jueves, 25 de abril de 2019

NORMA HIPOTÉTICA FUNDAMENTAL





El carácter fundacional de toda Norma Hipotética Fundamental es también disruptivo y lapidario para un antiguo orden.

El reino en el que el Rey podía pasearse desnudo sin perder autoridad, porque sus súbditos aceptaban lo infalible del monarca y suponían ropas invisibles a ojos de las personas comunes, un día empieza a mofarse de la desnudez del rey, sus guardias no le obedecen y la revolución se precipita.

Adiós anciano régimen. Guillotina o exilio, indiferencia a veces, aquello ha terminado.

Ahora bien, una Norma Hipotética Fundamental como piedra basal de un nuevo orden jurídico, posiblemente imponga mucho más que ciertos derechos y obligaciones en una nueva organización social, puede significar también una nueva identidad nacional.

Gente queriendo ser distinta a como eran sus ancestros, e incluso a como ellos mismos fueron hasta hace muy poco, gente que se propone ser otra cosa. Las razones para ello son tantas como registra la historia.

Y aquí es cuando me permito señalar que no todas las generaciones tienen la templanza y la grandeza suficiente para sobrellevar el peso de su propia historia. Algunos huyen cobardemente de su identidad al constatar que se han oscurecido tanto como para llegar a ser tan opacos que ni siquiera reflejan un poco del brillo pasado.

Huyen entones de lo pretérito, no por los errores y los horrores que pueda albergar ese ayer, sino por la insignificancia del presente y la insoportable comparación con las viejas glorias.

Se dan un nuevo nombre, otras instituciones, se desprenden de los símbolos de aquel pasado y crean otros, adoptan un idioma distinto y hasta imaginan que son felices.

Y quizás lo sean. Lo único cierto es que nunca podrán volver a ser los que dejaron de ser.

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López

miércoles, 3 de abril de 2019

OMBUDSMAN NACIONAL, 10 AÑOS DE OTRA MENTIRA DE BORRACHOS







Botella a la mano y empinando el codo promete el borracho que será la última curda. Y por supuesto miente, aunque crea su propia mentira. Más aún, toma y obliga a algún otro a mandarse un trago, porque como todo adicto necesita enviciar al resto, compartir el fracaso de vivir y sentir que los demás son tan culpables como él. Incluso más. 

El Tango ha contado esas historias una y mil veces, pero nunca es suficiente. Siempre hay un borracho nuevo mintiendo. Y el punto, al fin, no es la ebriedad sino el engaño que hace a la mentira.

Se conoce como "Pacto de Olivos" al espurio toma y daca acordado entre Carlos Ménem y Raúl Alfonsín que derivó en la Reforma Constitucional de 1994. El riojano se sentía dueño del poder y quería la reelección, al bonaerense en cambio el poder se le había escurrido anticipadamente entre los dedos y lo extrañaba. Lo extrañaba horrores, aunque fingiera lo contrario. 

La dirigencia política, cual borracho prometiendo abstinencia, vendió la Constituyente a la ciudadanía como una modernización que aseguraría el cumplimiento de la Constitución Nacional, una especie de "ahora sí". 

Largo y ocioso al efecto de este artículo sería enumerar las reformas con sus consecuencias negativas. Digamos, simplemente, que la Constitución se empeoró. Pero aún así es nuestra Constitución Nacional y hay que cumplirla. El problema es que las promesas de los borrachos sobre enmendar su conducta rara vez se cumplen, el tiempo las mata. 


Y así, el Defensor del Pueblo de la Nación, órgano constitucional establecido por la reforma de 1994, cumple 10 años acéfalo. Una década sin que el Congreso Nacional se digne cubrir la vacante dejada por Eduardo Mondino al renunciar al cargo el 6 de Abril de 2009. Desde entonces el Defensor del Pueblo de la Nación es un personaje tan ficticio como el Chapulín Colorado. 

¿Por qué? Porque el conjunto de la dirigencia política no tiene ningún interés en cumplir con la Constitución Nacional. Ni los jueces el empeño necesario para hacerla cumplir. Un desinterés que evidencia continuidad entre Cristina Fernández y Mauricio Macri. 

La acefalía evidente de la Defensoría del Pueblo de la Nación le impide a ese órgano iniciar nuevas presentaciones ante la Justicia, por ser constitucionalmente el Defensor del Pueblo quien tiene la exclusiva legitimación procesal para hacerlo.

Tener un órgano constitucional inutilizado durante 10 años es de una gravedad institucional enorme, pero que ello no genere ni un murmullo escandalizado refleja algo todavía más preocupante: la ignorancia de los que deberían ejercer la ciudadanía.

