lunes, 22 de abril de 2024

JAVIER MILEI: LA ÉTICA DEL PRESIDENTE Y LA SEGURIDAD PRESIDENCIAL


"Con el culo ajeno somos todos putos".
Javier Milei



Hace años se cuestiona en Argentina el uso de los aviones oficiales para traslados de funcionarios, porque habiéndose naturalizado la falta de austeridad durante sucesivos gobiernos se fueron generando y repitiendo situaciones de uso abusivo del transporte aéreo. Así, vender el Tango 01 fue una promesa de campaña del Presidente De la Rúa, quien interpretó que ese Boeing 727, confortablemente lujoso y adquirido en 1992 durante la Presidencia de Carlos Ménem por 66 millones de dólares, era otro símbolo de la fiesta menemista de la pizza y el champagne.  

Lo cierto es que De la Rúa ni pudo vender el avión, ni pudo terminar su mandato. A la llegada del kirchnerismo, Duhalde mediante, el Tango 01, como toda la flota presidencial, presentaba falencias de mantenimiento. Tanto así que Néstor Kirchner tuvo contratiempos técnicos a bordo del Tango 01 y el Tango 10.

Por entonces no se cuestionaba la existencia de un avión presidencial, sino sus características. Nadie ponía en duda que, por razones de practicidad en términos de seguridad y eficiencia, era necesario disponer de un medio aéreo para el Presidente en un país de vasto territorio y con cierta frecuencia de compromisos internacionales. Sobre esas premisas, que también aplican al presente, era lo lógico. 

Resalto y subrayo: ERA LO LÓGICO. Porque ya argumentaré unos párrafos más adelante que las premisas han cambiado.

Durante el régimen kirchnerista el uso de los aviones presidenciales dio lugar a abusos tales como vuelos de Buenos Aires a Santa Cruz con el único propósito de llevar diarios del día a Néstor Kirchner y Cristina Fernández para que los leyeran durante el desayuno en Río Gallegos o El Calafate.

Al hacerse públicas ese tipo de prácticas abusivas, en la que también con otras modalidades incurrieron varios gobernadores, se fue generando una corriente de rechazo a lo que, en esto como en otros aspectos tanto o más irritantes, configuraba privilegios propios de una casta. De allí, la expresión "casta política".

Además, por lo odioso de las comparaciones, el cotejo de la realidad nacional con la de otras naciones, dejaba ver que había un eje del que nos estábamos corriendo. Los nuevos tiempos traían otras demandas.

En Agosto de 2015 el Primer Ministro británico David Cámeron, fue fotografiado y filmado por una adolescente en un vuelo low cost de Easyjet hacia Portugal. Por supuesto lo acompañaban sus custodios. Ese hecho llamó la atención, porque -nos caiga bien o mal- el Primer Ministro del Reino Unido es una figura política de relevancia mundial, con todo lo que ello implica, pero allí estaba, igual que cualquier hijo de vecino.


En contraste, como para envidia en Costa Pobre del Yeneral González (personaje al que dio cuerpo el genial Alberto Olmedo), Evo Morales como Presidente de Bolivia volaba en un avión Falcon 900 EX EASY -que había sido fabricado para el club Manchester United- a ver los partidos inaugurales de los grandes torneos de fútbol. Evo Morales no se perdió las inauguraciones de las competencias de Sudáfrica, Brasil y Rusia.


"Quienes defendemos el sistema capitalista somos superiores ética y estéticamente a los que defienden el comunismo", declaraba Javier Milei ya desde antes de postularse a la Presidencia de la Nación, y mucho de eso evidencia la comparación entre el David Cámeron low cost y el Evo Morales de luxe. Porque Cámeron podía darse el lujo de viajar como cualquier inglés promedio, mientras que Morales exageraba la vulgaridad viajando como ningún boliviano promedio.

Durante su Presidencia, Mauricio Macri realizó muchas actividades que requirieron traslados aéreos. Y siendo que Tango 01 (un Boeing 757) quedó fuera de servicio desde que Cristina Fernández de Kirchner dejó la Casa Rosada, recurrió a otros aviones de la flota oficial, al alquiler de charters privados y también a vuelos comerciales.

La ministro de seguridad Patricia Bullrich recomendaba entonces que el Presidente Macri no tomara vuelos comerciales, dando como ejemplo de los riesgos para la seguridad presidencial que a finales de Febrero del 2017, en el mismo vuelo de Aerolíneas que trajo a Macri y a su familia desde España había entre los pasajeros dos narcos colombianos que transportaron 64.000 pastillas de éxtasis.

