domingo, 31 de octubre de 2010

"FIRMENICH", BIOGRAFÍA DEL COMANDANTE ENEMIGO




Al libro de tapa negra, apropiadamente enlutado, con el apellido del comandante enemigo estampado en mayúsculas que traslucen algo como un paredón y en rojo sangriento el logo de la Orga, lo tuve en mis manos a poco de salir a la venta; pero lo devolví al estante mezclando sensaciones. El hartazgo y el fastidio se parecen aunque no son sinónimos, la refritada cantinela sobre los 70 me provoca ambas cosas. De todas formas sabía que iba a terminar leyéndolo. Mi biblioteca, para el estante en que abundan libros sobre la época, ya lo estaba reclamando.

Hace poco alguien de mi estima me recomendó su lectura. "Ayuda a entender", escribió en un mail. Acaso, y vaya que es una hermosa palabra la palabra "acaso", necesitaba esa excusa para vencer el rechazo y comprar el libro.

Felipe Celesia - Pablo Waisberg

FIRMENICH

La historia jamás contada del jefe montonero.

AGUILAR

Felipe Celesia y Pablo Waisberg han escrito un libro sin dudas indispensable. De entrada pueden atribuirse el mérito de ser los primeros en publicar una biografía sobre el líder montonero, meta que otros intentaron alcanzar sin éxito.

Según mi lectura, el resultado es una biografía bastante particular, porque trabajada con pulcritud desde lo metodológico se alcanza a percibir, a la par del esfuerzo puesto en recopilar datos, cierta dificultad para atrapar al protagonista.

En ese sentido intuyo alguna insatisfacción por parte de los autores, que no en forma gratuita citan palabras del escritor Manuel Vázquez Montalbán (puestas en la novela "Quinteto de Buenos Aires" donde alude a Firmenich a través de un personaje llamado "Girmenich"), describiendo que a su alrededor se produce "una mezcla de alejamiento y cercanía". Firmenich sigue siendo un tipo escurridizo, por eso, a diferencia de lo que reflejan multitud de biografías sobre otros personajes históricos, aquí su huella se pierde reiteradamente detrás de los hechos, se aleja cada vez que sus biógrafos parecen acercarse, y es entonces que cobra verdadera dimensión el contexto.

La pacífica doctrina del saber popular acepta, sin mayores cuestionamientos, la existencia de buenas intenciones que terminan adoquinando los caminos al infierno. La historia de Montoneros, como cantera de muchos de esos adoquines, parece confirmarlo. Tipos como Firmenich, que teniendo condiciones intelectuales y alguna sensibilidad social, a temprana edad se acercaron al cauce torrentoso de la vida política: tentados a la violencia, influenciados por lejanas revoluciones y cercanas iluminaciones de curas ideológicamente ambiguos.

La tragedia nacional había tenido inicio mucho antes, nadie tuvo la lucidez ni la capacidad suficiente para detenerla. Las convicciones de fondo y formas democráticas nunca terminaron de hacer pie en nuestro país. Desde el vamos dimos vueltas, seis años tardamos desde Mayo en declarar la Independencia viviendo bajo la convenientemente hipócrita “máscara de Fernando”, y otros treinta y siete en darnos una organización constitucional. A la Gloria mayúscula de los Guerreros de la Independencia le siguió la gloria minúscula de las facciosas luchas civiles, y el sable, encandilando con sus destellos, siempre estuvo por encima de la ley. En el subconciente argentino lo escrito en hechos de sangre era sentido con mayor vitalidad, con la alegría irresponsable de la juvenilla, así preferimos la impaciencia del tajo antes que las aburridas y prolijas letras de la caligrafía democrática, la inminencia del todo o nada antes que la paciencia sacrificada del arado. La chuza antes que la pluma.

Hasta el que proclamó la dicotomía “Civilización o Barbarie” fue un bárbaro civilizador. Somos los hijos de Sarmiento, de ese Sarmiento que siendo uno los fue todos, el genio, el loco, el educador, el asesino, el escritor, el terrorista, el exiliado, el patriota. Sarmiento, el hombre.

