
La rutina de siempre era esa vez un show deseado y extraordinario, como ver en silencio una vieja película muda, esas en las que las personas parecen fantasmas y acaso lo sean. Al que se le hizo un nudo en la garganta evitó cruzar la mirada con los otros dos. La gente seguía poblando la calle. Y alguien al pasar, dijo hablando por celular: "hoy a va a ser un día horrible". Los tres sonrieron al escucharlo, hubieran reído de no estar extenuados, muertos casi y vivos como nunca.
Lo supo en ese momento, no es el olor del napalm en las mañanas lo que huele a victoria; es el sencillo aroma de una bebida caliente. Porque aquí, aquí no ha pasado nada.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López.