No obstante, argumentando necesidad de austeridad y ahorro el Presidente Macri siguió tomando vuelos comerciales, como el que lo llevó a India en Febrero del 2019. Siempre con la opinión en contrario de su ministro de Seguridad. 

Luego con el regreso al poder de Cristina Fernández, Alberto de la Fernández llegó a utilizar un helicóptero presidencial para pasear al perro; pero esa anécdota no es para este artículo. 

El surgimiento del fenómeno Milei no es ajeno a ninguno de estos antecedentes. La sociedad argentina, históricamente permisiva con las corruptelas gubernamentales, ya no solamente cuestionaba el fracaso material al que la arrastraban sus gobiernos, sino la inmoralidad pública y el descaro con el que se consolidaba un sistema de progresiva miseria bajo relatos de mentiras y la prédica de imbecilidades. 

Javier Milei supo captar la esencia de ese cuestionamiento y obrar como el catalizador para darle forma política. Su histrionismo, a veces al borde de ser fagocitado por su propio personaje, hizo que los defensores de la decadencia lo llamen "loco" pero a la mayor parte de la ciudadanía le gustó lo que traía esa locura: la convicción abrazada a la determinación para un cambió de rumbo y de época.

Y una de las formas en que llegado a la Presidencia logró Javier Milei mostrar que realmente era diferente a los políticos de la casta fue, sin duda, volar en aviones comerciales. 

Ello así aunque en Mayo de 2023, ante la compra de un nuevo avión presidencial por parte de Alberto de la Fernández, un Boeing 757-256 valuado en 21.730.000 dólares, siendo preguntado si en caso de llegar a la Presidencia se iba a subir a ese avión, Milei respondió, con criterio, que no objetaba la compra porque hay toda una cuestión que tiene que ver con protocolos de seguridad y decir que se van a sacar los aviones presidenciales es una estupidez. Más aún, ahondando ello cuestionó que se hable de viajar en avión de línea por lo que implica en términos de seguridad

Esas declaraciones del hoy Presidente Milei son particularmente relevantes, porque una vez llegado a la Presidencia, a pesar de esa opinión precedente, comenzó a volar en aviones de línea comercial, tanto para vuelos de cabotaje como internacionales. Lo cual indica que aquello que siendo candidato suponía tan complicado en términos de seguridad, pues no lo era tanto.

Es que el Presidente Milei ganó las elecciones exhibiendo una "motosierra", con la que prometía un severo ajuste como nunca antes emprendió ningún gobierno para terminar con los privilegios de la "casta política". Necesariamente ese ajuste no iba a recaer solamente sobre la política, sino sobre el conjunto de la sociedad; una sociedad dispuesta a realizar ese esfuerzo como nunca antes desde 1983 al presente. Esta vez la austeridad iba a ser real e iba a doler. Como todos bien sabemos.

Y fue por esa decisión social de afrontar las penurias que, al ver en ese gesto una forma de acompañamiento, el conjunto de la ciudadanía celebró y aceptó con naturalidad que el Presidente de la Nación volara en líneas comerciales. Como esas cosas que todos sabemos siempre debieron ser así. 

Tan bien interpretó ese gesto la sociedad, que cuando el 19 de Febrero el Presiente Milei llegó a Corrientes para dar una charla en el Club de la Libertad, fue noticia que lo hiciera en un avión oficial. Pero era simplemente una excepción a su regla.

Los atentados terroristas del 11 de Septiembre de 2001 cambiaron el mundo y especialmente los parámetros de seguridad aérea. En ninguno de aquellos aviones secuestrados por terroristas viajaba presidente alguno ni líder político. Los pasajeros sólo eran personas comunes que iban de un lado a otro sin saber que sus vidas iban a ser sacrificadas por el odio. Y esto es importante tenerlo claro: el terrorismo siempre tiene como primera opción de ataque a los civiles; porque en definitiva es la voluntad civil, de civilización, la que intenta doblegar.