Así, transitando nuestras hondas contradicciones, la montonera desembocó en la casi olvidada tradición motinera del radicalismo, después llegó el golpismo y del 43 surgió Perón para trazar la nueva y sinuosa línea de riesgo. Como en la canción de Billy Joel, todos los protagonistas de los más violentos años que conoció la Argentina podrían cantar a coro: “nosotros no iniciamos el fuego”. En el mejor de los casos nos alegraremos por la paradoja: que todos ellos, tan dispuestos a alimentar la hoguera, fracasaron de tal modo que a baldazos de sangre acabaron finalmente por apagar el incendio.

En la biografía de Firmenich, la época aparece como el gran monstruo que determina el devenir histórico, en cierto modo un distribuidor de culpas que involucra y exonera; cosa que vale para todos. Hay momentos en la historia que quedan determinados por fuerzas irracionales donde los liderazgos surgen como consecuencia azarosa de las circunstancias, inercia social antes que cualidades personales. Juan Domingo Perón, ninguna duda cabe de ello, fue un líder nato que en los 40', entendiendo el tablero de la política mejor que nadie, construyó su liderazgo operando a conciencia para imponer su voluntad sobre la realidad. De allí en adelante todos los liderazgos que hemos conocido, de una u otra manera, a favor o en contra, quedaron a su sombra, limitados a lo que dispusiera la fuerza de las circunstancias. A punto tal que incluso el mismo Perón terminó a la sombra del que fue. En la fisonomía de la bestia de los 70' el anciano líder alcanzó a reconocer su impronta, en los rasgos deformados de sus peores facetas. El monstruo, huelga decirlo, fagocitó angurriento hasta la médula de todo sueño de paz.

El trabajo elaborado por Celesia y Waisberg, desde la asepsia desapasionada con que buscan aproximarse a Mario Eduardo Firmenich, refleja lo que de tragedia y comedia ha tenido la historia de Montoneros sin ensañarse con cada pliegue de las contradicciones montoneras. Es un libro que -tal cual me ha impresionado- no pretende convencer al lector de tomar posición sino más bien acompañarlo a reflexionar sobre el rol histórico de la Orga y el "Pepe". Un buen punto de partida para darle cauce a la curiosidad y el debate.

A través de las páginas de "Firmenich", necesariamente, uno se encuentra con muchas manos ensangrentadas; pienso ahora en las de José Amorín asesinando con dos disparos por la espalda al Cabo de la Policía Inocencio Barrientos, que cumplía consigna en la Quinta de Olivos y alcanzó a dispararle a Firmenich, hiriéndolo en una mano, antes de caer muerto. Entonces me digo que los nenes bien de clase media que se les da por hacerse los revolucionarios con la idea aventurera de ayudar a los pobres metiendo balas, terminan matando algún pobre, no sacan a nadie de la pobreza y le joden la vida a todo el mundo. Pero aún así, esos muchachos de manos ensangrentadas no son lo peor del asunto, al fin de cuentas, creyendo entender el rumbo de la historia y embarcados en la lógica de la guerra ellos estaban ahí corriendo el riesgo de ser heridos o muertos.

No. Las manos ensangrentadas no son ni por asomo lo peor de esta historia. Lo peor en mi subjetiva opinión es el amasijo de mugres que llevan donde debería estar el alma aquellos a los que no les cuadra la excusa de la juventud. Los que dieron argumentos jurídicos o el lirismo que terminó de convencer a los "estúpidos imberbes" que matar era el camino. El libro los menciona al pasar, pero están y se dejan notar. Son esos que todavía hoy tienen la desvergüenza de erigirse fiscales, asqueando con la halitosis de sus bocas palabras como Justicia, Verdad y Memoria. Sus voces tienen tufo a odio y martirio de jóvenes. Lo digo pensando en el hoy Secretario de "Derechos Humanos" de la Nación Eduardo Luis Duhalde, que aportaba estructura legal a las organizaciones guerrilleras, y por el "poeta" Juan Gelman, entre muchos que escribieron y argumentaron para que la Patria se fuera en sangres.