La dirigencia política crea estructuras que convierte luego en grasa inútil del Estado. Eso sí, porque todo borracho gusta de las promesas, los mismos incapaces de cumplir con el texto constitucional que ellos mismos modificaron, nos quieren hacer creer que el problema es que hay que volver a reformar la Constitución. 

La idea de otra reforma constitucional está en el discurso de dirigentes políticos de todos los espacios. Son tan cínicos como para querer convencernos que no cumplen la Constitución por culpa de la propia Constitución. Como el borracho que dice ser borracho por culpa de la botella...

Ojalá no seamos tan idiotas como parece que somos. Que nos curen de espanto estos diez años de acefalía del Chapulín Colorado, ¡perdón!, del Defensor del Pueblo de la Nación. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López








lunes, 1 de abril de 2019

QUE MALVINAS NO SEA UN SENTIMIENTO RIDÍCULO



DISPOSICIONES TRANSITORIAS

Primera. La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.

La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.

Constitución de la Nación Argentina.




Tengo un fuerte sentimiento malvinero, algo que considero conocido por los lectores de La Pluma de la Derecha y seguramente la mayoría de ellos comparte.

Ahora bien, el sentimiento por sí solo no le alcanza a Malvinas para proyectarse como causa nacional. Sin soporte de racionalidad institucionalizada corre riesgo de reducirse a manifestaciones de catarsis, bravatas o lamentos de impotencia. O sea, una cosa triste de patética insignificancia, no muy distinta de la resignación derrotista, porque los países no se rigen por sentimientos ridículos, como el entusiasmo o la depresión de sus circunstancias, sino por la constancia de sus convicciones sobreponiéndose a ellas

Sentir Malvinas exige pensar Malvinas, incluso en aquello que el pensamiento lastime al sentimiento. Pensar es en sí un dolor destinado a evitar otros dolores y que casi siempre entra en colisión con el puro sentimentalismo. Y entonces la pregunta: ¿dónde están realmente las convicciones de los argentinos?

Somos un país que teniendo una Constitución Nacional, es decir, habiéndose pensado como organización, obra igual que un territorio al que todavía no llegó la ley. ¿Alguien puede creer, por pensar o sentir, que siendo erráticos o pendulares vamos a recuperar Malvinas? Ni Malvinas, ni nada.

Si no demostramos tener la convicción de vivir bajo la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional, seguiremos siendo ese país extraño a los ojos del mundo que en cada encrucijada que le ofrece el destino elige el peor camino. 



Cuando José Luis Espert hizo un posteo de resignación derrotista en Twitter muchos se indignaron. A mí, en cambio, sin estar de acuerdo con Espert me pareció una buena oportunidad para plantearnos crudamente la cuestión. Y de aquel mal posteo, dos años después surgió otro del mismo Espert, ya aspirante a candidato presidencial, corrigiendo su postura. 


Celebré aquella corrección de parte de Espert, porque al salir de la resignación derrotista volvía a ubicarse dentro de los parámetros constitucionales que es donde debemos conservar siempre las discusiones sobre el destino del país para que sean racionales y, por ende, viables.

También la celebré por otro motivo. Creo firmemente en siempre dar al otro la posibilidad de corregirse, incluso y especialmente cuando se trata de cuestiones significativas; como Malvinas lo es para mí. 

Por si hiciera falta aclararlo, Espert no era entonces, ni es ahora, mi candidato presidencial. Si alguien creyó que por ahí venía la cosa le sugiero que vuelva a leer desde el principio, porque no está entendiendo el artículo y mucho menos podrá entender lo que sigue. 

El mayor daño que el régimen kirchnerista le hizo al país en su afán de imponerse, como proyecto totalitario de corrupción estructural totalmente opuesto a la Constitución Nacional, fue su intento de reducir la capacidad intelectual de los argentinos al clasificarnos en dos únicas y excluyentes categorías: amigo o enemigo. Aquello redujo el diálogo al cruce de insultos y el entendimiento a la sumisión obsecuente, y todavía hoy, por el continuismo cultural de CAMBIEMOS sigue siendo un lastre de los tantos que nos mantienen empantanados.

En pleno kirchnerismo, una herramienta de la resistencia era fomentar el debate. A la cual  contribuía predicando desde este blog: "Quiero que mis convicciones sigan siendo auténticas, que sean puestas a prueba por las razones del otro y por las dudas propias. Ayudémonos a pensar". 

Hace muchos años, demasiados, que somos un país ridículo, embrutecido, dañado en sus instituciones y degradado en su cultura hasta la merma intelectual. Dejar de serlo requiere afirmar la convicción de alcanzar y defender el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional. Ese es el largo camino de la racionalidad. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
República Argentina