Después de aquel hecho, es difícil que otra acción que no sea el inicio cierto de una guerra de dimensiones planetarias pueda volver a marcar un antes y un después. No lo ha marcado la invasión de Rusia sobre Ucrania, ni el ataque de Hamas contra Israel el pasado 7 de Octubre. Sin importar cuántos ojos se hayan cerrado, el mundo sigue andando. Esos hechos que formaban parte de la realidad internacional con la que asumió la Presidencia de la Nación Argentina Javier Milei, no modificaron su determinación de llevar la política exterior a ubicarnos, como manda el Himno Nacional, entre los libres del mundo. La presencia del Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski en Argentina para la asunción presidencial, lo mismo que el viaje del Presidente Milei a Israel donde se lo fotografió emocionado en el Muro de los Lamentos, son en si mismas definiciones de riesgos asumidos.   


El reciente fallo de la Cámara de Casación Penal que considera Estado terrorista a Irán por su responsabilidad en los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA ejecutados por Hezbollah, lo mismo que la escalada bélica entre Israel e Irán, tampoco significan cambios drásticos en la evaluación de riesgos que se desprenden de la realidad internacional.

No obstante, es a partir del ataque de Irán contra Israel, frustrado por la eficiencia del sistema defensivo conocido como "cúpula de hierro" y el apoyo de los pilotos jordanos, que Patricia Bullrich, ahora en su segunda gestión como ministro de Seguridad vuelve sobre sus mismos argumentos de siempre (en esto hay que reconocerle la coherencia) para que el presidente modifique su determinación frente a riesgos asumidos. 

Así, el 16 de Abril el gobierno nacional comunicó que el Presidente Milei dejará de viajar en vuelos comerciales por razones de seguridad.

La difusión de un “Informe de Seguridad Presidencial en traslados aéreos” cuya autoría se atribuye a la Dirección Nacional de Logística y Equipamiento Federal, del Ministerio de Seguridad, aporta una serie de consideraciones a favor de la medida. 

Se concluye que: “Las lecciones aprehendidas de gestión anterior del Ministerio de Seguridad y la volatilidad de los conflictos, nuevas formas de amenazas y situación internacional, se recomienda la imperiosa necesidad de utilizar para los traslados del Presidente y equipos de trabajo, en forma exclusiva vuelos con aeronaves propias o medios comerciales/ privados contratados para tal fin, con análisis y estudio previo de medios y personal a intervenir”.

Se argumentan para ello cuestiones obvias, como riesgos que en rigor de verdad enfrenta cualquier pasajero, empezando por la conducta de otros pasajeros, incluyendo el caso de alguien con alteraciones psiquiátricas, (existen muchos antecedentes de incidentes  de esa clase, algunos graves). 

Por supuesto a los riesgos que enfrenta cualquier pasajero, hay que sumar (y el informe lo hace) los que específicamente están orientados sobre la persona del Presidente por su significación política: activistas perpetrando acciones de tipo mediático (escraches), simplemente agresiones o atentados terroristas, etc. 

Luego hay una serie de observaciones, razonables todas ellas, sobre los riesgos que implica el desconocimiento sobre la tripulación, el control previo de los aviones y la posibilidad de interferencias electrónicas. 

El informe es razonable, pero hay un punto en el cual se dejaría ver la intencionalidad de exagerar los riesgos:

Las líneas comerciales no transportan custodias armadas, en caso de un ataque directo, imposibilita dar respuesta y repeler la agresión. En esta situación se debe considerar el personal de tripulación, por no contar con antecedentes de los mismos como así también la lista de pasajeros que deliberadamente o no, constituyen una posible amenaza contra la seguridad presidencial”.

Eso no es enteramente cierto ni un obstáculo insalvable. Después de los atentados del 9/11 Estados Unidos implementó un sistema de "sheriff aéreo", cuyos efectivos no van desarmados. Portan armas letales y entrenan para intervenir como último recurso en el especial escenario que plantea un avión en vuelo, por lo cual sería perfectamente viable entrenar una unidad de custodia presidencial para garantizar la integridad del Presidente a bordo de aviones de línea comercial.

Por supuesto, comprendo y debe comprenderse, que quien está a cargo de la seguridad debe buscar conservar a su "cliente" en el entorno más amigable posible, que es decir con menos riesgos. 

Sin embargo, a veces, como en este caso, hay consideraciones de tipo ético y político que justifican asumir el riesgo.
 
En mi opinión, que a nadie interesa, la seguridad del Presidente Milei puede seguir bien garantizada volando en líneas comerciales. Disiento rotundamente con que haya una "imperiosa necesidad" de suprimir los vuelos del Presidente en aviones de pasajeros comunes.

Evitar vuelos de línea, decisión que se atribuye a propuesta de Patricia Bullrich, es una sobreactuación que va contra el mensaje de Milei. No solamente en su postura política, sino en la esencia de su convicción ética. 