La actualidad del libro se palpa en cada página, porque el debate sobre el pasado sigue abierto y aún resta definir completamente los alcances de la revisión jurídica. Específicamente se menciona el fallo de la Sala I de la Cámara Federal Porteña, relacionado con el ataque de Montoneros contra el comedor del Departamento Central de Policía, hecho perpetrado el 02 de Julio de 1976 mediante una bomba de tipo vietnamita, que a criterio de los jueces Gabriel Cavallo, Eduardo Freiler y Eduardo Farah, no constituyó un crimen de lesa humanidad pues "no había sido cometido por 'agentes estatales en ejecución de acciones gubernamentales o por un grupo con capacidad de ejercer un dominio y ejecución análogos al estatal'".

Al llegar a ese punto de la lectura, inmediatamente reparé en lo que había leído antes, comenzando por la foto de la página 268 en la cual se observa a Firmenich vestido con su uniforme de comandante montonero, y cuyo epígrafe especifica: "Firmenich trabajando en la Comandancia. Así llamaban a la casa donde funcionó la Conducción de Montoneros entre 1978 y 1982. Era una construcción de dos plantas ubicada en el Barrio Miramar, La Habana, a cinco cuadras del Teatro Carlos Marx (Archivo de Montoneros)".


Ese es sólo uno de los elementos que el libro presenta como para que quien lo lea pueda deducir fundadamente que la Organización Montoneros, acaso traicionando su origen, terminó siendo bien pronto parte del aparato paraestatal de la dictadura castrista, de la cual recibieron instrucción, apoyo, logística y también órdenes. Piénsese en Rodolfo Walsh, quien antes de ser Jefe de Inteligencia de Montoneros ya era agente de la inteligencia cubana, sumese a ello que parte del dinero obtenido como rescate por el secuestro de los hermanos Born (en el que Walsh actuó como interrogador) fue depositado en Cuba, que no era exactamente un paraiso financiero, y se tienen elementos como para dudar de la "independencia" de Montoneros; duda que desaparece rendida ante la confirmanción con esos cuatro años de la "Comandancia" de la Orga establecida en La Habana.

En la página 281, hablando de "La Guardería", lugar donde se cuidaban los hijos de los combatientes que volvían a la Argentina durante la contraofensiva, Celesia y Waisberg apuntan: "Era parte de la logística que había puesto el gobierno cubano, que incluía una casa para que funcionara la Conducción Nacional, ubicada en el barro de Miramar, en La Habana. Le decían 'la oficina'".

En página 285, agregan: "La relación con el gobierno cubano era muy buena. Eso les permitía no sólo tener la guardería, la casa de la Conducción y varios departamentos donde vivían los jefes de la organización y otros militantes de rango, sino que la camioneta Latvija tuviera un patente HK -para técnicos de las organizaciones extranjeras- pero con un distintivo extra, que indicaba que eran 'especiales dentro de los especiales'".

Allí los montoneros se reunían con Pascual Martínez Gil, Jefe del G2, las tropas especiales cubanas, de la que los guerrilleros argentinos fueron un apéndice; y también con el Comandante Manuel "Barbarroja" Piñeiro hacedor de guerrillas latinoamericanas para la exportación de la revolución castrista.

Así la lectura, ilumina acaso una argumentación interesante para plantear la revisión del criterio judicial que entendió a la Organización Montoneros ajena a cualquier aparato estatal, y por ende a contrario sensu susceptibles de ser considerados sus actos crímenes de lesa humanidad. Por otra parte, y por si fuera poco ser satélites de cuba al servicio del imperialismo soviético, ya durante el Gobierno de Cámpora Montoneros había logrado posicionarse y servirse del Estado en Argentina.

No sé si los autores de la biografía entrevieron ese posible rebote jurídico, en cualquier caso, contrastando con las tristezas, lo más cálido del relato son los pasajes que permiten vislumbrar a Firmenich como hombre de familia, en especial la reprimenda a su hija y la posterior gastada de los amigos. Y otra vez la paradoja, sentir que el Comandante enemigo no es muy distinto de cualquiera de nosotros.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López

jueves, 28 de octubre de 2010

NÉSTOR KIRCHNER: RÉQUIEM PARA UN ORDINARIO



Que otros ejerciten la hipocresía. Muerto el ordinario que ostensiblemente se agarraba un huevo en presencia del Dr. Carlos Saúl Ménem, asistimos a otro funeral del exagerado rito peronista, un velorio en la Casa Rosada que no se hace en el Congreso para evitar que anduviera cerca el Vicepresidente Julio Cobos, destinatario de los insultos que profiere la multitud, necesitada -en el final de una época- de dar testimonio de militancia kirchnerista. 

