Es posible disfrazar el pensamiento bajo cientos de citas ajenas, buscando en ello invocar una autoridad que se presupone mayor a la del propio razonamiento. Así la pureza de lo que se piensa comienza a verse contaminada por tribulaciones sobre el modo de comunicar. En la búsqueda de simpatizar con otros se acomodan las palabras hasta que, en algún punto, dejan de tener ese significado al que debían servir.
Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", en el afán de conseguir la aprobación de terceros, se corre el riesgo de traicionar lo que se piensa por el pasajero enamoramiento de las palabras. Una frase bien escrita, respaldada por lo que algún griego, chino o romano dijo hace miles de años tendrá ese eco de eternidad que es fácil imaginar acompaña a grandes e inalterables verdades. Un eco que sólo excepcionalmente se atribuye a los mortales en vida. Olvidamos que así como hay verdades que atraviesan los siglos, también hay mentiras que lo hacen. Los caminos polvorientos de la humanidad se construyeron con tantas verdades como mentiras, y al andar, cuando el viento levanta polvareda no es fácil distinguir verdad de mentira.
Sin embargo, fuera de la oscuridad de lo instintivo y yermo, donde el mundo son luces y apariencia, hay un lugar en el que nadie escapa a la verdad. La mente como hogar de la conciencia hace que cada quien sepa, sino exactamente con dudas muy menores, quien es y cual es su verdad. El malvado intentará justificar su maldad, pero se sabe malvado así como bondadoso sabe que no lo es.
Maldad y bondad todos tenemos, están en la naturaleza humana y es lo que siempre juzgamos. Nos vemos y nos sabemos bajo esa lente maniquea, en esencia somos buenos o somos malos sin importar los matices. En nuestra conciencia pueden resonar excusas, argumentaciones justificativas y hasta la invención de propósitos trascendentes, para asumirse tal o cual, pero siempre, sin importar lo que la mente pueda elucubrar, sabemos la verdad de lo que somos.
Lo difícil no es saber lo que somos, sino lo que queremos ser. Y más difícil aún puede ser serlo.
Entonces el punto es razonar con honestidad, sin condicionamiento alguno, sin pretender otra cosa que hablarle a uno mismo cuando se comunican pensamientos a los demás.
Los trucos del orador, como el de buscar una cara amable en el auditorio, no sirven para pensar. Hay que hacer abstracción de todo, hasta de los milenios que forjaron este presente en el que nos toca ser, o solamente vivir. Quien no llega a su propia verdad no experimentará ninguna verdad. Porque la verdad no se conoce, se experimenta.
Dudo pueda ser la verdad de cada individuo otra cosa que su pensamiento puro. ¿Pero cuántos saben realmente lo que piensan? ¿Cuántos se vuelven masa asumiendo que piensan lo pensado por otros? ¿Cuántos se conocen lo suficiente para decirse sin engaños si son buenos o malos?
Y tal vez no tenga ninguna importancia, el tiempo pasa para todos igual. El olvido fagocita la memoria de todo lo que fue, somos un instante en la eternidad, civilizaciones enteras se han extin guido y no es aventurado creer que ese pueda ser el futuro de lo que llamamos "humanidad". Un final en el que todo será nada. Pero mientras ese final no ocurra este instante es nuestro todo. De nosotros depende intentar hacer que este instante sea nuestro chispazo en la eternidad.
Un pensamiento puro, una vida honesta. La verdad de y en cada individuo; lo que importa, si es que algo importa.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
Estado Libre Asociado de Vicente López
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