Lo diré crudamente, como podría decirlo cualquier opositor (cosa que no soy): Si el Presidente Milei es valiente para tomar posición frente a un conflicto que ya nos costó y puede costarnos vidas civiles, debe serlo también para transportarse como cualquier argentino promedio. En virtud de ello no puede ser la regla que el Presidente no vuele en aviones comerciales, lo cual no significa que no haya vuelos que, por distintas razones de mérito y oportunidad incluyendo la seguridad, deban realizarse en aviones oficiales.

Alguien dirá, no sin razón, que volando en aviones de línea el Presidente pondría en riesgo a los demás pasajeros. Y es que la poco elegante pero gráfica frase que prologa este artículo devenido ensayo: "Con el culo ajeno somos todos putos", puesta en circulación por Javier Milei permite interpretaciones dispares. 

En la mía, aquí es cuando no hace falta mirar al extranjero para entender como funciona el terrorismo, basta con mirar la serie de crímenes extorsivos que hace muy poco el narco perpetró en Rosario. No mataron a ningún juez, ni al gobernador, ni al ministro, ni a funcionario alguno, para aterrorizar a la población mataron a dos taxistas, un colectivero y un playero de estación de servicio. 


Cerca, como siempre, Rosario nos recuerda que cualquier avión puede ser blanco de un ataque terrorista. La lógica del terror no es la lógica militar que pretende impedir bajas civiles. No estaba el Presidente de Israel en la Embajada ni en la AMIA. Ni había ningún presidente a bordo de los vuelos secuestrados por los esbirros de Bin Laden. Y los riesgos de atentados terroristas que pueden incrementarse por el contexto internacional y la posición argentina, difícilmente vayan a estar dirigidos contra el Presidente. Porque vulnerar su seguridad, se supone, es más difícil que la de cualquier blanco civil; indefenso por el mismo estilo de vida que caracteriza a las sociedades democráticas. 

Obviamente hay que resguardar al Presidente, pero también hay que resguardar a los civiles. Que el Presidente no vuele en un avión de línea no necesariamente significa mejor seguridad para los demás pasajeros. De hecho es una mala señal, porque lo correcto sería que cuando un pasajero se entera que abordó el mismo avión que el Presidente se sienta mucho más seguro. 

El terrorismo busca instalar miedos. Muchas veces imagino a algunos de los ideólogos de los atentados en  Buenos Aires caminando impunes entre nosotros, paseando frente a edificios de la comunidad judía y sentirse satisfechos por ver esos pilotes que en las veredas tanto los protegen como los señalan. No puedo explicar cuánto me molesta que esos fulanos puedan jactarse de que ese miedo lo trajeron ellos. 

El punto aquí, es que el Presidente Javier Milei ha tomado decisiones que requieren coraje y que se fundan en convicciones éticas, fue él quien decidió volar en aviones de línea, cuando no hacerlo no hubiera entrado en contradicción, como arriba vimos, con su posición durante la campaña. Y lo decidió conociendo el contexto internacional y consciente de las repercusiones que podrían generar sus vehementes discursos sobre el rol de Argentina en el mundo. 

Sobre esa base, las medidas de seguridad que podrían ser lo normal con otro presidente, dejan de serlo con quien ha sido electo señalando en términos muy duros durante la campaña los privilegios de la casta.

Si el Presidente Milei deja de volar en vuelos comerciales (lo que no significa sostener que así lo haga siempre), estará erosionando su credibilidad y el sentido ético de sus palabras. 

Para terminar, subrayando lo que la ética condiciona a la Seguridad, voy a recordar algo que me dijo el Contraalmirante VGM Carlos Robacio en 1998. Hablábamos sobre la orden de contraatacar que se había enviado desde Puerto Argentino a posiciones del Ejército en el frente de combate, le pregunté qué opinaba de esa orden y con mucha serenidad me dijo: "Hay órdenes que sólo se pueden dar estando en el frente de batalla, no desde lejos, entonces quien la emite no dice 'contraataquen', dice 'vamos a contraatacar', porque eso es lo marca la diferencia".

Como ciudadano apoyo que el Presidente Milei quiera honrar el mandato del Himno Nacional que traza como política exterior estar siempre del lado de los libres, con todos los riesgos que ello implica. Y como ciudadano creo también que el Presidente debe seguir mostrando que es uno más de nosotros. Eso es lo que marca la diferencia.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

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