El Diputado Nacional Néstor Kirchner no me agradaba en vida y no le voy a tomar simpatía después de muerto. Antes de él, ningún presidente de nuestra democracia fue tan falto de grandeza en el respeto a los muertos de la historia reciente. A partir de Kirchner y su setentismo tardío, no por convicción sino por el pragmatismo de adquirir la franquicia de los derechos humanos, unos muertos pasaron a ser los suyos, idealistas y buenos por definición (prohibido recordar las salvajadas de las guerrillas) reivindicados hasta el hartazgo, mientras que a los otros, viles, miserables desde todo punto de vista, los consideró merecedores sólo de olvido y desprecio. Esos otros son mis muertos.  Puestas así sus convicciones yo también tengo las mías y no estoy dispuesto a resignarlas; mis muertos son el Soldado Herminio Luna, el Cabo de Policía Inocencio Barrientos, el Subteniente Rodolfo Berdina, Paula Lambruschini... y sin embargo no son solamente ellos, a diferencia de Kirchner yo entiendo como argentino que todos los muertos de nuestras guerras fratricidas son míos. 

No caer en el juego de rencores permanentes que propone el kirchnerismo es sano para la democracia y para el espíritu de cada quien.


 
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López

miércoles, 20 de octubre de 2010

EL CRIMEN DE MARIANO FERREYRA EXIGE JUSTICIA Y DEMOCRACIA SINDICAL



Conmocionado por la barbarie intolerable de la patota sindical de la Unión Ferroviaria, escribo estas líneas con la bronca ardiendo en el pecho. Ganas de gritarle a los Antonio Cafiero que esta vez la vieja política no podrá jugar el juego del aquí no pasó nada y dale que va, ese que el anciano peronista supo encarnar mejor que nadie cuando ante los tiros de Madonna Quiroz preguntó ninguneando: "¿Murió alguien?". 

Todos hemos visto las imágenes de Mariano Ferreyra agonizar en la ambulancia con un disparo en el torso. La muerte no es política, no debe serlo, no puede serlo y no aceptaremos que lo sea. Queda bastante en claro que no hubo enfrentamiento sino un ataque alevosamente premeditado. Me importa un carajo si los agredidos eran militantes del Partido Obrero o de cualquier otra tendencia, mi solidaridad está con ellos.

Vivimos en un país indiferente y al mismo tiempo crispado por la intolerancia, basta ver la abundancia de agravios y la falta de argumentaciones que demuestra la blogósfera o facebook, ciertas pintadas amenazantes en las calles y el autismo de la dirigencia en la pista del monólogo permanente, para entender que Tomás Abraham (con suprema lucidez) hable de embrutecimiento. El cruce de ideas y propuestas, el diálogo constructivo, viene ausente con aviso y sin fecha de retorno. La mezcla de resignación y acostumbramiento nos tiene parados al filo de un abismo moral al que podría empujarnos la violencia política. Sería irreversible el daño a nuestra fe democrática si como sociedad elegimos encojernos de hombros ante este crimen: el juicio y castigo a los responsables debe ser causa nacional, como también debe serlo arribar a la más plena democracia sindical.

  

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López


sábado, 16 de octubre de 2010

PEQUEÑA LECCIÓN PARA EL OPOSITOR RESPONSABLE


"LAS COSAS SE CUENTAN SOLAS/ SÓLO HAY QUE SABER MIRAR"
José Tcherkaski (Coplas de mi país, 1971).



La lógica dinámica del sistema democrático promueve que la disputa por el poder, aunque constante, sea sostenida en forma racional desde que, por definición, nunca está en juego el control absoluto de las instituciones. El principal beneficio de la democracia es garantizar que nadie pierda su voz, que todos puedan hacer valer su voto y que, eventualmente, cualquiera deba sobrellevar la responsabilidad de gobernar. Esta combinación de derechos, no contemplada ni remotamente como posibilidad en los regímenes totalitarios, es lo que le quita dramatismo al proceso agonal y da perspectiva de necesaria continuidad en los lineamientos básicos del manejo de la cosa pública.

