sábado, 24 de mayo de 2008

TIGRE MC LAREN Y EL AIRE ARGENTINO

Tigre Mc Laren gusta de comprar el diario los sábados y los domingos, bien temprano antes del desayuno, para leerlo tranquilamente en la mesa de la cocina entre sorbo y sorbo de café con leche, acaso mordisqueando una medialuna calentita.

Por esas curiosidades que bordean el cliché su diariero, un canilla típico, se llama Rafa y hace de su parada una suerte de señorío barrial. El Rafa no sólo vende diarios, también comenta las noticias y para Tigre Mc Laren escucharlo siempre es un placer, hoy se le da por opinar sobre el cautiverio de Hilda Molina, y dice:

"Resulta que en esa isla del Caribe sometida a la ignominia del sucio trapo rojo, donde impera una dictadura de museo, la gente que ve confiscada su libertad escapa como puede; desafiando los peligros del mar a bordo de balsas fabricadas con cualquier cosa que flote.

Para los cubanos que soportan diariamente el yugo opresor de la tiranía castrista, la esperanza de tomar las riendas del propio destino ha convertido a objetos cotidianos en elementos de tecnología dual. Así es que el ingenio popular ha desviado más de un cortejo fúnebre hacia las orillas del mar, transformando al ataúd en kayak. Enteradas las autoridades de tal modo de escape, decidieron tomar medidas haciendo lo que siempre hacen:

- Oye Fidel -corrió Raúl a darle el chivatazo.
- Dime Raúl.
- Estos desagradecidos, ahora se nos escapan en los ataudes.
- Entonces prohibamos los ataudes.
- Pero no para los del partido, digo... No te queda mucho.
- No te hagas ilusiones. Ni embalsamado dejaré el poder, así de revolucionario soy.

Así es que a tanta escasez y racionamiento se le sumó la de cajones para muertos. De allí que ante la edad avanzada y el delicado estado de salud de Doña Hilda Morejón, el bueno de Raúl Castro haya decidido brindar un "gesto humanitario" y dejarla salir de la isla.

- Mira Fidel, me parece que la vieja se muere.
- Pues que se muera. ¿Desde cuándo nos importa?
- Es que nos quedan muy pocos ataudes, entre ellos tú sabes... El tuyo.
- ¿Tú no estarás pensando en escaparte en el, verdad?
- No Fidel, yo espero meterte dentro y exhibirte como a Stalin.
- Nada mejor que la necrofilia para revivir a una ideología muerta.
- Entonces, ¿qué hacemos con la vieja?
- Pues que muera en otro lado.
- ¿La dejamos ir a la Argentina?
- Sí, que ellos pongan el cajón y el lugar en el cementerio.
- Correcto.
- A propósito, una pregunta.
- Sí Fidel.
- ¿Cómo es que nos estamos quedando sin lugar en los cementerios?
- Ya sabes, después de Angola, los enterramos acá.

Así es que hoy nos mandan a la Señora, porque no sea cosa que a la Dra Hilda Molina se le vaya ocurrir salir remando en el féretro de su madre. Así de humanitarios son los comunistas".

Tigre Mc Laren camina de regreso a su casa con el diario bajo el brazo. De camino comprará las medialunas en la panadería. El día está nublado y fresco, más allá del clima en el aire hay algo bueno, tonificante, saludable, le hará bien a Doña Hilda Morejón: Ningún sucio trapo rojo flameará por aquí.


Ariel Corbat

domingo, 18 de mayo de 2008

LAS ARMAS DE LA PINTURA Y LA TERNURA DEL FUSILADO

Hay muchas clases de silencios. El respirado en las amplias salas del Museo Nacional de Bellas Artes, donde se expone el conjunto denominado "Las Armas de la Pintura", diría que es invocador. Se parece en algo al de las iglesias, quizás al de las casas velatorias, incluso puede tener algún parentesco con los claustros universitarios en día de exámenes. Sin embargo es también distinto a todos esos silencios. Lo acompañan en intermitencias los pasos de otros visitantes, alguna tos, las confidencias en susurros, el mecanismo de las cámaras fotográficas. Me conmoví en ese silencio.


Sí, me conmoví. Hondamente. No fue por ver a un Sarmiento juvenil de rostro barbado, y hasta sonriente, auxiliando a fugitivos en la cordillera. Tampoco por los trazos de Cándido Díaz recreando la Guerra del Paraguay con desconcertante belleza. Ni por el siniestro realismo en el inminente asesinato del Dr Vicente Maza. Y no es que sea indiferente a ellos; no podría: soy argentino. En la soledad del que mira un cuadro me llegó la voz del hombre en la pintura. La furiosa "Serie Federal" de Luis Felipe Noé, de 1961, abre tajos por los que brotan violentamente la sangre y las contradicciones. Lo impresionante no es sólo que haya retratado tiempos de barbarie, se advierte en las fechas que aquellos tiempos pretendían resurgir.


En "Imágenes agónicas de Dorrego" el dolor supera el impacto visual para que sobre el eco de los disparos del pelotón nos llegue el pulso débil del fusilado. Estamos en cercanías de Navarro el 13 de Diciembre de 1828, el hombre que recibió de pie y sin vendas la andanada de disparos es el Coronel Manuel Dorrego. Desplomado a tierra la sangre derrama desde el pecho. Poco antes, enterado de la orden de fusilamiento expedida por el General Juan Lavalle, Manuel escribió a su amada esposa un desgarrador adiós:
  • Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué, mas la providencia divina, en la cual confío, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida, educa a esas amables criaturas; sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego.
Estoy en el 2008, lo que tengo enfrente es sólo una pintura, pero el hombre en ella vuelve a decir esas palabras de 1828 mientras su corazón enmudece y el mío se conmueve.

jueves, 15 de mayo de 2008

LAS CALLECITAS DE BUENOS AIRES...



No, yo no salí de mi casa por Arenales. Pero me bajé del tren en Retiro. ¿Sabés cuántos relojes andan por las alturas de Retiro? Miércoles soleado invitando a quedarse en remera y caminar por Libertador hasta el Museo de Bellas Artes. Objetivo: La exposición "Las armas de la pintura", y de repente, aunque no de atrás de un árbol, se me aparece él. La pinta de un Newbery, che, un tipo del cielo y más allá de los cielos, otra genialidad del Maestro Carlos Regazzoni que con la nobleza del material ferroviario recrea la figura de Antoine de Saint Exupéry, y lo hace con tanta sutileza que se adivina en su porte la presencia de El Principito. El escritor, el aventurero, el piloto, todo Antoine vuelve a estar entre nosotros gracias al toque de Regazzoni.


Vale la pena ir a verlo, a saludarlo. Y caminando un poco más llegar hasta ese gordo descabezado de Botero para preguntarse si no sería hora de quitar cosa tan horrible y poner en su lugar algo notoriamente mejor; digamos dinamitarlo, o mejor mandarlo a fundición y que sirvan sus metales de pedestal para emplazar encima este Antoine de Saint Exupéry, mucho más cercano a nuestros corazones y a nuestra historia.


¿Qué si fui a la exposición "Las armas de la pintura"?. Sí, pero de eso hablaré en otra entrada, por ahora: ¡Aguante Regazzoni, carajo!