Partiendo de esa base, el rol de la oposición no puede ni debe sentirse ajeno a la responsabilidad de gobernar. Quien detenta el poder corre el riesgo, natural se diría, de creer o sentir en algún punto de gestión que su predominio logrará hegemonía y perdurabilidad indefinida -entrar en ejemplos sería ocioso por lo abundante del muestrario-. El antídoto del sistema para esa "enfermedad del poder" es la legítima ambición del opositor, que del otro lado del mostrador corre riesgo de desvirtuarse cayendo en algo que llamo: la pretendida comodidad del ángel inmaculado. 

Y es que aunque criticado, cuestionado por cínico, estigmatizado como preludio de la traición a los principios, etc, etc; el Teorema de Baglini debería ser minuciosamente analizado, memorizado e incorporado como guía por cada dirigente opositor en carrera a la Casa Rosada: 


"Cuanto más lejos se está del poder, 
más irresponsables son los enunciados políticos; 
cuanto más cerca, 
más sensatos y razonables se vuelven".
                                                                                                                           Raúl Baglini. 


Postulado que habilita desprender las siguientes reflexiones, confesas perogrulladas, a modo de decálogo para el opositor responsable: 

  • 1.- Si estúpido es tropezar dos veces con la misma piedra, también lo es tropezar después con la piedra que uno puso en el camino de otro.
  • 2.- Es demagógico pretender conformar a todos, y el mejor modo para no conformar a nadie.
  • 3.- Para sumar unos votos hay que restar otros votos.
  • 4.- Toda promesa es un boomerang.
  • 5.- Aunque el malo sea conocido, la bondad ilusoria no alcanza para convencer a los votantes de preferir el cambio.
  • 6.- Nadie confía en los ángeles, ni en los que nunca se equivocan, ellos no tienen cicatrices porque no ponen el cuerpo.
  • 7.- El principismo de la oposición testimonial es puro capricho y absoluta impotencia, más temprano que tarde, aburre.
  • 8.- El opositor debe demostrar a cada momento que entiende la responsabilidad de ser gobierno, igual que en la medicina no se genera confianza repitiendo lo que se quiere escuchar.
  • 9.- Diferenciarse del oficialismo no necesariamente es hacer contraste automático.
  • 10.- Opositor no es quien se opone, sino quien con criterio de estadista ofrece una real alternativa de poder.
Y como decía en "Los intocables" Jimmy Malone, el personaje interpretado por Sean Connery: "Fin de la lección".


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López


viernes, 15 de octubre de 2010

LAS PELÍCULAS DE VAQUEROS




Acaso como un gusto heredado de mi Viejo, disfruto mucho ver en la televisión películas de cowboys. Mi actor preferido de western´s siempre fue Audie Murphy, especialmente desde que lo supe el soldado más condecorado de la Segunda Guerra Mundial. Desde luego que John Wayne lideraba la programación de los "Sábados de Súper Acción" y todas sus películas, al igual que las de Glen Ford tanto como los spaghetti western protagonizados por Clint Eastwood, no han perdido aquel encanto de conflictos claros y resoluciones simples a matar o morir. Finalmente, ya sea por venganza o por justicia, el bueno debía disparar más rápido y certero que los malvados, casi siempre ante la pasividad de los temerosos. 

Para mí, ver un western es disfrutar de la televisión; artefacto al que últimamente, con la pobre programación de cable y aire, no le encuentro mayor utilidad que la de ser un accesorio de la Playstation. 

Digo sin ánimo taxativo y meramente por ejemplificar: Dean Martín en "Río Bravo", Lee Marvin en "Cat Ballou", Errol Flynn en "Murieron con las botas puestas", Val Kilmer en "Tombstone", Gregory Peck en "El pistolero", Kevin Costner en "Open Range"; maravillas que justifican acomodarse frente a la pantalla y no apartarse por ningún motivo. 

De todas las historias del lejano oeste americano, hay una que Hollywood -afortunadamente- no se cansa de reeditar cada tanto: la del Comisario Wyatt Earp. Es mi favorita y todas las películas que la cuentan tienen gancho. Algo fascinante en la vida de Earp es que, documentadamente, participó de violentos y dramáticos tiroteos contra otros muchachos de buen gatillo sin recibir jamás un disparo. Las balas le pasaban tan cerca que agujereaban sus ropas, pero como si tuviera alguna protección mágica nunca lo hirieron. En ese misterio inexplicable radica el encanto de la historia y lo atractivo del personaje. ¿Por qué? Porque en la batalla todos quisiéramos tener el valor de cumplir con lo que manda el deber conservando la esperanza de salir ilesos. Cosa imposible de saber hasta que las balas dejan de silbar. 

Un atardecer de vísperas, ya lejos en el tiempo y la distancia, alguien me recordaba la historia de Wyatt Earp ilusionado en ella, casi rezándole, del mismo modo que podría haberse encomendado a la protección de alguna santidad. No sirvió de mucho, pero tampoco resultó del todo en vano. 

En fin, me preparo a ver "Pasión de los fuertes" (My Darling Clementine), la película dirigida por John Ford, en la que Henry Fonda hace el papel de Wyatt Earp y Víctor Mature el de Doc Holiday. El televisor mantiene así su razón de ser.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López







domingo, 10 de octubre de 2010

¿SCIOLI PRESIDENTE?



Destacado en un deporte náutico poco popular y de acceso restringido, Daniel Scioli era apenas algún "nene bien" al que cierta prensa se encargaba de ensalzar -exagerando sus méritos- como titán de las aguas. Más que sus logros deportivos, cuando Daniel Scioli enrolándose en el menemismo se inició en la política se valoraba la entereza con que supo afrontar el accidente de lancha en el que perdió un brazo.

La adversidad lo puso a prueba y él, que estudió Marketing en la UADE, capitalizó la experiencia haciendo gala de su espíritu entusiasta con un discurso optimista y de tono moderado. Me agradaba ese tipo.

Peronista pragmático, surgió con Menem y luego acompañó a Duhalde quien confiando en su perfil conciliador lo adosó a la fórmula presidencial de Néstor Kirchner. Como Vicepresidente apuntaba a promover el turismo y los deportes, pero el público maltrato que prolongada y escarniosamente le prodigó Néstor Kirchner pronto le recortó las alas hasta reducirlo a la condición de pájaro bobo, lease pingüino. Ni turismo, ni deportes; lejos de las promesas preelectorales lo suyo fue tocar la campanita en el Senado, un "Al Sina Ben Tilín" que hubiera hecho las delicias de Sarmiento. 

Con su cabeza gacha, Daniel Scioli puede jactarse de haber fundado una nueva línea de pensamiento peronista: el felpudismo. Pisoteado y sacudido contra las paredes a la vista de todo el mundo, Scioli eligió el camino de la sumisión y la obsecuencia. Del radical Julio Cobos el kirchnerismo esperaba lo mismo, pero por suerte para la República y para el radicalismo el actual Vicepresidente demostró tener criterio propio y el aplomo para resistir.

Pese a la impúdica funcionalidad de Scioli para con el kirchnerismo muchos siguieron apostando a querer creer que la genuflexión era el estado transitorio en el que iba elucubrando la rebeldía. La rebeldía nunca llegó y hace en La Plata lo que Cobos no hace en el Senado: obedecer ciegamente, acompañar, secundar. 

Debo acotar que paradójicamente, aún cuando mis palabras puedan sonar duras, yo aprecio a Scioli. Lo que reflejo aquí son mis propias dudas, surgidas de pensamientos y sentimientos contradictorios al evaluar las chances futuras del político que alguna vez me pareció sensato. 

El mito quiere, construye imaginariamente, un Scioli con voluntad e ideas propias; pero aunque duela la realidad es el felpudo. Sin embargo el mito, contra toda prueba empírica y racionalidad   -como corresponde a un buen míto- sigue vivo. 

Todavía hoy hay quienes hablan de Scioli como una suerte de predestinado a pacificar los ánimos de la República, reinstaurar el diálogo y sentar las bases de auténticas políticas de Estado. Scioli, según la encuesta de Isonomía que dio a conocer el Diario Perfil se posiciona entre los presidenciables como "el oficialista mejor colocado para pelear contra la oposición". 

Y de ahí el título interrogativo de esta nota: ¿Scioli Presidente?  La única explicación que se me ocurre aventurar frente a esa posibilidad es que, acompañando aquello de más vale malo conocido que bueno por conocer, sobrevive el mito sobre la paupérrima personalidad política del hoy Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que si llegó a La Plata es porque el votante bonaerense evaluó, ante el estilo K, que un Gobernador contrario al oficialismo no iba a contar con ningún recurso proveniente de la Nación. 

Ahora, vuelvo a preguntar, ¿Scioli Presidente? ¿El kirchnerismo lo reconoce como algo más que un apéndice del Néstor disfrazado de Eternauta? Los militantes K, que pintaban las paredes amenazando a Cobos con llevar saludos a Vandor, ¿aceptarían un kirchnerismo a la Scioli? ¿Scioli tendrá margen para, finalmente, ser Scioli? 



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López






domingo, 3 de octubre de 2010

ECUADOR DESDE LA DERECHA ARGENTINA



En todo orden democrático resulta inadmisible una asonada policial como la que recientemente conmocionó a Ecuador. No puede haber más que repudio para la barbarie de cualquier protesta desmadrada que ponga en riesgo la institucionalidad republicana en cualquier país civilizado, o con pretensiones y posibilidades de serlo. 

Para quienes somos de derecha la anarquía es inaceptable, porque en el tumulto se acallan las voces sensatas y cobran fuerza los violentos que sirviéndose del caos disfrazan de "revolución" sus apetencias de poder eterno. El nefasto club de los dictadores que preside Fidel Castro, secundado por Kim Jong-il, Robert Mugabe, Than Shwe y otros execrables muchachos de la misma materia constitutiva, debe ser reducido hasta su extinción. Por ende, es un imperativo de la razón evitar, pragmática y filosoficamente, situaciones de las que pueda surgir otro afiliado a la sociedad de los tiranos.

Habrá que prestar atención al giro que puedan ir tomando los acontecimientos. Porque más allá de mi solidaridad momentánea con el Gobierno de Rafael Correa, aliado del demagogo venezolano Hugo Chávez y el marxista leninista Evo Morales, la crisis revela cierta incapacidad de gestión frente a conflictos sectoriales. Quizá se haya tratado de un intento de golpe de Estado, como aseguró el Canciller argentino Héctor Timerman; pero si fue así se trata del más desorganizado plan que jamás se haya visto. 

Hasta en aquella muy cómica película protagonizada por el gran Ugo Tognazzi "Queremos a los coroneles" (Vogliamo i colonnelli - 1973), el conjunto de impresentables que buscaba hacerse del gobierno en Italia tenía un detallado plan que poner en práctica. En Ecuador, como en una película de clase B con pobre guión y muy bajo presupuesto, sobre la efervescencia de la protesta no se hizo notar el ofrecimiento de ningún liderazgo alternativo, no se escuchó ninguna proclama, ni se agitó otra bandera que la del reclamo sectorial. Poca cosa para tumbar adrede un gobierno. 

Tan poca cosa que la sobreactuación de gestos heroicos por parte del Presidente Correa suena a videoclip con música de Patricio Rey y sus redonditos de ricota: "Ensayo general para la farsa actual / teatro antidisturbios". Su personaje, aquel "muñeco" del que hablaban Olmedo y Portales cuando se ponían en la piel de Borges y Álvarez, entró al ojo de la tormenta subrayando -muleta mediante- la disminución física propia de la convalecencia y su disposición al sacrificio. Tal disposición al sacrificio, que dos veces, una inmediatamente al bajar de la camioneta y otra al hablar desde la ventana del hospital, representó el mismo cuadro aflojándose la corbata y abriéndose la camisa para decir su frase con destino a los libros de historia escolar: 

- ¿Quieren matar al Presidente? ¡Aquí está! ¡Mátenlo si quieren!

Un parlamento absolutamente teatral y dramático. Sorprendentemente la mímica es demasiado semejante en ambas ocasiones, como si estuviera ensayado frente al espejo con anterioridad anhelando la construcción de su propia epopeya. 

Acaso por el placer de aquella jactancia de los intelectuales voy a permitirme un margen de duda ante la versión oficial. Un presidente democrático debe obrar siempre como estadista, y ante la responsabilidad que le impone su investidura la exhibición de coraje por el coraje mismo no es virtud.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López